lunes, 21 de octubre de 2013

Carta Abierta al Movimiento Estudiantil de la Universidad de Caldas.



Octubre 21 de 2013

Encuentro varias lecturas al respecto de la fase actual movimiento estudiantil de la Universidad de Caldas. Una de esas lecturas, de mi absoluto desagrado, es la que se centra en apelar a la “racionalidad” (comprendida como opuesta a una supuesta “radicalidad”). Esa lectura, la cual tiene un componente discursivo supremamente valorativo, representa al movimiento a través de dos bloques: los cautos (y por ello “tácticos”) y los “disidentes” (y por ello irracionales).Esta oposición, que en verdad es inventada (ello debido a que los movimientos nacidos dentro de coyunturas específicas necesariamente están en tensión, división y debate), implica centrar las causas del debate en unos supuestos errores del movimiento y no en las acciones de la Administración y las colegiaturas, lo que conlleva a una tensión más que compleja dentro del mismo movimiento debido a que todos sus márgenes exteriores (la opinión pública universitaria, con ello los docentes, estudiantes no participantes del movimiento, padres de familia, medios de comunicación) focalizan la discusión en la maximización de las divisiones, en el señalamiento y en la ruptura de los lazos entre la representación y la movilización. Cuando a la “racionalidad” se le muestra como única herramienta de victoria, lo que en verdad se hace es frenar toda opción de empoderamiento estudiantil debido a que esa “racionalidad” conlleva a la quietud bajo la esperanza de un movimiento futuro que, ahí sí, tendrá todas las condiciones materiales para ser triunfante. Racionalidad y cautela se complementan cuando se instituye la lectura del otro: el disidente. Al parecer todo aquello que tenga que ver con mecanismos de participación no tradicionales o con herramientas de lucha simbólica es inmediatamente comprendido como irracional. Y es comprendido como irracional debido a que –sugieren quienes lo ven así- tales mecanismos son los que han frenado las posibles negociaciones con los entes administrativos o, peor aún, han acabado por romper una supuesta unidad dentro del movimiento. En ningún caso, al parecer, se apela a que justamente esas formas de resistencia no son previsibles, ni fácilmente cooptadas y que, lejos de ello, pueden establecer un mayor horizonte de denuncias. Esas formas de resistencia no encajan dentro de la lógica de la negociación o el consenso y, precisamente por ello, deben ser rebatidas, anuladas, deslegitimadas. Esa irracionalidad a la que apelan quienes hoy debaten acerca de los “errores” del movimiento y las posibles salidas menos dolorosas de este impase en el calendario académico, es justamente la única herramienta de ganancia histórica. Las ganancias de los movimientos estudiantiles no solamente se miden al respecto de las reivindicaciones conseguidas a manera de numerales en un pliego. Ser incólume, digno, resistente hasta el final, es ganarle a la historia del movimiento el ápice del respeto. Establecer que hay una fuerza viva universitaria que no declina es una ganancia táctica para otros momentos históricos. Recuperar el debate, la tensión, la pugna de intereses es una ganancia política para quienes están en el camino de pensar una transformación nacional. He leído cómo a tales “irracionales” los llaman torpes, ignorantes, adolescentes, pero no he leído nunca que es justamente la práctica política, el error, el acierto, la tensión, la que genera niveles de politización. El ejercicio mismo del movimiento universitario, en este caso ya solamente estudiantil, es el germen de la transformación política del espacio universitario, es la única herramienta de democracia real medida en empoderamiento, es el escenario de identificación de intereses contrapuestos, emergentes, antagónicos o contradictorios. Quienes leen al movimiento estudiantil a través de sus “errores infantes” deberían procurar tener, de verdad, una visión de futuro colectivo y esa visión tendría que ser, esencialmente, solidaria. El momento actual de la movilización universitaria es, a mi manera de ver, el más interesante y el más difícil. El antagonismo vacaciones/levantamiento al que los llevó la Administración (y sus entes de poder marginal –C. Académico y C. Superior) les pone de frente una discusión que, al parecer, han aplazado: qué hacer cuando se desdibujan de verdad los ámbitos de las vías de derecho. La forma en la que respondan esa pregunta y la manera en la que lean esa potente variable será la herramienta con la cual demostraran la politización efectiva del movimiento estudiantil actual.

Natalia Agudelo Sepúlveda
Egresada

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