Por: Josef K
En vista de que los medios de comunicación impresos de la ciudad han perdido por completo la vergüenza para publicar patrañas y mentiras en contra de los estudiantes de la UTP con respecto a las protestas desarrolladas el jueves 7 de abril de 2011, y por amor a la verdad, me veo obligado a señalar y acusar públicamente a los verdaderos responsables de los hechos en cuestión.
Durante este memorable día, cerca de cinco mil estudiantes salimos a marchar por las calles de Pereira en contra de lo que consideramos un auténtico adefesio y la estocada final a la universidad pública colombiana: la Reforma a la Ley 30 de 1992 o nueva Ley de Educación Superior propuesta por el Gobierno de Juan Manuel Santos a través de su ministra de educación y que busca convertir a las universidades en vulgares empresas intervenidas por el capital privado y las multinacionales, permitiendo incluso que se lleguen a constituir sociedades con ánimo de lucro que vendan acciones y repartan dividendos como en cualquier firma adscrita a la Bolsa de Bogotá o de Nueva York.
Sostenemos que esta Reforma socava el carácter verdaderamente público de las instituciones de educación superior y acaba con su esencia como centros académicos de debate y lucha de ideas. Al estar intervenidas por el capital privado, nacional y extranjero, los programas y currículos ya no estarán dirigidos al desarrollo regional y nacional en beneficio del pueblo, del cual procede y al cual se debe la universidad, sino a los intereses particulares de unos cuantos socios capitalistas que decidirán qué es lo que debe enseñarse en cada una de las carreras. Para poner un ejemplo de lo que puede ocurrir con esta reforma de ser aprobada por el Congreso, cito un grafiti aparecido en la UTP recientemente (y censurado): “¿De qué le sirven a las multinacionales las ciencias humanas?”
Así pues, considerando que no debíamos quedarnos de brazos cruzados ante una arremetida que busca quitarle al pueblo uno de los pocos derechos que le queda, el derecho a la educación superior con plena libertad para el desarrollo de su personalidad y talentos, nos dispusimos a marchar. Pocas veces se había visto entre la comunidad universitaria tal colorido, creatividad y entusiasmo como el que pudimos atestiguar ese día. Estudiantes de todas las facultades, con pancartas, pitos y disfraces, íbamos unidos como un solo cuerpo a ejercer convencidos otro de los derechos que aún nos queda, reconocido universalmente e irrenunciable: el derecho a la protesta y a la libertad de expresión.
La marcha transcurrió con total éxito. A pesar de los intentos de la fuerza pública por empañarla, provocando y agrediendo a algunos de nuestros compañeros, llegamos con absoluta normalidad a la Plaza Cívica Ciudad Victoria, donde nos dimos cita con otros sectores sociales que apoyaban nuestra protesta e iban en pro de sus propias reivindicaciones, entre las cuales se encontraba el rechazo a los aspectos lesivos del Plan Nacional de Desarrollo y del TLC con Estados Unidos. De allí partimos a la universidad y llegamos en total tranquilidad, cansados y con muchos deseos de recargar energías almorzando en el Galpón (cafetería central UTP). En ese momento y sin razón alguna que lo justificara, hizo presencia el ESMAD en cercanías de la universidad. He de decir que yo ya había visto subir hacia la universidad un camión de la policía antimotines antes de que nosotros siquiera llegáramos de regreso al campus y previamente a que se desarrollara cualquier clase de disturbio.
Todo esto, por supuesto, hizo parte de una provocación de la policía a los universitarios, quienes, ya estando advertidos de la falta de educación y carácter fuertemente agresivo del ESMAD, organismo que ya ha asesinado antes estudiantes en algunas partes del país, como fue el caso de Nicolás Neira en Bogotá (por el cual ya fue condenada la Nación y dos oficiales del ESMAD destituidos de sus cargos e inhabilitados por 10 años para ejercer funciones públicas), difícilmente se iban a quedar inmóviles esperando a que la policía irrumpiera en los predios de la institución, agrediendo a todas las personas presentes en el campus y destruyendo las instalaciones para luego culpar a los mismos estudiantes, como ya lo han hecho antes.
Lo que se presentó a continuación fue una sucesión de aleves e indignantes atropellos contra la comunidad universitaria. Después de unos pocos minutos de confrontación, el ESMAD ingresó a la universidad, arremetiendo contra todo aquel que se encontrara en su camino, sin distinguir si se encontraba involucrado en el conflicto o no. Yo testifico que detuvieron a personas que no tenían nada que ver con los incidentes, simplemente porque eran estudiantes y no alcanzaron a correr lo suficientemente rápido para escapar del ataque de la policía. Yo testifico que, en contra de las normas de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, cerraron todas las vías de salida de la universidad, impidiendo que quienes estaban completamente desarmados y sólo querían salir del campus pudieran hacerlo. Yo testifico que, a la altura del sector de Pinares, de entre quienes habían logrado salir por La Julita antes de que cerraran la vía, detuvieron estudiantes a diestra y siniestra, simplemente por el hecho de ser estudiantes y de querer escapar del conflicto. Yo testifico que el ESMAD agredió a personal de la Mesa Institucional de Derechos Humanos, que intentaba ayudar a evacuar la universidad, y que les apuntaron directamente, a pocos metros de distancia, con una granada de aturdimiento, a pesar de que estaban debidamente identificados con sus chalecos. Yo testifico que, en un acto a todas luces ilegal, apuntaron con el arma que lanza los gases lacrimógenos directamente al cuerpo de los estudiantes. Yo testifico que dispararon contra los estudiantes balas de goma, las cuales fueron luego encontradas en el campus y que, llegado el caso, pueden ser mortales.
No es cierto, como lo asevera irresponsablemente un diario pereirano, que el altercado se hubiera limitado al sector de los bloques S y Y. Yo testifico que el ESMAD estuvo presente en toda la universidad y que incluso fue salón por salón buscando a estudiantes que simplemente estaban asustados y no pudieron salir a tiempo de la institución. Yo testifico que la mayor carga de violencia ejercida en la UTP el pasado 7 de abril estuvo dada por parte de la fuerza pública, quien no quiso distinguir entre involucrados y no involucrados en la confrontación y quien respondió con actitud grosera a quienes les solicitaban que dejaran de tirar gases y granadas, al menos por un momento, para que pudieran salir quienes no tenían nada que ver con el conflicto.
La responsabilidad directa de este atentado contra la comunidad universitaria recae sobre los miembros del ESMAD y de la policía en general, quienes intencionalmente provocaron los enfrentamientos, y de las autoridades civiles, sin cuya autorización no puede actuar la fuerza pública. No se llame a engaño a los pereiranos por parte de los diarios de circulación en la ciudad, cuyos periodistas sólo cubren lo que sus jefes quieren que cubran y sólo muestran la versión de la policía al momento de cualquier enfrentamiento, cobardemente ocultos tras los escudos del ESMAD. El pueblo colombiano es más inteligente que eso. Los estudiantes somos más inteligentes que eso y no permitiremos que nos sigan atropellando como a corderos que llevan al matadero.
Fuente: CDEMEDIOS UTP
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