lunes, 14 de marzo de 2011

¿Educación pública o educación de la pobreza?



por Tatiana- Diana / Barrio Adentro


En nuestro país es muy visible la desigualdad social, la mala distribución de los recursos públicos, la indiferencia política y evasión de la clase dirigente a temas tan importantes como la salud, la cultura y la educación.

Dicho descuido se ve reflejado en la precariedad y en la miseria en que se encuentra el sector educativo, en especial la educación (pública) básica y media; ejemplo de ello lo tenemos a nuestro alrededor: no es posible que en un barrio que cuenta con más de nueve mil familias, tenga a disposición de la comunidad solo dos escuelas públicas, que para ser realistas no cubren con la cantidad de niños y niñas que tienen derecho a acceder a este servicio, que debería ser gratuito y obligatorio. El artículo 4 de la Ley General de Educación [1. Ley General de Educación 115 de 1994] menciona que es obligación del Estado garantizar, velar y mejorar la educación, y es deber de la sociedad y de cada uno de nosotros vigilar y exigir que dicha obligación se cumpla.

Por parte, en Colombia a escala mundial se habla de un promedio por maestro de 72 niños, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en África, Asia y América esta cifra es tres veces mayor; esta relación maestro-estudiante no sólo disminuye el contacto entre ellos, sino que disminuye la calidad de educación prestada en estas condiciones.

Otro problema que ha aportado el programa de Promoción de la Reforma Educativa en América Latina y el Caribe (PREAL) es el hacinamiento de estudiantes en las aulas, aumento de horas de clase de los docentes, reducción de los tiempos de receso escolar, sustitución de la formación en conocimientos y saberes por formación en competencias y educación por estándares, y muchas inconsistencias mas, apoyadas por grandes multinacionales como: United States Agency for Internacional Development (Usaid), Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Banco Mundial, Global Development Research Network, Internacional Association for the Evaluation of Educational Achievement (IEA) para privatizar la educación.

Es humillante saber que nuestras escuelas no cuentan con los materiales suficientes y ni siquiera básicos para brindar una educación para la vida. Sus directivos y profesores viven con la esperanza de que se van a realizar inversiones por parte del Estado para tener condiciones dignas para la enseñanza. Una docente decía que muchos de sus estudiantes no respondían académicamente ya que las mesas de los pupitres estaban en mal estado y no era posible que los niños llevarán sus apuntes en el cuaderno.

Muchas escuelas públicas no cuentan con sillas suficientes para los estudiantes, quienes se ven obligados a tomar sus clases de pie. Un ejemplo de ello es una institución “educativa” de la ciudad de Cali, donde diez estudiantes se ven obligados a permanecer de pie durante la jornada escolar. Pupitres en mal estado, techos con agujeros, escasos computadores, paredes a punto de caerse, en algunos casos maestros poco críticos con lo que sucede en su entorno. Podríamos realizar una larga lista sobre la carencia del sector educativo, fallas que nos llevarían a reflexionar si en realidad nuestros niños y niñas están recibiendo una buena educación pública o una educación de la pobreza.

Creemos que para un país como Colombia, que se encuentra sumido en la violencia y en la pobreza desde hace muchas décadas y por ende un país cuyo pueblo no posee identidad, una buena educación sería el paso trascendental para empezar a caminar por senderos de un verdadero cambio social.

Como colombianos exigimos una educación de calidad, que permita a los colombianos ser libres y tener los conocimientos para analizar los problemas que aquejan nuestra sociedad. La educación debe ser gratuita en todos sus niveles con una financiación estatal adecuada, debe contar con instalaciones adecuadas y materiales suficientes, profesores críticos para garantizar un verdadero cambio. Una privatización de este servicio sería lo contrario, sería considerar la educación como un mero negocio, fomentando una mentalidad individualista, perdiendo así toda la capacidad de una generación.



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