martes, 20 de septiembre de 2011

Teoría, praxis y conciencia de clase hoy

“la conocida afirmación de Lenin: “sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario” significa precisamente que no hay revolución con verbalismo ni tampoco con activismo sino con praxis. Por lo tanto, esta solo es posible a través de la reflexión y la acción que inciden sobre las estructuras que deben transformarse” 

PAULO FREIRE. 

La necesidad de transformar las estructuras sociales es un hecho evidente, que ninguna perspectiva ideológica puede negar, ni siquiera el sentido común de la gente sin nombre, los individuos que pasan desapercibidos para la historia. Sin embargo desde una perspectiva conservadora, estática (capitalista) y dominante la transformación de las estructuras se da por el desarrollo científico y tecnológico, en abstracto sin la intervención de las clases sociales sin rostro, sin voz, quedando sometidas a ser objetos de la historia del progreso y del “desarrollo”, y no sujetos políticos con capacidad para construir horizontes posibles. De esta manera la praxis dominante se decanta en la transformación del mundo, para la acumulación de capital, y no de las estructuras sociales, aunque en el verbalismo y demagogia, y en el activismo o asistencialismo, se disfrace su intencionalidad. 

En las perspectivas progresistas es evidente el punto de partida: los oprimidos como sujetos de la historia. Pero la praxis política no inicia desde ahí. Muchas veces se cae en un verbalismo que al no untarse del barro de la historia vital y cotidiana, no logra comprender a los oprimidos, acercarse a ellos, y con ellos, construir ese poder que intervenga e incida en las estructuras que se necesitan transformar, para su emancipación. Otras veces cae en un activismo que al carecer, o al no responder a un programa o proyecto estratégico, cae en una serie de acciones que afectan a la opinión pública, pero no a las estructuras sociales. 

Y el ser humano actual, el trabajador contemporáneo, es un ser humano amputado y fragmentado de subjetividad, pues por un lado sigue siendo castrado en su capacidad creadora la ser subsumido por el trabajo en condiciones de enajenación, pero por otro lado aparece un problema creciente y es la marginalización de grandes capas de la población de cualquier modo de subsunción capitalista tradicional, pero manteniendo una opresión no solo material en tanto que excluidos, sino también una opresión al ser subjetivado por el pensamiento único, a través de los medios de comunicación y los proceso de socialización. 

De esta manera es como nos encontramos con que la trasformación de las estructuras sociales, es una tarea difícil, abrumadora, agónica, pues pasa también por esa tarea histórica de desalineación constante del ser humano, y que en las condiciones capitalistas, castradora de praxis, por el pragmatismo laboral, y el verbalismo carente de reflexión, se presenta como “imposible”. Aun así día a día el pueblo, los oprimidos, los sin historia, se levantan, se organizan y construyen alternativas en América latina. El esfuerzo radical de trasformación estructural del mundo, ha estado liderado en su que hacer, en su praxis, por los oprimidos mismos, como vanguardia, y acompañados en el hacer por la izquierda, y los partidos que históricamente han existido para transformar el mundo, por el socialismo. 

De esos esfuerzos de transformación de mundo, es de donde emerge la conciencia de clase, en una dialéctica constante entre acción reflexión acción, no realizada por individuos particulares de manera espontanea, ni inserta por un “especialista” a los oprimidos, sino como un bloque histórico, que actuando como fuerza política y productiva, material, puede trasformar esas estructuras pues el mismo la constituye. 

Nuestro esfuerzo entonces, como comunistas, debe estar concentrado en alimentar y alimentarnos de esas fuerzas políticas trasformadoras, como parte de este todo, y no como los portadores de la verdad. Debe estar volcado en una tarea educativa de desalineación, tanto de nuestras conciencias, como de los hombres y mujeres inmersos en el barro de la historia actual. 

En esa lucha por el socialismo debemos tener presente, que el socialismo no puede hablar ni postularse como conciencia verdadera, simplemente es la alternativa más posible, y viable, para hacer del oprimido, y el explotado, del hombre y la mujer, del niño: seres humanos; es decir, el socialismo crea y debe seguir creando condiciones de igualdad para el desarrollo digno de la totalidad del conjunto social, cosa que el capitalismo jamás lograra pues su “logos” es monopolista (acumulativo de riqueza ajena), fascista y religioso. El socialismo no es mesiánico, es una apuesta secular de hombre mujeres, que exigen techo, pan, salud, educación, dignidad, sueños y utopías, en últimas sentido y un lugar en la historia, que no sea el de la perpetua resistencia y opresión. Es una dialéctica entre las necesidades de las fuerzas sociales transformadoras, y la teoría que viabilice tales necesidades. Construir ese pensamiento social que viabilice los horizontes posibles, de humanización y modificación de las estructuras sociales, es una de nuestras tareas. 

La lucha por el socialismo es la lucha por la vida, y el partido debe ser el partido de esa vida que se pretende construir y trasformar. 

Henry Gómez. 
Licenciado en ciencias sociales 
Magister en educación © 
Investigador del CEIS


Prensa Universidad
Desde las aulas, hacia Colombia

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Traducir esta página

Buscar noticias en esta página

Entradas populares

Contacto

prensauniversidad@gmail.com