Junio 8 y 9 - Día del estudiante combativo.
Junio 8 de1929 “Sí hubo un delito en esos días en Bogotá. Lo cometió por cobardía la guardia de palacio. La víctima fue Gonzalo Bravo Pérez, estudiante de veinte años, de la escuela de derecho. Un estudiante ese día era la autoridad; su sombra, un salvoconducto, la boina, garantía de pureza” (1).
Durante la hegemonía conservadora de principios del siglo XX, los estudiantes lideraron una serie de protestas para terminar con ese régimen. El 8 de junio de 1929 marcharon los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, y a su llegada al centro de la capital, fueron recibidos por ráfagas de los guardias del Palacio Presidencial, cayendo asesinado el estudiante de derecho Gonzalo Bravo Pérez.
A partir de entonces, los universitarios declararon que el 8 de junio sería el día del estudiante.
Veinticinco años después, el 8 de junio de 1954, en plena dictadura militar del general Gustavo Rojas Pinilla, fue asesinado el estudiante de cuarto año de medicina y segundo de filosofía Uriel Gutiérrez, durante un operativo policial al interior del campus universitario.
La reacción de los estudiantes no tardó. Cerca de 10.000 estudiantes de las universidades Nacional, Javeriana, Externado, Andes, Libre, El Rosario, Gran Colombia y América marchaban el día siguiente hacia el centro de la ciudad. Frente al actual edificio Murillo Toro (Ministerio de Comunicaciones), su paso fue bloqueado por la fuerza pública. Luego llegaron soldados del Batallón Colombia, recién desembarcados de la guerra de Corea, que obedeciendo a su imaginario de guerras y enemigos comenzaron a disparar contra los estudiantes, que habían optado por la resistencia pacífica. Nueve víctimas más se sumaron al sacrificio de Gonzalo Bravo y Uriel Gutiérrez: Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Jaime Pacheco Mora, Hugo León Velásquez, Hernando Morales, Elmo Gómez Lucich, Jaime Moore Ramírez, Rafael Chávez Matallana y Carlos J. Grisales. Más de veinte resultaron heridos.
Año 2011: Las denuncias por persecuciones de carácter político contra los estudiantes no han cesado, mientras se adelanta una reforma a la educación pública que sólo conviene a quienes ven en este derecho fundamental un negocio más en sus agendas. Mientras tanto, los costos de la educación privada cada vez hacen más ilusoria la posibilidad de que los sectores populares puedan acceder a ella.
Por otra parte, la vulneración a la libertad de cátedra y de pensamiento hace carrera en nuestro sistema. No faltan los casos de profesores que son víctimas de persecuciones laborales que culminan con su despido o su renuncia provocada, debido a la inconformidad de las directivas por la forma en que transmiten sus conocimientos.
Estos son motivos más que suficientes para que los estudiantes se manifestaran durante el 8 y 9 de junio de 2011. La fuerza de su voz se viene sintiendo no sólo cada 8 o 9 de junio sino durante distintas movilizaciones como la del pasado 7 de abril (2) por el derecho a la educación, o cada primero de mayo, en la que unen sus consignas a la de los trabajadores (3).
Andrés Monroy Gómez
@AndresMonroyG
Notas
(1). Alejandro Vallerjo. “El 8 de junio de 1929”. En Reportajes de la Historia de Colombia. Tomo 2. Editorial Planeta, 1989. Pg. 251.
Fuente: Kaos en la Red.
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