Por: Colectivo Rebelión
“…he aquí nuestro nuevo problema... He aquí lo que somos hoy, eternos jóvenes rebeldes, luchando en medio del fuego y del humo de la vida, luchando con las ideas en lo más alto del pensamiento humano para la liberación de la humanidad."
Julio Antonio Mella
(1903 – 1929)
La presente reflexión, manifiesta las horas tejidas en la construcción colectiva, convocados/as al ejercicio de la coherencia por la dimensión del desafío que se nos muestra, parados en la desmitificación de las miradas eclipsadas por la ideologización de procesos y formas, que hacen de cada mirada u orientación una posición adversaria o una batalla de principios ideológicos que excluyen a la mayoría del estudiantado de los retos impuestos a esta generación. Lo pretendido no es más, que una de tantas opiniones. Ni hija, ni madre, ni padre de la endogamia lineal, que sólo permite un estrecho camino para lograr objetivos comunes, donde los puntos convenidos son arrastrados por el monologo de la certidumbre y la homogeneidad, sin permitir el paso a la aventura de la armonía diversa del espíritu estudiantil. No se pretende con lo anterior una posición defensiva o demostrativa, más si, aportar a la cualificación y transformación de las realidades organizativas del movimiento estudiantil universitario.
La arquitectura de la unidad estudiantil desde las organizaciones e iniciativas, por mucho tiempo ha estado soportada en la práctica de la distancia, con un horizonte cercado por la comunidad de los monólogos, o de diálogos parciales y ausentes de franqueza. En muchas ocasiones, incluso antes de los tiempos de los encuentros estudiantiles, para evitar las dificultades en los espacios; hemos dicho lo que se quiere escuchar, más no lo que se piensa hacer, con una distinguida estética retorica para someter o anexionar posiciones contra las y los “equivocados”, con los afanes de la táctica no consensuada, buscando aprobación por mayoría en un escenario con limitación del ánimo democrático, donde el ejercicio electoral es injusto y contrario a la naturaleza del espacio. Esto no quiere decir, que no llegue el momento donde esto de cara al proceso sea posible.
La unidad de los tres tiempos o momentos (Organizativa, programática y de acción) que tanto hemos balanceado, requiere de un cuarto tiempo con movimiento trasversal, de fuerza ético-territorial que desconcentre las construcciones político-sociales de la unidad, en dinámicas de articulación locales y regionales, que logre equilibrar las democracias partidarias u organizativas con la democracia estudiantil (entendida como legitimidad venida de la voluntad del estudiantado), sin fragmentar o forzar consensos en los escenarios de encuentros o asambleas. Donde a la diferencia no sea negada, señalada como desviada del terreno de lo “correcto” y corrosiva, donde se le permita la presunción de inocencia y sea leída como pieza fundamental de la creatividad subjetiva y como nota de una sinfonía rebelde en el universo estudiantil. Esos cuatro momentos no son el ABC de la unidad o un marcapasos de los estados de la misma, su condición discontinua e integral son parte del movimiento y deberían ser perfilados con decisión y sin vacilaciones hacia la organización del estudiantado. Con esto, no se pretende la suscripción en un estilo renovado de la profetización romántica de los tiempos de la unidad, sino de ser oportunos con el espíritu nunca cercenado de la construcción solidaria, de los sujetos de cambio y transformación en los tiempos de crisis o en la crisis de nuestro tiempo.
Hoy la solidaridad ante la barbarie, ha permitido forjar nuevos lazos humanos en los caminos cotidianos de la vida universitaria, con unos aires que limitan la condición bélica de las tensiones y debates, habiendo asomos de madurez por las circunstancias y conscientes de la realidad que hoy afrontamos. Sin embargo, los residuos del vanguardismo, la unidad autorreferencial y el sectarismo, circulan el inestable terreno de las confianzas, siempre frágil, maltratado por las auroras de los egos y la franquicia de la razón.
La necesidad indiscutible de reducir la brecha que nos distancia a unos/as de otros/as, nos obliga a concentrarnos en lo fundamental, en defensa de la vida digna y dignificada, de la patria soberana, justa, democrática y en paz. Pero fundamentalmente en defensa de la universidad y la educación pública en nuestro país. La situación padecida por el pueblo colombiano, nos llama al arrojo indiscriminado, a dejar de circular el árbol de la certidumbre y caminar dentro del inseguro bosque para la edificación de la anhelada unidad estudiantil y popular.
De los encuentros nacionales a un estadio de articulación general
La emergencia ha sido el estado de los encuentros, más los encuentros no han sido nuestra emergencia. Desde el 31 de Marzo de 2007 y con la participación de 22 universidades públicas y otras tantas privadas, hemos usado la figura de los encuentros como escenarios consiente para la restringida coordinación de las acciones de movilización, sin retomar la experiencia y los aportes de la CNEU. Que hemos reconocido, no fue el único escenario unitario en ese periodo (Conclusiones, Encuentro, abril de 2009), pero simbolizo un paso importante en el imaginario de la construcción unitaria, no al ritmo y con la franqueza que todos quisiéramos desde el LLAMAMIENTO A LA UNIDAD ESTUDIANTIL producto del Congreso Estudiantil de Bucaramanga realizado en septiembre de 2003. Pero en ese recorrido sobre la CNEU, la ubicación valiosa de las tres etapas incumplidas, continúa siendo un referente inevitable para edificar una nueva idea de organización estudiantil unida, que en principio debe ser la apertura a una sana práctica de articulación en los territorios, que marca el ritmo y los derroteros de las ideas de la unidad.
Los encuentros llevan más años que la CNEU y pareciéramos estar condenado a nada más complejo y significativo en el espectro de nuestra articulación, pese a que cada que nos encontramos organizaciones, iniciativas estudiantiles y estudiantes en general, planteamos la urgencia retórica de la organización y la unidad, pero se aleja considerablemente de nuestras prácticas en las diferentes universidades del país (Conclusiones organizativas, Abril 2009 y 2010).
La retoma de las reflexiones organizativas de casi una década, no deben quedarse en la búsqueda desesperada de culpables, de los floreros amargos, de las miradas que nunca nos han permitido vernos o de las ramas comunes que se desprendieron para respirar otros aires. Esta etapa, requiere de una ruptura con las formas inflexibles, que permita un movimiento libre de la incidencia colectiva, una construcción de consensos para la unificación política y con una conducción horizontal como características básicas para superar el atraso. El estancamiento es anti-dialectico y lo que no va hacia adelante, inevitablemente, retrocede. Hemos construido varios cuerpos sin espíritu para la unidad, les hemos llamado frentes, coordinadoras, mesas, espacios, pero no hemos logrado darle vida propia o soltarle las correas, como si esperáramos el soplo divino en el terreno de ausencia. Por eso, la intención es provocar una voluntad de épocas futuras, para escalar la proporción de la grandeza de los principios que nos mueven, que nos hacen una generación del nunca más, forjadores/as de libertad y de otro mundo posible.
Unidad desde la democracia estudiantil
En momentos en que el autoritarismo se consolida e institucionaliza en nuestro país, donde por cuenta del capitalista la única libertad y poder de decisión del ciudadano/a es la selección súbita de productos inútiles. No podemos pretender combatir esto sin la construcción de una escuela democrática de hombres y mujeres libres.
La pretensión como sector social desde la democracia estudiantil, es entre tantas consideraciones, la democratización y democraticidad de las acciones reflexivas de la idea de la unidad, con un lenguaje menos cifrado que este, que pueda abordar una responsabilidad política y social, que no puede pesar exclusivamente sobre los hombros de las organizaciones e iniciativas nacionales, siempre importantes y necesarias para el cambio del estado de cosas actuales. Pero ese cambio del que todos y todas hacemos parte, está condicionado por lo que hasta ahora ha sido una configuración piramidal de la unidad, con acuerdos por arriba y con poca, por no decir, nula incidencia en la base del estudiando y de las organizaciones estudiantiles, como está demostrado por tantos acuerdos incumplidos de movilización, campañas, articulaciones, entre otras. (Revisar conclusiones encuentros del 2007 al 2010).
Las mesas de articulación, consideramos, pueden ser el punto de partida de un nuevo ordenamiento democrático, que sirve como base para la organización nacional del estudiantado. Porque hay democracia cuando existe un cuerpo social abierto y de eso poco hemos tenido, por ello en parte, los desbordes de las movilizaciones terminan con un fuerte desgaste en la capacidad de convocatoria o de incidencia, únicamente recuperada con la llegada de nuevos estudiantes que esperan descubrir el mundo de las movilizaciones, de la revolución, dar sentido a su inconformidad y rebeldía libertaria, siempre bienvenidas.
La construcción de la unidad, debe fundarse sobre una concepción que resignifique la relación dirigente-dirigido/a, en el sentido de que los/as dirigentes obedecen y están al servicio del estudiantado, no al contrario. No podemos seguir bajo la tiranía de los números que reproducen los monopolios del poder, que hacia afuera combatimos pero que hacia dentro, legitimamos y reproducimos. La idea de la democracia estudiantil no es una consideración sobre un método estrictamente procedimental, es ente todo, un grito a la organización de la esperanza, no de obediencias ciegas que no miran más allá de sus estrictos formatos de mundo, que no se permiten otro mundo donde caben muchos mundos.
La idea de Unidad en la cual creemos estamos comprometidos, es una propuesta amplia, con propósitos gremiales y de contenidos democráticos, ligada a la base y a la acción concreta, que se construye y no se impone, respetuosa del acumulado existente y nuevo, pero soportada en la construcción ética de lo colectivo y territorial, que nos permita contar con una herramienta efectiva de convocatoria y de construcción política, legitimada por el conjunto de los estudiantes. En esta dirección consideramos deben dirigirse los esfuerzos; el problema organizativo de la unidad es ante todo un problema político con un fuerte contenido ético, no se va a resolver con simples planes o cuadros con metas y tareas como hemos intentado hasta ahora.
La unidad estudiantil hoy puede ser parte del resultado del comprometido proceso de lucha contra un modelo privatizador y corporativista como el del gobierno déspota de santos. Un proceso llamado a superar el marco de la coyuntura. El desafío colocado en las manos de esta generación, sólo podrá ser recordado por la dimensión de su respuesta y la mística de su aguerrida entregada, del que tiene todo por ganar y dignidades que defender.
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