Entre gritos, arengas y marchas se conocieron muchos de los padres de nuestra generación; eran otros tiempos: los mágicos sesentas, los cambiantes setentas y los decisivos ochentas fueron los años en los que cupido hizo de las suyas y mientras muchos fueron dejando de lado las luchas sociales para dedicarse a formar una familia, otros decidieron traer hijos a este mundo en medio de reivindicaciones de todo tipo: nacieron los hijos de la revolución y muchos de ellos lideran el movimiento estudiantil por esta época.
Ahora, de nuevo la creatividad y la imaginación llenan las aulas, los auditorios, las calles y las plazas públicas; miles de estudiantes llevados por las románticas aspiraciones de construir un mejor modelo de país, se han manifestado de diferentes maneras: con disfraces y máscaras, con bailes y expresiones de afecto (entre sí y hasta con la fuerza pública) pretenden no sólo llegar al corazón de la comunidad, sino además al corazón de más de uno o de una....
Mientras persista el llamado (en ocasiones irresponsable y descontextualizado) para actuar “sin violencia”, persistirá también la invitación para que se dialogue y se logre concertar en torno al mejor camino a tomar de aquí en adelante, unidos y sin permitir deslegitimaciones de ningún tipo. Sin recurrir al uso de la fuerza, más que para defenderse de un Estado agresor y abusivo; y entre nosotros mismos: ideas, besos y abrazos.
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