domingo, 1 de enero de 2012

La revolución de los estudiantes


Miles de jóvenes de todo el país le dijeron este año al Estado colombiano que no puede gobernar sin tenerlos en cuenta. En una batalla que duró casi dos meses, consiguieron que el proyecto de reforma a la educación superior fuera retirado y ganaron un importante pulso en la lucha por la educación pública.

Los estudiantes le ganaron este año un importante pulso al gobierno nacional: el proyecto de reforma a la educación superior fue retirado del Congreso.

El movimiento estudiantil fue la gota que rebosó el vaso de la participación civil en la política y en las decisiones grandes de un país. Luego de haberse tragado el sapo de la ley 30 en 1992, los estudiantes consiguieron que el Presidente ordenara retirar el proyecto de Reforma a la Educación Superior radicado en 4 de octubre por el ministerio de educación.

El camino comenzó con la radicación de la ley. La ministra Campo dijo que no iban a privatizar la educación y que lo único que perseguía la iniciativa era tener más recursos para mejorar la calidad y la cobertura.

Pero los estudiantes no tragaron entero, tampoco fueron consultados e hicieron sentir la fuerza de los paros y las movilizaciones. El 6 de octubre fue la primera manifestación: Cali, Neiva, Montería y Bogotá se encargaron de mandar el primer mensaje al ejecutivo sobre su desacuerdo con la reforma.

Con el tiempo las manifestaciones fueron haciéndose más grandes y más frecuentes. El 12 de octubre se oficializó el paro estudiantil con una marcha en las calles de varias ciudades y con concentraciones de la mayoría de estudiantes de universidades públicas. La protesta terminó con enfrentamientos contra la fuerza pública.

El movimiento estudiantil avanzó, también en la forma de protestar. Las piedras se cambiaron por banderas y la lucha contra la policía se volvió una declaración de amor y de manifestaciones de cariño.

El 19 de octubre tuvo lugar la Besatón nacional, miles de estudiantes salieron a las calles contarle al gobierno a través de los besos que ellos querían hacer parte de la construcción de la reforma y que eran, son, actores de primer orden al hablar de educación.

El 26 vino la Abrazatón, otro mecanismo novedoso y creativo de sentar su voz y de hablarle al gobierno. Hasta entonces el Estado se mantenía firma en su aspiración de sacar adelante la reforma y no tenía en sus planes retirarla ni discutirla.

Los estudiantes siguieron marchando, empezaron a hacerlo con antorchas y dejaron de hacerlo con piedras. Siguieron besándose y abrazándose, continuaron enviando comunicados y hablando a través de las redes sobre lo que esperaban de una reforma a la educación. Poco a poco el discurso, acompañado del paro indefinido, comenzó a hacer mella.

El legislativo comenzó a escuchar a los manifestantes y los representantes a la Cámara Wilson Arias y Carlos Amaya anunciaron la idea de archivar el proyecto. Los congresistas querían aprovechar la gran marcha del 10 de noviembre para radicar la ponencia.


Pero no fue necesario. El 9 de noviembre de 2011 el presidente Juan Manuel Santos sugirió públicamente, pero de manera implícita ordenó, tanto al ministerio de Educación como a la comisión sexta de la Cámara a retirar la reforma. La medida era un hecho. Los estudiantes, parte de la nueva oposición, ganaron.

La ministra Campo radicó el documento que solicitaba el retiro de la reforma a la secretaría general de la Cámara y ayer 11 miembros de la Comisión aprobaron por unanimidad que el proyecto fuera archivado.

La idea del gobierno, de nuevo la gran lección, es sentarse a través de mesas de diálogo a hablar con los estudiantes y con la comunidad académica. A mediados del otro año saldrá un documento construido por el Ministerio, por las asociaciones de universidades y por la Mesa Amplia de Negociación Nacional.

Sea a través de las redes sociales, de los besos, de las marchas o de las antorchas, en Colombia se está gestando una oposición espontánea y creativa. Más allá de las banderas y de los partidos, en nuestro país comienzan a verse los resultados de la indignación.

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