sábado, 25 de agosto de 2012

Ricos con ricos y niños con niños


Escuelas, la mayoría religiosas, que no permitían ni la mezcla de niños con niñas ni de ricos con pobres, incluso las entradas y salidas se hacían por puertas diferentes. ¿Es a esto a lo que nos ha pretendido llevar el ministro Ignacio Wert? . El Tribunal Supremo está en contra de esta segregación retrógrada, denunciada por la Junta de Andalucía, que retoma la escuela integradora, capaz de generar la igualdad que tanta falta hace. Una metedura de pata del responsable de una educación, supongo que olvidada, pero que todavía saca sus tentáculos. La respuesta ha sido contundente y esperemos que obedezca la sentencia del Supremo. NO PUEDE NI DEBE HABER DIFERENCIA ENTRE SEXOS A LA HORA DE LA EDUCACIÓN. 

Lo contrario sería alargar el brazo discriminador de una enseñanza “femenina”, donde las niñas sentían vergüenza ante la menstruación, donde el coser, planchar o bordar eran las “manualidades” más cercanas a las futuras “reproductoras”, condenadas a ser las trabajadoras de la casa. Sólo se libraban las que, por su nivel social y económico, se podían permitir contratar a las “criadas” venidas de los pueblos, con derecho a comida, cama y caprichosos permisos para ver a sus familias.

En esa sociedad, construida por los ricos y sus escuelas, no cabía más que emigrar o convertirse en planchadora, cocinera, friegasuelos, costureras y con suerte enfermera La mujer apenas ocupó la Universidad pero eso fue en los tiempos que nos recuerda el ministro Wert .

En cuanto a los niños, los machos, con unas clases de gimnasia, basadas en movimientos militares y cuyos profesores eran falangistas, contaban con campos de fútbol en los colegios de los ricos, mientras que las niñas en amplios patios se limitaban a los juegos impuestos y a cantar a coro canciones más de cuna que de cama. La rueda de “el patio de mi casa es muy particular…”, la comba, el tejo y poco más porque no podían jugar a piola porque era cosa de niños. En los colegios religiosos, misa y rosario diario para ambos.

Las escuelas de niños eran diferentes de las escuelas de niñas. Las niñas estudiaban menos contenidos culturales para poder dedicar tiempo a aprender a coser, a bordar, a hacer croché, a dibujar… mientras que los niños solo estudiaban materias por lo que al final de la escolaridad los niños eran más cultos que las niñas y tenían más conocimientos, aunque ello les costra castigos de palmetazos con la regla en la palma de la mano o tenerle media hora en cruz con varios libros en cada mano ponerle en ridículo mirando para la pared.



Cuando dos adolescentes se besaban en un parque eran multados por “actos deshonestos” y durante los primeros años de noviazgo tenían que ser acompañados por alguien de confianza. Lo que nunca se supo, por mucho que se evitara, cuantas conservaban su elogiada virginidad.

Se tratan de pequeños apuntes, de mi débil memoria, de las escuelas discriminatorias que el ministro añora. Lo que no recuerda era el hambre y las necesidades del mundo rural, exiliado a las capitales para que los señoritos luciesen bien almidonadas sus blancas camisas. Hoy no es ayer Sr. Ministro. Si es cuestión de subvencionar o “ayudar económicamente” a colegios de ricos, dígalo, pero obedezca la sentencia de la mayoría de los miembros del Supremo que deja bien claro que la igualdad y el derecho a la enseñanza no puede tener corralitos de sexo. Aquí y en esto de la cultura y formación para el futuro, o somos todos iguales o se rompe la baraja.

Por mi parte que el Tribunal Supremo de Andalucía esté en esta línea es una buena noticia. En los tiempos que vivimos, cuesta mucho encontrar titulares agradables.

Fuente: Kaos en la Red

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