Por: Universidad Pública Resiste
Cuando pensamos en la Universidad Nacional, inmediatamente pensamos en que esta es la universidad de la nación, y que es en ella donde deben formarse y defenderse los valores y culturas de todos los pueblos que componen el país.
Dentro de la misión y la visión de la Universidad, se encuentran "contribuir a la elaboración y resignificación del proyecto de nación, estudiar y enriquecer el patrimonio cultural, natural y ambiental del país" y " ser una academia que participe activa y críticamente sobre el desarrollo y la identidad nacional".
Sin embargo, por mucho que digan las letras, la realidad es otra. Dentro de la Universidad, se hace evidente como la "inserción" de otras comunidades se limita a unos cuantos programas entre los que podemos observar el PAES (programa de admisión especial), el cual contempla una normativa especial para el ingreso a la universidad a personas de las comunidades negras, afro y palenques, siendo una iniciativa pertinente, pero que no resuelve los problemas a largo plazo que tienen estas personas para mantenerse dentro de la U, constituyéndose en gran parte de la población universitaria que semestre a semestre incrementa los índices de deserción.
Además de esto, en cuanto a la inclusión de las diferentes culturas del país a la universidad, esta se reduce a la realización de ferias y fiestas que se supone nos muestran la diversidad cultural de Colombia, pero que más parecen un circo que poco o nada contribuye al aprecio y la apropiación de esas culturas por parte de la comunidad universitaria.
Por último, si hablamos de inserción cultural y educativa, es de suponerse que las diferentes expresiones culturales del país van a verse incluidas dentro de lo académico, en los programas curriculares, en la enseñanza de lenguas nativas, etc. Pero incluso a este respecto, la Universidad Nacional, quien por su esencia debería ser pionera en este tipo de prácticas se queda corta; los procesos educativos que aquí se desarrollan nos muestran una única forma de funcionar, de comportarnos, de enseñar y de aprender; reducen la vida y los conocimientos a las formas occidentales que para nada recogen los saberes ancestrales, y que por el contrario, pretenden homogeneizarlos bajo los rótulos de "cientificidad" y "objetividad" que tanto se enaltecen desde todos los rincones de la institucionalidad.
Estas banderas de las que tanto se enorgullece la Universidad, más parecen defender la formación de sujetos acríticos, y la "producción" de saberes para la reproducción de la sociedad actual (con todo y sus contradicciones). Se reduce el saber científico a la repetición (porque ni siquiera es análisis) de teorías que la mayoría de veces no corresponden a nuestra realidad, y que muy pocas veces son confrontadas con ella y puestas a dialogar con los otros conocimientos, reduciendo entonces el conocimiento a lo racional y funcional.
Este tipo de actos dejan varias preguntas en el aire ¿que tan incluyente es la Universidad? ¿Las culturas nativas solo nos aportan bailes y artesanías? Para nadie es un secreto que en la sociedad en general, los conocimientos de indígenas, campesinos, y en general de todas las identidades que pretenden ser negadas, se ven como algo inferior, como algo que va en contra del proyecto modernizador al que debemos dirigirnos. Con esto, se da cuenta de que la Universidad actúa introyectando los principios sociales con los que convivimos; sin embargo, esto no es excusa para reproducir estas prácticas.
Desde la Universidad como productor de conocimiento, se debería empezar a desarrollar un proceso de descolonización, un proyecto que reivindique los saberes de los pueblos, que los reconozca como válidos, y sobre todo, que los integre a un nuevo proyecto de Universidad, uno que realmente responda a la historia y al contexto actual del país, a su idiosincrasia y a sus quereres.
Son varias las acciones concretas con las que pueden darse los primeros pasos en este sentido: la enseñanza de lenguas nativas, el acompañamiento para la creación de universidades de pueblos indígenas y afros y la implementación de cátedras en donde los temas centrales sean dictados por las personas que hasta ahora se han quedado por fuera del ambiente universitario, son entre muchas otras, iniciativas que propiciarían en gran medida, empezar a (re)generar los lazos con los llamados “otros”, y desarrollar el diálogo de saberes.
Esta reflexión pretende dejar en el aire las críticas respecto al papel que está cumpliendo la Universidad en el proceso de construcción de nación, de multiculturalidad y de identidad. Pero más que esto, con esto se busca problematizar acerca de qué proyecto de país estamos pensando desde el ámbito académico, ¿estamos produciendo conocimientos que lo único que van a hacer es perpetuar el (des)orden en el que hemos vivido desde hace siglos? El llamado es entonces a superemos esta lógica en la que hasta ahora hemos estado inmersos y enfoquemos nuestro quehacer académico e investigativo a plantear soluciones y proyectos políticos y de sociedad realmente incluyentes que contribuyan a la construcción de un país, verdaderamente plural, verdaderamente libre, verdaderamente nuestro.
Fuente: U. Pública Resiste
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