“Si la América no se llama al orden y a la razón, muy poco podremos esperar de sus nacientes Gobiernos y Repúblicas y un nuevo coloniaje legaremos a la posteridad”. Simón Bolívar, 1829, citado por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en el IX encuentro presidencial Ecuador – Venezuela. 7 de Junio 2011.
Un hecho muy importante para los nuevos procesos políticos, económicos y sociales que se vienen adelantando en América Latina tuvo lugar en el 2011, la primera Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños – CELAC.
Desde esta iniciativa se propone avanzar decididamente hacia una organización que agrupe a todos los Estados de América Latina y El Caribe, retomando esfuerzos como la UNASUR y el Grupo de Río, y rezagando a la ya caduca OEA, con la finalidad implícita de darle un giro a las relaciones de poder en el continente, aislando de tajo la influencia de los Estados Unidos y Canadá, construyendo un referente interno que no por la ausencia de las potencias del norte va a estar vacío de pugnas y proyectos en juego.
Y es allí donde radicará su importancia estratégica, en asumir los destinos de las naciones latinoamericanas sin la intervención de potencias extranjeras, donde la soberanía sea efectiva, sobre los territorios y sus recursos, donde los pueblos sean los principales protagonistas de los procesos que “permitan avanzar en la unidad y en la integración política, económica, social y cultural, avanzar en el bienestar social, la calidad de vida, el crecimiento económico y promover nuestro desarrollo independiente y sostenible, sobre la base de la democracia, la equidad y la más amplia justicia social” [1]. Para ser eficaz, esta organización debe ser concebida como “un sujeto dotado de suficientes capacidades de intervención en el ámbito de Nuestra América”, como la propone Atilio Borón en su más reciente análisis.
¿Pero por qué la importancia de la unidad y de retomar el control y soberanía de nuestros recursos? Tal como lo expresan varios analistas latinoamericanos, entre ellos Borón, en la actualidad nos encontramos frente a la decadencia del imperio moderno, los Estados Unidos. A pesar de que este país tiene la indiscutible hegemonía militar, en lo económico hay un mundo multipolar, con potencias como China, India y países en vías de desarrollo que cada vez tienen una mayor influencia. En esta competencia exacerbada, donde los Estados Unidos no siempre pueden apelar a soluciones militares, América Latina se convierte en la región más atractiva desde el punto de vista de los recursos económicos que necesitan, para mantener su patrón de consumo y defensa.
“El imperio no dejará nada librado al azar. El premio es muy grande: 20 millones de kilómetros cuadrados, un mercado de 600 millones de habitantes, siete de los diez principales productores de minerales estratégicos del mundo, la mitad del agua dulce y de la biodiversidad del planeta tierra, además de petróleo, gas, energéticos de todo tipo y alimentos como para saciar el hambre de más de mil millones de personas.”[2]
La ubicación geoestratégica de América Latina resulta para los Estados Unidos hoy más que nunca de gran importancia. Como lo señalaba en la segunda declaración de la Habana en 1962 Fidel Castro: “Hoy América Latina yace bajo un imperialismo más feroz, mucho más poderoso y más despiadado que el imperio colonial español”, y su actual crisis se lo impone.
La CELAC tiene la potencialidad de hacer realidad un proyecto histórico inconcluso, que en la actual multipolaridad en la que se encuentra el mundo, resulta una propuesta geopolítica importante, que seguramente no se hubiera podido lograr sin la decidida apuesta de los diferentes proyectos de izquierda que se adelantan en el continente.
El camino de nuestros libertadores
Cuando se habla en la CELAC de seguir “el camino de nuestros libertadores”, más allá de la retórica con la que muchas veces se asume, se hace referencia a la propuesta de avanzada que tanto Simón Bolívar, Artigas, San Martín, Sandino y otros independentistas y patriotas tenían para nuestro continente. Proyecto internacionalista de unidad de las naciones y pueblos latinoamericanos, que fuera un contrapoder a los intereses de las potencias, principalmente de Estados Unidos, que ya por esos años se asomaba sobre el continente con su proyecto de “América para los americanos”.
Esta propuesta en línea con el programa bolivariano del Congreso Anfictiónico de 1826, representado en la propuesta política que impulsan en la CELAC Venezuela, Bolivia, Cuba, Nicaragua y otros países amigos, entra en pugna con la visión de países con gobiernos de derecha como el de Santos en Colombia, Calderón en México y Piñera en Chile, este último actual secretario de la organización, y que tienen una visión más pragmática de los alcances de la organización, principalmente que sirva a sus intereses económicos en tiempos de crisis, pero sin separarse de los dictámenes estadounidenses.
Esta amplitud de matices políticos en la CELAC supone la necesidad de buscar la hegemonía de los proyectos, donde la coyuntura de la crisis del capitalismo va a ser trascendental, pero también el impulso social que tengan los proyectos, jugando a favor de la propuesta de unidad, la maduración de la conciencia política que viene avanzando en los pueblos de nuestra América. La lucha pasa por todas las esferas sociales y políticas y es deber de los latinoamericanos y caribeños estar a la altura de las necesidades que imponga la soberanía de nuestro continente y la construcción y reconocimiento de nuestra identidad, que sea motor de transformación.
Andrés Beltrán
Enero 10 del 2012
[1] Declaración de la Cumbre de la unidad de América Latina y el Caribe. Disponible en: http://www.europarl.europa.eu/intcoop/eurolat/key_documents/cancun_declaration_2010_es.pdf (10/Ene/2012).
[2] Borón, Atilio. Celac: Promesas y desafíos. Disponible en: http://www.atilioboron.com.ar/2011/12/celac-promesas-y-desafios.html (10/Ene/2012).
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