Fuente: Kaos en la red.
En los últimos meses hemos empezado a oír en nuestras Facultades voces que hablan sobre la crisis de la universidad, sobre su asfixia económica, sus deudas, su falta de medios; que reflexionan sobre la trascendencia del momento que vivimos, sobre el caos de nuestra situación, sobre lo grave del asunto. Estudiantes y docentes encuentran muchas razones para preocuparse por los acontecimientos que, a corto y medio plazo, vienen a reestructurar profundamente la educación superior. Acontecimientos que comenzaron hace unos años, y que en esta nueva fase se presentan de una manera mucho más ambiciosa y directa, y mucho más radical.
Estas voces que oímos en las aulas, en los pasillos, en las cafeterías, se refieren a esta oleada de cambios estructurales bajo la etiqueta de “Estrategia Universidad 2015”. Pero, ¿qué significa esto? ¿Qué es lo que va a cambiar, qué es lo que va a pasar?
Este artículo pretende servir como punto de partida para poder comprender en qué consiste concretamente esta nueva “estrategia universitaria”, qué desarrollo pretende, cuáles son sus causas, sus medidas, sus objetivos.
“Estrategia Universidad 2015” es el nombre que ha dado el Gobierno a su nuevo plan de reformas de la educación superior y la investigación, que supone una segunda fase de los cambios que comenzaron en 2010 con el inicio de la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES, más conocido como Plan Bolonia), y que va en la línea de profundizar el proceso de ajuste de la universidad a las nuevas demandas de la economía, que ha sido desde el principio la esencia de este proyecto de “modernización”. Es horizonte de aplicación de estas reformas es 2015 (año en las Licenciaturas se habrán terminado de transformar por completo en Grados), de ahí el nombre del plan.
Después de la completa reelaboración de todos los programas, su adaptación a carreras más cortas, la adopción del ECTS (European Credit Transfer System), la aprobación de los Másteres de Investigación y de Formación del Profesorado, y el resto de reformas que se recogían en Bolonia, que estaban más centradas en la nueva estructura de las titulaciones, la EU2015 aborda los cambios relacionados sobre todo con el funcionamiento de los centros universitarios, su forma de gestión y de gobierno, sus atribuciones, su organización, su financiación, sus competencias. El objetivo es, en última instancia, establecer las condiciones materiales –jurídicas, económicas– que permitan que la universidad forme a los futuros trabajadores según las cambiantes demandas del mercado capitalista, tal y como declaran los propios textos que se citan a continuación. Para ello, la EU2015 reúne una batería de reformas que están recogidas en los documentos de Gobernanza y Financiación, en todos los referentes al proyecto CIE (Campus de Excelencia Internacional), en la nueva Ley de la Ciencia, y en los nuevos Estatutos del PDI, del PAS y del Estudiante (este último aprobado “a traición” el pasado 31 de diciembre de 2010, con todos los estudiantes de vacaciones), todos ellos proyectos de ley publicados por el Ministerio de Educación –salvo el Estatuto del Estudiante universitario, ya en vigor.
Este artículo se centrará sobre todo en los dos primeros textos citados (Gobernanza y Financiación), en los que se encuentran las declaraciones más importantes –y más directas–, y en algunos otros publicados por ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, su constitución la dispone la LOU, art. 31/32), institución encargada de tutelar la implantación del proceso de liberalización de la universidad a nivel estatal, que frecuentemente nos deja reflexiones muy explícitas al respecto. Estos documentos nos permitirán comprender la naturaleza de los profundos cambios que se nos vienen encima, que pretenden ser llevados a cabo a nuestras espaldas, y que por su alcance nos obligan, como estudiantes y como parte de la comunidad universitaria, a organizar una respuesta que esté a la altura de las circunstancias.
En seguida se nota en los fragmentos que se reproducen a continuación una diferencia bastante grande con los textos de hace algunos años (Proyecto Tuning, Informe Bricall, Declaración de Bolonia, Berlín, Londres, etc.). Ya no estamos ante ese lenguaje comedido, ambiguo, y equívoco que había que leer entre líneas, que trataba de ocultar intenciones: los textos de la EU2015 son directos y explícitos, dicen sin escrúpulos todo lo que los otros difuminaban en retórica y formulismos, han radicalizado su discurso. Por esta razón, este artículo consistirá sobre todo en citas directas de los proyectos de ley del Ministerio y de las publicaciones de ANECA. El gobierno considera que puede permitirse que sus reflexiones alcancen este tono:
“¿Está produciéndose o no una sobre-oferta de graduados en relación a las demandas del mercado de trabajo? ¿Reciben los estudiantes una formación pertinente o existe, por el contrario, un desajuste entre los cursos que ellos eligen –o se les ofrecen– y las necesidades de la economía? ¿Son apropiadas las capacidades y habilidades que los jóvenes adquieren para el desempeño de los roles que exige el mundo laboral? ¿Se hacen cargo las universidades, en sus distintos ciclos formativos, de desarrollar las competencias no tradicionales que las empresas reclaman de los graduados, tales como habilidades sociales, liderazgo, capacidad de trabajo en equipo, gestión del estrés, inteligencia emocional y otras? Más en particular, ¿responden las instituciones educacionales a las expectativas de los empleadores de contar con personal dotado de una específica moral del trabajo –disciplina, responsabilidad, compromiso, productividad, disposición a cambiar y sin embargo mantener la lealtad con la empresa? ¿Están preparados los docentes universitarios, habitualmente académicos de jornada completa con escasa experiencia laboral fuera de la universidad, para transmitir esos principios moral-formativos, además de proporcionar las nuevas competencias que las empresas esperan de sus trabajadores, técnicos, profesionales y cuadros gerenciales? (…) ¿Cómo deberían, si acaso pueden, adaptarse las instituciones de enseñanza superior –o adecuarse temporalmente, a lo menos– a esta nueva constelación de circunstancias que caracteriza al mundo del trabajo y al mercado laboral? (…) La universidad contemporánea está forzada –igual como lo estuvo en períodos anteriores del capitalismo– a tener en cuenta, vitalmente, su entorno, incluidas no sólo las nuevas circunstancias del mundo del trabajo sino, igualmente, los efectos que traen consigo los procesos de globalización, (…) la mayor centralidad de los mercados en la coordinación de los sistemas de educación superior, el estrechamiento del rol de los estados en su sostenimiento y la presión que sobre las instituciones ejerce la universalización de la educación terciaria. (…) Las instituciones deben competir y diversificar sus fuentes de ingreso; surgen nuevos proveedores (instituciones privadas, universidades corporativas, a distancia, vía Internet); los estudiantes pagan aranceles y pasan a ser clientes; los profesores son contratados y dejan de ser funcionarios; las funciones institucionales se convierten en desempeños y sujetan a minuciosas mediciones; se enfatiza la eficiencia y el value for money; los modelos de negocio sustituyen en la práctica a los planes estratégicos; la gestión se racionaliza y adopta un estilo empresarial; el gobierno colegiado se transforma en corporativo al independizarse de los académicos e integrarse con representantes de los stakeholders externos; los investigadores son estimulados a patentar y los docentes a vender docencia ‘empaquetada’ a las empresas; los incentivos vinculados a la productividad académica reemplazan las escalas salariales asociadas al cargo; los currículos son revisados y sancionados en función de su pertinencia laboral y evaluados por agencias externas en relación a su calidad; las culturas distintivas de las instituciones y sus ‘tribus académicas’ empiezan a ser tratadas como asunto de clima organizacional; las universidades son comparadas por medio de rankings locales y clasificadas geopolíticamente a nivel global; se crea un mercado global para servicios de educación superior y su regulación se resuelve en las rondas del GATS (el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios), no en sede académica. En fin, la universidad ya no es más un lugar tranquilo para enseñar, realizar trabajo académico a un ritmo pausado y contemplar el universo como ocurría en siglos pasados. Ahora es un potente negocio, complejo, demandante y competitivo que requiere inversiones continuas y de gran escala.” (ANECA, El debate sobre las competencias, 2009, pág. 19-24)..................
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