Era ya la segunda semana de la reapertura de la UdeA y la inicial calma era sorprendida por el anuncio de la primera Asamblea General de Estudiantes, el primer atentado contra los torniquetes recién instalados en la portería del Metro y los estruendos tradicionales de las tardes, ya casi olvidados, en la plazoleta Luis Fernando Barrientos.
Sin embargo, durante las jornadas anteriores, se había vivido en la universidad un clima de calma relativa, sustentada en la preocupación de la mayoría de los estudiantes por terminar un semestre largamente aplazado. Las clases se abrieron con parciales, y la carga académica tiende a intensificarse, lo que prácticamente no ha dado tiempo para pensar en otra cosa que no sea ponerse al día en todo, más aún cuando se prevé la aplicación de una reforma a fondo del Reglamento Estudiantil.
Existe además la preocupación constante de estar bien arreglado y sonriendo, por si se está siendo captado por alguna de las muchas cámaras, visibles o “camufladas”, ubicadas en CUALQUIERA de los lugares del claustro universitario.
Aparte del rector, que como era de esperarse “no da la cara”, los personajes principales de estos acontecimientos son los burdos torniquetes, establecidos en una de las porterías y en proceso de instalación en las restantes. Acciones que evidencian que no se tiene en cuenta que la legitimidad de la administración de la universidad es inversamente proporcional al incremento de los mecanismos de fuerza y de ley, de orden coercitivo, coactivo y represivo; de los cuales, lo único que puede esperarse es resistencia.
Los comentarios son unánimes en cuanto el desprecio por los torniquetes y el optimismo sobre sus escasa posibilidades de supervivencia. Desde ya se ha empezado a especular sobre la mejor manera de atacar los dispositivos con los cuales se pretende apartar, aún más, a la Universidad del resto del mundo, de la realidad social que la rodea inexorablemente.
Sin embargo, siguiendo la lógica de las políticas implementadas por la administración de la universidad, en cabeza de Alberto Uribe Correa, estas medidas sólo son algo formal que hace parte del plan de “seguridad” estipulado para el Alma Máter.
Otras cosas parecen ser más importantes y preocupantes: principalmente toda estrategia que se lleve a cabo para convertir a la universidad en un centro de formación de entes que cumplan las características necesarias para la competencia en el mercado y el aumento del lucro.
Paráfrasis de: Atrapados sin Salida. Revista Alternativa. Octubre 1977.
“Cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer.”
Mahatma Gandhi
YULIA KATHERINE CEDIEL GÓMEZ
ESTUDIANTE UdeA
No hay comentarios:
Publicar un comentario