Por: Catalina Torres
Este nuevo año comienza con inmensos retos para el movimiento estudiantil colombiano en cabeza de la Mane. Parece quedar cada vez mas claro que el reto que tienen por delante sobrepasa la simple formulación de un articulado alterno al propuesto por el gobierno, sino que se enfrenta a la construcción de los principios que constituyan la base de la política pública de educación superior del país. Uno de los nortes que debería orientar esta nueva política pública es la construcción de una conciencia crítica emancipadora como finalidad del sistema educativo. En este sentido, se hace evidente que la exigencia que se le hace al Estado es que garantice la educación, pero no una educación como la actual; sino una educación que posibilite la crítica y la transformación del status quo; esto quiere decir, una educación que sea el germen mismo de la transformación del Estado y del sistema político vigente. Este es un punto trascendental a tener en cuenta en el momento de orientar las discusiones.
Parte fundamental de este proceso es entender y apropiarnos del momento histórico que estamos viviendo. Y es que a este tema no se le ha dado la importancia que se merece, entre otras cosas porque al mundo académico parece importarle poco la historia del movimiento social, y los acumulados teóricos críticos nacionales y latinoamericanos. Uno de los varios momentos históricos importantes en la lucha por la educación en nuestro país que merecería ser analizado con mayor detalle es el movimiento pedagógico de los años 80, donde el profesorado, principalmente, avanzó en la conceptualización del deber ser de la educación en Colombia, bajo las propuestas teóricas de pensadores como Foucault, Freire, Habermas, entre otros.
¿Que falló en ese momento para que con ese amplio acumulado teórico no se lograran reformas de fondo? Son muchos los balances que se hacen de dicho movimiento pedagógico, y sería necesario analizarlo en toda su complejidad; pero en términos generales podríamos afirmar que el movimiento se fractura cuando Fecode decide participar de la elaboración de la Ley General de Educación junto con el Gobierno. “La diferencia tuvo que ver con el tipo de participación y el mecanismo para participar. Mientras un grupo de investigadores y dirigentes proponía una “constituyente pedagógica” de amplio espectro que permitiera la construcción de una propuesta consultada con las bases magisteriales, otro grupo mayoritario en Fecode optó por la concertación directa entre el ejecutivo [de Fecode] y el Ministerio. Esta división hizo que muchos investigadores y maestros se retiraran de las negociaciones y no participaran en la discusión de los documentos que culminaron con la redacción de la Ley 115 General de la Educación. [Ley 115 de 1994]”[1].
Viendo lo sucedido con ese movimiento, ¿cuáles serían los riesgos para el momento actual? Creería que el principal riesgo es que se apueste por una propuesta de reforma educativa que apenas retrasara o contuviera el avance del modelo neoliberal, como parece haberlo hecho en su momento el movimiento pedagógico, sin avanzar en la construcción de un modelo educativo realmente transformador que mire hacia la construcción del pensamiento crítico.
Entender la grandeza del momento histórico que vivimos, no es simple retórica. Aprovechar esta oportunidad es lo que va a hacer realmente valioso el trabajo del movimiento estudiantil, de lo contrario este momento pasará como una reforma más sin ninguna trascendencia estructural. Si las bases y los líderes del movimiento estudiantil se apropian realmente de este contexto histórico, no van a enredarse y perderse en pequeños debates, ni van a permitir o incluso generar divisiones por simples sectarismos. Entender el momento histórico es lo que va a permitir mantener la unidad de la Mane para defender una causa común, desde las diferencias regionales, organizacionales e ideológicas, sobrepasando los graves errores cometidos en el pasado. No podemos ser menores al reto que tenemos por delante, por esto se hace imprescindible acelerar esfuerzos y compromisos para lograr construir una política pública de educación superior verdaderamente revolucionaria, lo que constituye una tarea urgente y primordial en nuestro país.
[1] Tamayo Valencia, Alfonso, El movimiento pedagógico en Colombia, Revista HISTEDBR On-line, No 24, 102 – 113, 110 (2006). Disponible en: http://virtual.uptc.edu.co/drupal/files/168_movimiento_pedagogico_colombia.pdf
Al igual que tú, Catalina Torres, creo que los lideres de la MANE deben reconocer y apropiarse de la historia para lograr una buena reforma a la educación y no ser una mera talanquera para el Gobierno por esta época, para que a posteriori, converja nuevamente su intención (la del Gobierno) de terminar de herretear la educación a la recitación de conceptos en lugar de hacerlo a la formación pedagógica critica e investigativa.
ResponderEliminarEmpero, también hay que resaltarle a los integrantes de la MANE que no basta para cumplir este propósito el reconocimiento histórico ni lo doctos que sean en el tema, también es imprescindible que aquellos hagan uso de una razón comunicativa la cual les permita enderezar el entendimiento de muchos, para poder entablar hilos conductores de cooperación con una filosofía que asuma una tarea, la de alcanzar relaciones de intercambio critico funcionalmente complementarios en procura de una discusión fuerte que de cuenta de una buena reforma.
Julian Muñoz-