Un silencio imperativo fue lo único que nos quedó del año de 1984. En la Universidad Nacional no se habla mucho de este año, hasta las paredes se han quedado mudas con el tiempo. Las fotografías de las diferentes promociones de doctores en los muros de la facultad de medicina saltan del año 83 al 86 sin dar cuenta de los espacios vacíos que quedaron, los edificios del complejo Camilo Torres y el Uriel Gutierrez hoy muestran una cara diferente a la que hasta hace menos de 30 años tenían y hasta las rejas que encierran hoy la Universidad se levantan sobre esa ausencia en nuestra memoria.
La historia -tiene un día clave- el 21 de septiembre de 1982 cuando un grupo de 80 estudiantes irrumpen en los edificios “Uriel Gutierrez” y “Complejo de residencias estudiantiles Camilo Torres Restrepo”. Este hecho no era fortuito, tenían el firme propósito de recuperar los edificios para que fueran empleados por los estudiantes de las regiones como vivienda. Esta había sido la razón inicial por la que se habían construido, pues aproximadamente por dos décadas habían albergado a estudiantes y sus familias, pero a finales de la década de los 70´s habían sido desalojados obligándolos a vivir en piezas arrendadas a altos costos o incluso bajo los puentes de la ciudad.
Después de tomar control sobre las edificaciones, los estudiantes hicieron una serie de peticiones entre las que estaba que se respetara el accionar estudiantil en defensa de lo que ellos denominaban piedra angular del bienestar universitario, -la vivienda digna-. El paso seguido fue la conformación de la agencia de cooperación estudiantil que cumpliría la función de velar por el buen funcionamiento de las residencias y cuyos miembros serían los representantes de los diferentes “combos” o grupos de estudiantes que habitarían dichos espacios.
El 11 de mayo de 1984 fue encontrado en la ciudad de Calí el cadaver de Jesús Humberto León Patiño, miembro de la agencia, con marcados signos de tortura. Este estudiante de Odontología había sido clave en los últimos meses en la lucha por la re-adecuación de las edificaciones como vivienda estudiantil.
La muerte de Chucho terminaría siendo la chispa que desencadenó los sucesos el 16 de mayo del 84. Al medio día, un bus fue quemado en la plaza Che. Acto seguido, se inicia el tropel sobre la calle 26 que terminaría con la entrada de fuerzas armadas del Estado, en la que atestiguan los ex- estudiantes se usaron armas de fuego contra la comunidad universitaria. Se rumoraba que habían alrededor de 17 muertos y también se denunciaron varias capturas que hicieron de forma irregular a estudiantes que vivían en las residencias. El 20 de mayo renuncia el rector Fernando Torres y la Universidad es cerrada por más de un año, el argumento usado consistió en mostrar a la institución ante la sociedad colombiana como un espacio invadido de violentos infiltrados que perturbaban el orden nacional. El resultado fue el quiebre del proceso estudiantil en pro del Bienestar y finalmente la perdida total de éste.
Hoy, 16 de mayo, tal vez sea tiempo de recordar que seguimos luchando por el Bienestar Universitario, y más que eso, por la integridad de la Universidad Pública; que la opción fácil es seguir en la indiferencia. Sin embargo, hoy la invitación es a no olvidar, a rememorar para recuperar nuestra identidad, y trabajar a favor de un cambio social en beneficio de la comunidad. La lucha que continúa, y como estudiantes desempeñamos un rol fundamental para promover una transformación.
Memoria y Palabra
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