miércoles, 15 de agosto de 2012

La estigmatización de los estudiantes según los “chistes” de Nik


Para quienes no lo conocen Nik es un humorista que trabaja en el tradicional diario argentino La Nación desde 1992. Así como su fundador, Bartolomé Mitre, se encargó de difundir una idea elitista de la historia nacional que hasta la fecha, mantiene su predominio en las aulas nacionales, en la que prevalece el análisis descriptivo y no explicativo de los hechos, salvando las enormes distancias, Nik hace un trabajo similar desde las páginas del mismo. Desde la elaboración y difusión de sus chistes colabora decididamente en crear un sentido común fuertemente estigmatizante donde la escuela pareciera ser un campo de batalla y lo que reina es el desorden y el caos.

Nik no hace más que reproducir una percepción presente en numerosos docentes respecto a la cotidianidad escolar. En este sentimiento mucho tiene que ver el hecho de que la escuela ha estado incorporando, desde hace algunos años, a alumnos de sectores sociales diferentes de los que constituían su público habitual-y para los cuales la escuela no ha sido diseñada, allá hacia finales de siglo XIX- y que no han sido socializados según los parámetros que ésta da por supuestos, con el consiguiente desbarajuste de las expectativas mutuas.

En el desarrollo de su humor, aparece repetidamente el tópico de la autoridad docente. Desde su percepción, esta pérdida de la voz de mando que los maestros tradicionalmente poseían se encuentra vinculada a que los chicos de hoy en día son irrespetuosos y no respetan jerarquías. Creemos que la realidad es más compleja. Hoy en día los alumnos, así como numerosos empleados en sus trabajos con sus jefes, no están dispuestos a reconocer la autoridad del profesor como natural y como obvia. Esperan ser convencidos de la utilidad que los estudios poseen, ya sea de su interés intelectual o de su interés social. La autoridad no viene con el cargo, es el ejercicio del mismo el que la confiere. Es tener pasión por lo que se hace y ser consciente de la importancia de nuestro rol como educadores.

Otra cuestión que aparece con frecuencia en sus tiras es el uso de las nuevas tecnologías. Desde las páginas de La Nación, Nik plantea reiteradamente que son absolutamente disfuncionales con la posibilidad de aprender. Nuevamente disentimos, hoy las nuevas tecnologías se encuentran definitivamente insertas en la vida de millones de personas. Los alumnos, así como los docentes no somos una excepción en esta vertiginosa modificación de las costumbres ciudadanas. Sabemos que la rápida expansión de la web en la sociedad contemporánea ha provocado los más disímiles efectos en el campo de la economía, el trabajo, el rediseño del espacio público y en la vida social misma. Por dichos motivos, considero que debemos también abordar a las nuevas tecnologías como promotoras de lazos sociales y productoras de sentido. Por otro lado, hay una fuerte política estatal en el sentido de utilizar las nuevas herramientas tecnológicas en el aula. A la fecha se han repartido más de 2 millones de Netbooks por el programa Conectar Igualdad. Una especialista en el área como Roxana Cabello, en su libro Yo con la computadora no tengo nada que ver, que es el resultado de una investigación realizada entre los años 2003 y 2006, encuentra que los docentes se enfrentan con temor y desconfianza a la computadora, pero también observa que todos manifiestan tener predisposición favorable y valoran el uso de las computadoras para tareas escolares, por lo cual reconocen que es importante capacitarse en el área y no desdeñarlas.

En nuestra práctica cotidiana, podemos verificar que Nik trabaja reproduciendo muchas de las opiniones que un sector de los docentes hoy posee. No todos, por suerte, pero si un porcentaje nada despreciable. Esos docentes parecen añorar un pasado que creen mejor, en el cual la escuela primaria, pero básicamente la secundaria, recibía alumnos de un determinado sector social, condenando a la gran mayoría a quedar fuera del sistema educativo. La finalidad de este sistema educativo tal como se formó en nuestro país era conformar un tipo de alumno homogéneo. Lo que adrede olvida ésta extendida visión es que esa homogeneidad fue productora de injusticias evidentes y legitimadas a lo largo de generaciones como dejar excluidos a amplios sectores del derecho de recibir educación. De ahí la interesante discusión que se plantea con la obligatoriedad de la secundaria dispuesta a partir de la sanción de la Ley de Educación Nacional N°26.206 de 2006.

Parece ser que Nik también se hace eco de una extendida cultura de la queja, que está teniendo lugar desde hace algunos años en el sistema educativo argentino. La añoranza de un pasado que se cree mejor, forma parte inseparable del discurso que un número importante de los docentes manifiestan sobre su labor cotidiana. Creemos que esto puede enmarcarse en una “democratización del sufrimiento”, concepto aportado por Eva Illouz. La falta de confianza en las futuras generaciones es otra constante que aparece repetidamente en su particular humor, siguiendo a la reconocida pedagoga Inés Dussel, estamos convencidos que “sin esta confianza, que es otra forma del amor en la pedagogía, no hay educación posible, o hay una educación que es de esas que envejecen, que aplastan la imaginación, que ahogan”i. Los chistes de Nik y su reproducción acrítica en las redes sociales por parte de numerosos docentes dan cuenta de esta última forma de transmitir conocimientos, sumamente perjudicial para el futuro ya no del sistema educativo, sino del país.

Por: Iván Pablo Orbuch, profesor de Historia en Argentina (UBA-FLACSO-UNSAM).
En: Rebelión 


_________________________
i Dussel, Inés (2006) “Impactos de los cambios en el contexto social y organizacional del oficio docente”, en Tenti Fanfani, Emilio (comp.) El oficio de docente: vocación, trabajo y profesión en el siglo XXI. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Traducir esta página

Buscar noticias en esta página

Entradas populares

Contacto

prensauniversidad@gmail.com