miércoles, 21 de diciembre de 2011

Discurso de Camila Vallejo - cambio de mando FECH 2011-2012


Es difícil hacer el balance del presente año de nuestra federación, el solo hecho de sentarse y evaluar, repasar los contenidos, lo hecho y lo olvidado, son ejercicios que requieren de tiempo y tranquilidad, dos elementos que hasta el momento no hemos tenido y que dificultan los análisis a la hora de repasar el año transcurrido.

A esto hay que sumarle la profundidad y alcance que tuvo el movimiento social por la educación, ya que, al contrario de lo que se ha querido presentar, no abarcó tan solo lo meramente estudiantil ni tampoco se contuvo en las paredes de nuestra Universidad, por el contrario, detonamos un movimiento que sacudió al país, contagió al continente y puso los ojos del mundo sobre nosotros y nuestros resultados, por lo que hacer un balance de la FECh que tan solo abarque a la FECh no es sensato ni tampoco corresponde a la realidad de nuestra gestión.

De todas maneras, para partir quisiera agradecer a todas y todos quienes han sido parte fundamental en la construcción de este proceso. A los funcionarios de la FECh por su compromiso y trabajo intachable durante el año, por su paciencia y lealtad a la organización, a pesar de lo difícil que es trabajar con estudiantes todo el día, cuando aún ellos no entienden a cabalidad las condiciones del mundo laboral.
A ellos les debemos nuestro más sincero respeto y el compromiso por hacer de su trabajo un valor a cuidar y resguardar. Sin lugar a dudas, a mi familia y a Julio, que gracias a su incondicional apoyo, amor y entrega pude desempeñar gran parte de mi trabajo en la FECh, incluso en los momentos más difíciles.

A los funcionarios de la Casa Central que nos acompañaron en la toma y ayudaron a cuidar la Casa de Bello. A los académicos que se pusieron la camiseta y que desde oscuros laboratorios, bibliotecas y oficinas sacaron una voz que hace mucho tiempo no se hacía escuchar en nuestra universidad.

A los que se involucraron activamente y no sólo de palabra, a los que madrugaron por tener que preparar el trabajo del paro del día siguiente, a los se mojaron en las manifestaciones, a los que bailaron, actuaron y crearon por este movimiento.

A los secundarios por su capacidad de entrega y valentía, a los estudiantes de instituciones privadas que lograron renovar los aires de este movimiento, a los profesores por trabajar codo a codo con los estudiantes pese a los constantes ataques recibidos, a los pobladores que nos acompañaron en los cacerolazos, las barricadas y las asambleas territoriales, a los trabajadores de la educación y de otros ámbitos que hicieron tremendos esfuerzos por solidarizar y acompañarnos en las movilizaciones y muchas veces también en las discusiones.

En fin, a todas y todos quienes desde sus diferentes frentes de acción, aportaron pequeñas y grandes cosas a este movimiento. Y no quisiera dejar de lado a los que no están presentes, para compartir este importantísimo proceso, pero que, sin lugar a dudas, han sido grandes referentes de la historia, sin los cuales no habríamos tenido capacidad política, teórica, moral e histórica de poder levantar y conducir este movimiento. Hablo de Marx, de Lenin, de Recabarren, de Violeta, Víctor, Gladys, de Lucho Corvalán, de Gramsci, de Allende y tantos otros a los cuales les debemos esto y mucho más y que van siempre a nuestro lado en esta larga marcha.

En segundo lugar, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones que nacen de la experiencia, de las vivencias básicas que este 2011 dejó estampadas en nosotros, hoy tenemos la más profunda convicción de que la fuerza erigida a partir del movimiento debe constituirse como una verdadera posibilidad de transformación social en Chile, debe significar un cambio en la vida de nuestro pueblo y debe constituirse en un ejemplo de lucha para todos los pueblos del mundo en su camino por conquistar más democracia, más justicia social y protección de nuestros derechos fundamentales frente a los embates y colonizaciones del mercado.

Tengo la más plena seguridad de que para todas y todos ustedes, este año ha significado uno de los más importantes procesos de maduración y desarrollo tanto personal como político. Este es un año en el que todos hemos aprendido, por lo tanto todos hemos ganado. A algunos les tocó aprender cayendo duramente, a otros les tocó aprender que lo hecho en el pasado tiene valor en el presente y se configura
como determinante para el futuro, a otros les tocó aprender que no se podía mantener por siempre al pueblo engañado y desmovilizado.

En definitiva, este es un año en que sin duda Chile ganó y eso es motivo de orgullo para los estudiantes de nuestra casa de estudios, hoy día podemos decir con más fuerza y autoridad que la Chile es de todos los chilenos, hoy podemos mirar sin vergüenza al país y decirle: esta es tu Universidad y desde ella luchamos por un Chile nuevo, desde ella luchamos porque en sus aulas vuelvan a caber los hijos de todo tu pueblo, hijos de buena familia no bastan para nuestros sueños.

Debemos decir también, que durante este proceso tuvimos aciertos y errores, alegrías, frustraciones, encuentros y desencuentros, incertidumbres y certezas, en definitiva, un sin fin de experiencias que, sin duda alguna, estarán siendo en estos momentos revisados en el fuero interno de cada uno, para constituirse posteriormente en el conjunto de elementos que servirán para la proyección de un mejor escenario político en los años venideros.

Y digo esto, porque entendiendo que cada cual de manera individual o colectiva habrá hecho o estará haciendo este análisis, proceso al cual me gustaría poder aportar algunos elementos.

A esto quiero comenzar señalando, que iniciamos este período con mucha claridad respecto al rol que debíamos jugar los estudiantes y la comunidad universitaria en general, en el proceso de transformación y democratización no solo de nuestra universidad, sino que también en el conjunto del modelo educacional, cuestión que señalábamos como un paso estratégico en la dirección de hacer avanzar nuestra sociedad hacia un modo de vida más justo, democrático y libertario.

Comprendíamos con claridad las razones del por qué en Chile se inició un proceso de desmantelamiento de la educación pública y a la vez entendíamos la importancia Fundamental que tenía la configuración de ello con el resultado de la obra total del modelo neoliberal que otrora nos heredaran a sangre y fuego. Asumimos que no teníamos razones para soportar y seguir soportando las condiciones impuestas de un modelo por el cual nadie nos había preguntado y es entonces que decidimos salir a la calle una vez más, pero ya nuestro despliegue, nuestro discurso y nuestro convencimiento se encontraban fuertemente armados, ya no era solo cosa de niños, ya no era cuestión de tiempo.

Entendimos que antes de hacer educación había que pensar la educación, que antes de hablar de calidad debíamos discutir entorno a ella y no aceptar un concepto impuesto y aprendimos sobre todo a no caer en el vicio de elaborar y demandar reformas que no tuviesen coherencia política con la sociedad a la cual aspirábamos vivir y legar a nuestro pueblo.

Cuando hablábamos de cambios estructurales al modelo, hablábamos de construir un sistema educacional que pudiese contribuir a superar la odiosa condición de inequidad, segregación, exclusión y marginalidad con que aún dominan a nuestro pueblo. Que permitiese por vía de la democratización del conocimiento, en cuanto a su acceso, su apropiación y su generación, desarrollar una plaza contrahegemónica a los principios y reproducciones materiales del modelo mercantilista, catalizador de las más profundas desigualdades e injusticias de nuestra sociedad.

Este año pudimos también experimentar muy felizmente, uno de los momentos de mayor debate y participación en nuestros espacios universitarios, fenómeno materializado en los distintos claustros triestamentales y en encuentros que no sólo lograron demostrar que tenemos un gran potencial para la construcción de comunidad universitaria, sino que demostraron también que esa construcción es posible, que podemos elaborar propuestas y dar una señal al país de que lo público se evidencia en estos esfuerzos incomprables por el dinero. Ahora nuestro principal desafío será potenciarlos y hacer que lo que emane de esos espacios de integración pueda constituirse en patrimonio de la sociedad y en verdaderas herramientas de transformación para nuestro pueblo. Todo esto exige una mayor participación de toda la sociedad chilena en el cuidado y cumplimiento de sus fines.

Quiero también destacar, la necesidad que tenemos como país de avanzar hacia un cambio de paradigma en la forma de hacer universidad, la Chile ya no es la misma de antes, en cierta medida y de cierta forma, hemos cambiado de lenguaje y seremos todos nosotros, estudiantes, funcionarios, académicos y autoridades, los Responsables de conducir a nuestra Universidad hacia una ruptura del statu quo y el orden actual existente. Debemos hacerla avanzar hacia la construcción de nuevos espacios de encuentro, donde se puedan analizar y poner en cuestión las más diversas formas de vida y posturas político-ideológicas; donde la diversidad debe pasar de la teoría a la práctica cotidiana y se logre la interacción intelectual y humana que nos permitirá ir abordando la complejidad de las problemáticas actuales y futuras de nuestra sociedad.

La verdad es que Chile toma cada vez mayor conciencia de que necesitamos dar pasos decididos en la construcción de un sistema de educación que termine con el progresivo cercenamiento de la identidad y diversidad cultural presentes en nuestro país, que abandone la repetición de estandarizaciones y consignas, la ejecución de órdenes y la búsqueda del logro individual como objetivo inculcado a los estudiantes y académicos, la aceptación de las reglas del mercado, el conformismo y la desmemoria, para cambiarlos por un espíritu de unidad en la pluralidad, por una nueva disposición a educar al conjunto del pueblo, cuyo fin sea su emancipación moral, intelectual y material. Para esto, nos ha resultado indispensable la toma de conciencia de que la educación debe ser entendida como un derecho universal y una inversión social y no como un bien de consumo como algunos nos han pretendido hacer creer.

Sin embargo, compañeras y compañeros, es importante tener claridad de que no podemos caer en el mismo error de los movimientos reformistas de nuestra historia. Si bien entendemos la vigencia de las demandas contra la segmentación del conocimiento y las concepciones tecnocráticas y autoritarias de la enseñanza y reeditamos las propuestas a favor de la autonomía universitaria, el pluralismo, la libertad de cátedra, la participación de los estudiantes y trabajadores en la dirección de los establecimientos, no podemos creer que ésta sea la única vía para fundar una nueva sociedad.

La tradición liberal iluminista que nos hace creer que el conocimiento es o será LA principal riqueza de Chile y, que la reforma universitaria, o de la educación en general basta para lograr la emancipación de nuestro país a través de la cultura, es algo que aunque coherente y noble, carece de sustento material.

La revolución social no es antes que nada ni tan solo una reforma intelectual y moral, sino que por sobre todo, es una transformación radical en las relaciones de poder político y de acumulación económicas vigentes en nuestra sociedad.

Nadie podría negar que un pueblo culto es menos vulnerable a la dominación y al sometimiento, sin embargo, esa democratización y acceso a la cultura no se obtienen de manera gratuita por parte de los dominados, por el contrario, se arranca con convicción y energía de la mesa del festín de los poderosos.

Cómo lograr esas conquistas debe ser una de las principales interrogantes en estos momentos y una de las mayores tareas pendientes que deja este movimiento. No es menor que después de 7 meses de movilización, durante las cuales logramos legitimar nuestras demandas y representar a más de un 80% de la población, no hayamos logrado avances en términos de nuestras propuestas y nuestras reivindicaciones más sentidas. No cabe duda que a estas alturas del año, cuando ya es compartido que el movimiento logra dar el salto cualitativo desde la demanda gremial-corporativa a una demanda estructural y de carácter político, las mayorías que salen a las calles ya no son sólo mayorías endeudadas, sino que son mayorías guiadas por la más profunda necesidad de contraponer a la avaricia y la soberbia del sistema, la dignidad de los seres humanos y la recuperación de sus derechos.

Efectivamente no es sólo una consigna decir que Chile cambió, en cada esquina y en cada calle vemos cómo Chile va perdiendo el miedo, cómo la gente vuelve a creer en la posibilidad de los cambios y en la acción colectiva como forma necesaria para alcanzarlos. Atrás queda el pueblo callado y domesticado, acostumbrado al conformismo y al individualismo, incapaz de levantar la voz ante la injusticia y los abusos, por el contrario, la gente sale con alegría a las calles a recuperar la esperanza perdida, sale a decir con fuerza: ¡ya basta de desigualdad, basta de lucrar con nuestros derechos fundamentales y basta de esta pírrica democracia de los consensos! Sin duda que este movimiento ha logrado evidenciar con mayor fuerza las falencias del sistema, lo cual ha significado un cambio cultural en nuestro país y, aunque embrionario aún, nos permite abrirnos a la posibilidad de avanzar hacia un estado mayor de concientización y de lucha social.

Este año, también ha quedado demostrado que con un gobierno de derecha los avances sociales a favor del pueblo son un imposible, el sistema político presidencialista logra que el ejecutivo tenga la sartén por el mango y puedan hacer y deshacer según como le venga en gana.

Por otra parte, las consecuencias del binominalismo se hacen sentir con fuerza en el parlamento, configurando mayorías opuestas a la ciudadanía y dejando un margen de acción muy estrecho para fuerzas sociales y políticas contrarias al dictamen de los poderosos. Alterar este orden, también es una tarea pendiente de nuestro movimiento, ya que las consecuencias de ello se harán sentir con fuerza en proyectos de ley que ya están siendo tramitados en el parlamento, tales como el proyecto de desmunicipalización, Superintendencia, Ley de Universidades Estatales, Democratización, Fin al Lucro, entre otros, los cuales de no mediar una acción política y social poderosa y eficaz por nuestra parte, serán arreglados al gusto de unos pocos y para el desmedro de millones, tal como se han venido haciendo las cosas en nuestro país a lo largo de estos últimos treinta años.

Y he aquí un punto de maduración importante que hemos adquirido con este movimiento: nuestro principal problema no es de recursos, es de democracia. La reproducción del poder político sobre sí mismo con independencia de la inclusión y participación de las grandes mayorías ciudadanas ha hecho a nuestra democracia perder valor y a nuestros ciudadanos perder interés por ella. Lo que ayer fue un profundo anhelo de generaciones enteras que entregaron su vida por obtenerla, hoy es solo un mal recuerdo por el que no vale la pena ni siquiera interesarse.

La clase política contra la cual algunos creen luchar, no es más que el reflejo del ordenamiento del poder existente en nuestra sociedad, para nosotros no existe “la clase política”, existen las clases sociales, donde se inscriben dominados y dominadores, explotadores y explotados. No podemos seguir aceptando el uso de un concepto vago y poco definido, que viene por sobre todo a atenuar y confundir el centro de las preocupaciones que como pueblo debemos tener para superar el actual esquema de dominación existente en nuestro país.

Es a esos sectores a los que hay que desplazar de la toma de decisiones, a quienes gozan de la acumulación de capital, sumado a la acumulación de poder político, comunicacional y cultural. A los que hoy toman decisiones por nosotros y no nos permiten participar directamente en la construcción de nuestro propio futuro. Ellos son la geometría del poder que se constituye como la gran mordaza a los avances del pueblo chileno en materia de derechos y reivindicaciones y es contra sus privilegios por lo que luchamos. 

Por lo mismo, es que no entendemos como aceptable la renuncia a la disputa de espacios de representación dentro de la institucionalidad política, no podemos negarnos a subvertir la correlación de fuerzas al interior de esta espuria institucionalidad burguesa, muy por el contrario, ello debe constituirse en uno de los pasos fundamentales que este movimiento logre dar, no el único, pero sin lugar a dudas debemos trasladar la mayoría de las calles al interior del parlamento y el aparato del Estado, y que vuelvan a ser los trabajadores, pobladores y estudiantes quienes manejen las riendas de su propio futuro, participando, sin otros intermediarios, en la elaboración de las leyes y normas que nos devuelvan nuestros derechos.

Hoy, producto de la histórica movilización desencadenada en nuestro país, hemos logrado provocar fisuras y resquebrajar la construcción hegemónica neoliberal dominante, instalada hace ya más de treinta años por la dictadura. Sin embargo, esta aún no está derrotada, tiene fisuras y está agotada, pero nada indica que no pueda recomponerse sobre sus propias fuerzas, como históricamente lo ha hecho y vuelvan por tanto, nuevamente las fuerzas neoliberales y reaccionarias a ganar poder para reestablecer su hegemonía e incluso blindarla. Existe una crisis de legitimidad del neoliberalismo, eso está claro, ahora de nosotros y de las fuerzas democráticas depende avanzar con convicción y fuerza para derrotar a la maquinaria vil que ya no se puede seguir sosteniendo.

La fuerza y presión democratizadora que están generando los actuales movimientos y organizaciones sociales ya no son sólo en demanda de reformas sectoriales al modelo, sino que por sobre todo, son para hacer avanzar al país hacia la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, ahí está el desafío estratégico de nuestro movimiento.

No quiero terminar, sin antes enunciar algunos de los desafíos que como país tenemos pendientes.

Chile debe avanzar hacia un modelo de sociedad que sustituya el principio de la competencia por el de la cooperación, que sustituya al individualismo por la solidaridad y la acción colectiva, a los bienes privados por los públicos, que permita la socialización de las fuerzas productivas y el reparto equitativo del trabajo común, el reconocimiento efectivo del derecho de cada persona a vivir plenamente su vida intelectual y moral. Se requiere urgente renovar la vida pública para recomponer el tejido social, ensanchar los cimientos de la justicia, y construir una nueva geografía del poder, donde no se permitan más abusos ni explotaciones.

Las esperanzas del pueblo están en todos nosotros, y los estudiantes, los demócratas y la izquierda chilena no pueden desconocer el nuevo escenario en el cual estamos inmersos, menos todavía repetir viejas recetas que con la experiencia histórica ya se han visto fracasadas. Debemos ser capaces de fijar un nuevo horizonte para nuestro desarrollo, un nuevo camino por el cual transite nuestro modelo de sociedad y nuestra democracia, necesitamos un nuevo marco en el cual todos por igual tengamos los mismos derechos y las mismas libertades.

Para finalizar, quiero decir que lo que viene es tanto o más importante que lo pasado, quizás el próximo año no haya movilizaciones tan masivas como las de este, pero ello no será excusa para que la lucha no se intensifique. Quiero darle mis saludos a Gabriel, decirle que cuenta con todo mi apoyo en este año de gestión que le tocará vivir, que pese a los inventos mediáticos y diferencias de pasillo que pretenden instalarnos, ambos sabemos que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa y que puede esperar de nosotros, los comunistas, todo el apoyo y la lealtad en esta enorme lucha que juntos enfrentamos, que tal como hace cien años, seguiremos estando firmes junto a los trabajadores y el pueblo, articulando la lucha social en sus más diversas formas, para así proyectar una alternativa de democracia real para todos los chilenos.

La primavera promete nuevos frutos, dependerá de todos nosotros, cuán dulces puedan ser.

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