La vida universitaria tal vez es una de las más emotivas etapas en aquella tragicomedia contrastada y melancólica que es la vida del ser humano. Así es, la esencia de la universidad, (y no existe necesidad de explorar con argucias inhóspitas y dudosas acerca de la metafísica del concepto, ni tratar de nuevo de esclarecer el quid de su proyección semántica o etimológica), radica en dos elementos fundamentales e insoslayables: el pluralismo y los estudiantes. Universo de ideas, de opiniones, de cátedra, de expresiones, de postulados, de corrientes…todos en perfecta armonía conjugan sus más elementales andamiajes para darle cabida a un centro de formación netamente cultural cuya teleología, cuya misión no debe radicar más que abanderarse de las causas sociales y otorgar un plus de proyección a la Nación.
Sin duda, Colombia es un país vejado por la espada aciaga y desgastada de la opresión y, las gentes, acostumbradas a un caudillismo totalitario o a un mesianismo redentor, simplemente someten su idiosincrasia a la espera patológica de “algo” que va a llegar…pero ¿cuándo? Es perogrullesco afirmar que gran parte de la responsabilidad del actual estado de la cuestión la tienen dos factores: la mediocre clase política y (en perfecta concatenación con ella), la débil clase estudiantil. Así es, es bastante complejo y a la vez nostálgico recordar cómo otrora el movimiento estudiantil a nivel latinoamericano y a nivel nacional era un estandarte de convicciones, movido sólo por la égida de la victoria y la reivindicación de los derechos mínimos, era un movimiento progresista, bravío, corajudo…que ponía sus esperanzas en la masa estudiantil como presente transformador de las lágrimas del pasado, era un pelotón de pequeños guerreros cuyas mejores armas siempre fueron el argumento, la idea, la UNIÓN y cuando fue necesario, la FUERZA. Hoy, la historia rompe con ese hermoso pasado, y vemos que las luchas universitarias se menguan con meridiana claridad frente a dos enemigos mortales que están a punto de dar el “golpe de gracia”, a saber: las políticas gubernamentales que exacerban la ambición del capital y a toda costa someten y eliminan cualquier conato de oposición, y por otro lado, la falta de cohesión en los mismos movimientos y la inoperante confusión en sus ideales, que permiten de forma deliberada la incorporación de incautos que sólo quieren aprovecharse de la coyuntura para dividir, y al final, acabar con el movimiento.
Ligado a lo anterior, está la apatía enfermiza de la juventud de hoy en día, que alienada por el boom de la comunicación, por el consumismo abyecto, se reafirma en una posición bastante ingenua que se reduce a la máxima: “es que debemos vivir la vida”…este paradigma de visión irradia un virus de indiferencia total que definitivamente hace muy difícil que el movimiento trascienda. Pero si bien se podría aceptar que la mocedad es para disfrutarla y para no preocuparse por asuntos “aburridos”, también debemos considerar que si el joven de hoy sigue en ese camino hostil a la realidad paralela que camina con él, la madurez que algún día llegará, será desierta, vacua, llena de simples nostalgias por aquellos recuerdos de tantas experiencias que simplemente se botaron al cesto de la basura. Mientras tanto, el país se desangra y las esencias sociales de cada carrera universitaria quedan relegadas a las “mágicas” misiones y visiones de todas las facultades, que colgando en cada pared, sólo esperan que alguien las arrojen a un pozo del olvido, puesto que sólo son puestas en esos lugares para tapar imperfecciones de la pintura…ah, y para que algunos estudiantes con vocación artística las pinten con estupideces.
Sin duda, Colombia es un país vejado por la espada aciaga y desgastada de la opresión y, las gentes, acostumbradas a un caudillismo totalitario o a un mesianismo redentor, simplemente someten su idiosincrasia a la espera patológica de “algo” que va a llegar…pero ¿cuándo? Es perogrullesco afirmar que gran parte de la responsabilidad del actual estado de la cuestión la tienen dos factores: la mediocre clase política y (en perfecta concatenación con ella), la débil clase estudiantil. Así es, es bastante complejo y a la vez nostálgico recordar cómo otrora el movimiento estudiantil a nivel latinoamericano y a nivel nacional era un estandarte de convicciones, movido sólo por la égida de la victoria y la reivindicación de los derechos mínimos, era un movimiento progresista, bravío, corajudo…que ponía sus esperanzas en la masa estudiantil como presente transformador de las lágrimas del pasado, era un pelotón de pequeños guerreros cuyas mejores armas siempre fueron el argumento, la idea, la UNIÓN y cuando fue necesario, la FUERZA. Hoy, la historia rompe con ese hermoso pasado, y vemos que las luchas universitarias se menguan con meridiana claridad frente a dos enemigos mortales que están a punto de dar el “golpe de gracia”, a saber: las políticas gubernamentales que exacerban la ambición del capital y a toda costa someten y eliminan cualquier conato de oposición, y por otro lado, la falta de cohesión en los mismos movimientos y la inoperante confusión en sus ideales, que permiten de forma deliberada la incorporación de incautos que sólo quieren aprovecharse de la coyuntura para dividir, y al final, acabar con el movimiento.
Ligado a lo anterior, está la apatía enfermiza de la juventud de hoy en día, que alienada por el boom de la comunicación, por el consumismo abyecto, se reafirma en una posición bastante ingenua que se reduce a la máxima: “es que debemos vivir la vida”…este paradigma de visión irradia un virus de indiferencia total que definitivamente hace muy difícil que el movimiento trascienda. Pero si bien se podría aceptar que la mocedad es para disfrutarla y para no preocuparse por asuntos “aburridos”, también debemos considerar que si el joven de hoy sigue en ese camino hostil a la realidad paralela que camina con él, la madurez que algún día llegará, será desierta, vacua, llena de simples nostalgias por aquellos recuerdos de tantas experiencias que simplemente se botaron al cesto de la basura. Mientras tanto, el país se desangra y las esencias sociales de cada carrera universitaria quedan relegadas a las “mágicas” misiones y visiones de todas las facultades, que colgando en cada pared, sólo esperan que alguien las arrojen a un pozo del olvido, puesto que sólo son puestas en esos lugares para tapar imperfecciones de la pintura…ah, y para que algunos estudiantes con vocación artística las pinten con estupideces.
Todo esto para decir con total conocimiento de causa que la situación de la Universidad Libre Seccional Cali se asemeja en todo a lo expuesto. Primero, porque definitivamente no sabemos cómo se llama la enfermedad que se extrapola en los estudiantes, pero definitivamente se palpa con sensación aguda esa pereza colectiva, ese atraso intelectual que lleva al ocaso de las causas nobles y revolucionarias, esa ansia por el espectáculo y esa actitud reacia a la cultura y a la verdadera academia, ese apoyo coyuntural y efusivo, pero que a la postre sólo es un oasis que poco a poco se desvanece frente a las verdaderas batallas. Algo sí es cierto, la Universidad Libre es una entidad de carácter privado, y por tanto, se diría de manera sosa y poco inteligente, que los procesos nacionales no nos deben interesar, que la solidaridad y la función social es cosa de locos, de “univallistas”, que al fin y al cabo, la posición económica de muchos es la que importa y que sólo llegan a las aulas de la U a estudiar y ya. Pues bien, consideramos que ahí precisamente radica la situación actual de la Universidad Libre ¿cuál? La Universidad Libre Seccional Cali, hoy está siendo gobernada de forma arbitraria, ya que las decisiones que se toman alrededor de temas álgidos se están tomando de forma unilateral pero con un aparente tinte de consenso, de colegiatura, de unidad; la voz del estudiante, que en la forma y en el papel ya es de por sí bastante reducida, en la realidad se suma a la voz unísona de las directrices funcionales y jerárquicas, que movidas por intereses netamente egoístas, arrasan con una verdadera y sólida democracia; eso sin mencionar que nos apabullan con acreditaciones, es decir, nos impregnan el tema de la acreditación no como un proceso de mejora paulatino, consensuado, consultado con los estudiantes (alma de la U), sino como un destello fugaz que depende de una rúbrica del Ministerio de Educación y que al final no se va a compadecer con la mejora de la calidad, sino que traerá consigo excelentes dividendos que dependerán de la cantidad; pero lastimosamente, acreditación no significa necesariamente mejora, o si no, qué se hará con el personal docente que definitivamente no cumple a cabalidad con una educación superior, y que hacen del estudiante una acéfala porción de dudas y vacíos…qué se dice de la famosa Sede de la U, que sólo está supuesta y mientras eso nuestros “representantes” vociferan su aprobación para aprovechar eso como boom mediático para sus campañas…qué se va a hacer con Bienestar Universitario, cuyos procesos son aislados y se dejan a medias en la mayoría de las veces…qué se dice de los grupos de Investigación, que definitivamente no incentivan al estudiante a crear conocimiento, y cuya cobertura en la U es desafortunada, y por último, qué se va a decir de la representación estudiantil, cuya inclusión la exigió (tal vez lo único bueno que hizo) la Ley 30 de 1992, cuando con un apoyo masivo del estudiantado (ese día definitivamente ha sido el único en que la U se movió) triunfa el voto en blanco, y desde ese día en adelante sólo hemos pedido a gritos que las nuevas elecciones se celebren, y la respuesta de la seccional ha sido indiferente y temerosa, ya que apelan a criterios jerárquicos y si bien estos se deben cumplir, no ha habido gestión, no ha habido una real preocupación, se podría decir que no le interesa a la Seccional que en los órganos de gobierno de la misma esté la incipiente voz del estudiante y contrario sensucelebran socarronamente la silla vacía que quién sabe hasta cuándo permanecerá así. La decisión está en manos de la Consiliatura, y por eso, dudamos que en su ritualismo exótico se toquen temas que según lo visto hasta hoy, poco interés tienen; en ese sentido, hemos manifestado nuestro rechazo a la actitud pasiva de la Seccional, y lo hemos hecho de forma incisiva, nos hemos reunidos con ellos para escuchar su discurso pacificador y negador de lo que viene ocurriendo y, a pesar de lo que pueda pasarnos, hemos mantenido una posición férrea que se reduce a: ¡academia o muerte!, que simplemente quiere transmitir a usted, amigo estudiante, este mensaje: nosotros sólo luchamos por la aplicación material y colectiva de los postulados unilibristas, es decir, la libre cátedra, la democracia, la participación y la legalidad en las actuaciones, eso en completa armonía con los postulados generales de la Misión y Visión de la Universidad, que fomentan el pluralismo y la toma de decisiones colectivas y trasparentes en los procesos institucionales.
Por todo lo anterior, denunciamos la persecución que se ha dado contra nosotros, que en otro documento se narrará con sumo detalle; advertimos que no vamos a callar nuestras voces ante la posible negativa a realizar las elecciones antes de terminar el semestre académico, y eso significa actuar de forma resistente, mediante la idea, el derecho y el hecho; y por último, le pedimos a usted, amigo estudiante, que al leer estas cortas líneas, se concientice de la magnitud de la esencia universitaria y se solidarice con nosotros brindándonos todo su apoyo a la hora de movilizarnos de manera pacífica, silenciosa, unida y eficiente contra la ignominia que a diario se fragua en la Universidad.
Por siempre, Unilibristas, por siempre…luchando por el real encuentro de sus ideales:
UNITOES
UNIDAD TOTAL ESTUDIANTIL.
“Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”.
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