Por: Soren Gorad
Foto: Kaos en la red.
En los últimos 6 meses, la población de Gran Bretaña ha visto una explosión en las luchas. Realmente nos ha transformado mucho, no solo nuestro optimismo, también nuestras creencias acerca de qué podemos conseguir. Los argumentos anticapitalistas contra la austeridad están ahora en los medios de comunicación.
Todos conocemos a alguien que acepta los recortes sociales, dicen que la clase trabajadora ha aguantado tiempos difíciles antes y que podemos sobrevivir este período también, así que es mejor que sigamos sin quejarnos y esperemos a que llegue algo mejor. Todos conocemos a alguien con el punto de vista reaccionario, casi masoquista, alguien que dice que hemos sido demasiado codiciosos, gorroneando beneficios del estado en lugar de hacer un trabajo honesto, y que si los banqueros son codiciosos, las y los trabajadores somos iguales, por lo que nos merecemos la precariedad. Mucha gente se cree en la narrativa de la clase dominante. Pero al mismo tiempo mantienen una actitud disidente que se relaciona con su propia posición en la sociedad. Una posición social que es una realidad ineludible para cualquier persona que viva en Londres. Puede ver por su ventana en New Cross, Brixton o Hackney las brillantes torres de Canary Wharf, estos centros financieros colosales donde se mueve una gran parte del capital de mundo, un capital que sabe que nunca va a compartir.
Dada la historia de la lucha de clases en Gran Bretaña en los últimos treinta años, no debe sorprendernos que la idea de que podemos luchar contra la austeridad aún no ha convencido a todos. Aunque el movimiento obrero consiguió avances importantes en la década de los años 70, sobre todo como resultado de las huelgas mineras, desde entonces el neoliberalismo ha triunfado. Lo que parecía una huelga fuerte y popular de los mineros contra Thatcher entre 1984-85 fracasó. Yo realmente pienso que en los años posteriores hemos vivido en la sombra de esa disputa, no solo políticamente sino culturalmente también. Posteriormente, la socialdemocracia resultó ser el mejor heredero de Thatcher, privatizando, mientras nos decía que nos habíamos convertido en clase media, y por eso la lucha de clases ya había terminado. Esto justificaba las leyes antisindicales, las más duras en Europa, mientras que los sueldos reales iban disminuyendo y éramos uno de los países más desiguales en el mundo.
Este era el escenario antes de 2010: no hubo una verdadera acción colectiva en treinta años, excepto a través de los eventos realmente neoliberales como LiveAid.
La gente derrotó el Poll Tax (impuesto al sufragio) en 1990 y expulsó a Thatcher, pero este impulso desapareció pronto. Sin embargo, lo más frustrante fue que más de un millón de personas se manifestaron en Londres en las movilizaciones de 2003 contra las guerras, pero esto tuvo poco impacto sobre la política de Gran Bretaña.
De repente, el 10 de noviembre de 2010, 50.000 estudiantes y profesores tomaron las calles. Las banderas rojas ondearon en la torre Millbank, la gente rompió las ventanas de los bancos y peleó con la policía, todo el sistema estaba en el aire. Había seis mil personas, no una minoría, en o alrededor de la torre de Millbank, que es la sede del partido conservador, el partido de Cameron, Margaret Thatcher, Churchill; posiblemente el partido más antiguo en el mundo capitalista. Muchos sindicalistas con recuerdos de vivir bajo Thatcher se animaron al ver las ventanas rotas, mientras que los periódicos y los burócratas sindicales condenaron "la violencia"; aunque no condenaban la violencia de un gobierno que introduce recortes sociales tan fuertes. Esta marcha contra la privatización de la educación fue enorme, aunque todos los pronósticos dijeran lo contrario.
El mes siguiente fue increíble, uno de los momentos raros cuando la lucha se mueve tan rápidamente que no podemos mantenernos al ritmo. Hubo grandes manifestaciones estudiantiles cada semana, gente saliendo a la calle, cerrando los grandes centros comerciales, afrontando la violencia de la policía... Más de 40 universidades en todo el país fueron ocupadas y se estableció una asamblea de universidades en Londres.
¿Qué ley fue la que había enfurecido a tanta gente? Fue la legislación para aumentar las tasas universitarias, que también quería recortar los servicios universitarios. Su resultado: menos gente de la clase obrera será capaz ir a la universidad, especialmente para estudiar carreras como filosofía, historia o política. Nick Clegg, el líder de los liberales, había prometido explícitamente que no haría esto... mintió.
Mientras que la policía estaba agrediendo y apaleando a los estudiantes y jóvenes, la legislación fue aprobada. Creo que mi generación esperaba que los demócratas liberales y Nick Clegg iban a ser diferentes al partido conservador, que cumplirían una política más de izquierda; obviamente no lo eran. Mi generación, y personas más jóvenes que yo, han experimentado desde entonces un incremento significativo en el nivel de su conciencia política.
Después de Navidad, el movimiento estudiantil estuvo muy tranquilo. Cuando la unión de los profesores (UCU) convocó una huelga dio a todos una confianza renovada. Esta huelga fue caracterizada por una alta participación, sobrepasando todas las expectativas. Los estudiantes apoyamos a los profesores en los piquetes. Ahora es muy probable que, en un mes, un millón de profesores y trabajadores involucrados con la educación hagan huelga.
El 26 de marzo de 2011 más de medio millón de personas, la mayoría sindicalistas, salieron a la calle. Vimos, por primera vez, no sólo las banderas de los bomberos militantes y los sindicatos de trabajadores del metro, también las de los sindicatos más derechistas. Esto no había ocurrido en treinta años. Los y las jóvenes sindicalistas estaban empujando e impulsando a favor de movilizaciones más que nadie. Aunque muchos de los burócratas y los dirigentes del partido laborista duden sobre la necesidad de convocar movilizaciones colectivas, ahora están enfrentándose a una presión insalvable desde abajo y no pueden ignorar a las bases de sus organizaciones.
Lo que parecía posible y aceptable, ahora mismo se ha transformado completamente. También están más patentes los antagonismos entre las y los sindicalistas dispuestos para luchar y quienes quieren preservar el orden social. En estas situaciones, la "opinión popular" puede cambiar rápidamente, y aunque seamos un elemento muy pequeño en el sistema político general, podemos tener una función integradora que nos permita ganar una base social de masas. Aunque las movilizaciones experimenten altibajos, creo que tienen el potencial de montar un asalto eficaz sobre la inevitabilidad de los recortes
Entonces, ¿a dónde vamos? ¿Y ahora qué? Pues está claro que una huelga general es la clave para la caída de nuestro gobierno, y la táctica de una huelga general ahora se ha convertido en un tema de debate en las bases sindicales; la última huelga general en Gran Bretaña fue en 1926.
La izquierda anticapitalista ahora está en un momento clave, ya que no existe un partido comunista, los socialdemócratas son apenas radicales, y sí, en una época de lucha como lo de noviembre, nuestra tradición es capaz de reconocer la potencia de la clase obrera, de proporcionar una estrategia para encaminar la fuerza de la gente.
Este período es notable porque tenemos sitios como Wisconsin, en las entrañas de la bestia capitalista, que están en lucha. Podemos sacar mucha confianza del hecho de que en los lugares donde el neoliberalismo ha luchado mucho para establecerse, donde incluso ha vencido a las y los trabajadores organizados, la gente sigue luchando.
Texto extraído de la intervención de Soren Gorad en las Jornadas ‘Ideas para Cambiar el Mundo’ que se celebraron en marzo de 2011 en Sevilla, organizadas por En lucha.
Soren Gorad es militante del Socialist Workers Party, organización hermana de En lucha en Gran Bretaña.
Fuente: Kaos en la red.
No hay comentarios:
Publicar un comentario