sábado, 14 de mayo de 2011

El paraco y el rector


Por: Julio César Londoño
El Espectador


Como casi todo el país, el Magdalena es un departamento en quiebra porque lo han manejado desde la noche de los tiempos con los pies de unas castas torpes y voraces pero, eso sí, de muy buena familia (los Vives, los Pinedo, los Cote, los Dávila). Para rematar, en los últimos años lo han manejado con los pies y con los gatillos de los paramilitares. El caso de la Universidad del Magdalena es sólo una muestra.

En 1997 la Universidad, en manos de los de buena familia, tenía pasivos por $30 mil millones, les debía sueldos y cesantías a los profesores y a los empleados, el campus era una ruina, los gamonales cambiaban rector cada seis meses, tenía sólo 1.900 estudiantes, las carreras se cursaban en diez años, y el Icfes y los ministerios de Hacienda y Educación la calificaron como la más ineficiente del país. Entonces sucedió un milagro: por un error inexplicable llegó a la rectoría un joven brillante, Carlos Caicedo, y le dio un vuelco: para 2003 las finanzas estaban saneadas, sus 9.000 estudiantes gozaban de auxilios alimentarios, el campus floreció, el presupuesto pasó de 6.000 a $40.000 millones, los programas de pregrado pasaron de 9 a 27 y la Universidad se convirtió en modelo nacional.
Entonces sucedió un antimilagro: en 2004 llegó a la Gobernación del departamento Trino Luna. Era el candidato único (los otros candidatos se retiraron prudentemente) y obtuvo el 83% de la votación con el apoyo de su hermano Juan Carlos Luna, alias El Cóndor, y los jefes paramilitares Jorge 40 y Hernán Giraldo.
El primer acto de gobierno de Trino Luna fue citar a Caicedo y exigirle contratos y puestos. Caicedo se negó y ahí empezó su calvario. Amo y señor del departamento, Luna lo empapeló. Hizo que la Contraloría Departamental lo investigara por una conciliación que celebró con 47 profesores a los que la Universidad les adeudaba sus cesantías. Aunque el Tribunal Contencioso aprobó la conciliación, y la Unidad Nacional Anticorrupción ordenó precluir la investigación, un fiscal de Santa Marta la reabrió y un juez condenó al rector a ocho años de cárcel. La sociedad samaria no hizo nada porque Luna dijo públicamente que Caicedo era de las “Far”, un argumento concluyente en esos días. Los profesores y los estudiantes hicieron marchas de apoyo al rector. Los ‘paras’ respondieron asesinando a un líder estudiantil, a un decano y al jefe de investigaciones de la Universidad.
En 2007 Trino Luna fue condenado por parapolítica pero sólo pagó dos años y siete meses. Su reemplazo, Omar Díazgranados, un pelmazo apoyado desde La Picota por dos pesos pesados de la parapolítica, los exsenadores Luis Vives Lacouture y Jorge Luis Caballero, continuó el asedio judicial contra el rector.
Por fin, hace 20 días ocurrió un milagrito: la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá absolvió a Carlos Caicedo pero ya era tarde. Caicedo está arruinado, no tiene ni con qué pagar las matrículas de sus hijos, y la Universidad va en picada. También las empresas de acueducto, de teléfonos, la Beneficencia, la Licorera y la Lotería. Trino Luna está libre y millonario, pone fichas en las corporaciones públicas y en la empresa privada y es muy probable que sus candidatos se alcen de nuevo con la Gobernación del departamento y con la Alcaldía de Santa Marta.
¿Será mucho pedir que un banco le haga un préstamo con intereses muertos durante cinco años, y que una empresa contrate a un talento como Carlos Caicedo, y que la sociedad samaria derrote a los candidatos de las bacrim de Trino en las elecciones de octubre? Sí, es mucho pedir. Ni los bancos ni la sociedad samaria dan para tanto. No me hagan caso, soy sólo un columnista que escribe candideces en una mañana de sábado.

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