“Que la universidad se pinte de negro, que se pinte de mulato, no
sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte
de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad
no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo… que está hoy a las
puertas de la Universidad, y la Universidad debe ser flexible, pintarse
de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y
el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le
parezca.”
Ernesto Che Guevara
En
gran medida el hecho, la noción y la consigna de la autonomía
universitaria residen con fuerza en la necesidad de rescatar la
pluralidad como una de las formas culturales de recomponer lo público y lo común. Los
campus universitario de la UN son territorio común y deben ser
construidos, en su ética y su estética, por la comunidad universitaria.
En
días pasados recibimos duras críticas por la forma como se estaban
dando en términos de publicidad las distintas campañas al CSU. Muchas de estas críticas son justificadas,
y nos conducen como es deseable, a una reflexión ante la comunidad
universitaria sobre las formas de acción política, y en particular, la
que adopta la actual coyuntura a las elecciones ante el Consejo
Superior. Otras sencillamente tienen el objetivo de ofender,
descalificar, y evocar al principal verdugo de la pluralidad: el
irrespeto por el pensar y el hacer.
Vale la pena decir que es cierto que la estética del campus no puede ser la de campañas electorales.
Concebimos profundamente caduca la actual forma de participación que
tiene la universidad, donde no sólo la comunidad es minoritaria en los
diferentes cuerpos colegiados, sino que adicionalmente, los mecanismos
de la elección y el proceso electoral en general distan a profundidad de
la necesidad de construir una nueva democracia, como la que hemos
venido construyendo a partir de la movilización y la propuesta. Así como
debemos exigir y disputar con vehemencia un cogobierno universitario
que trastorne por completo las actuales formas de tiranizar en la
universidad relegando por completo a la comunidad universitaria, es
necesario, en ese mismo sentido, buscar nuevas formas de participación y
definición de políticas y representantes de la comunidad en los
escenarios colegiados. Allí la crítica que se nos ha hecho a quienes
hemos participado en el actual proceso de representación ante el CSU,
cobra bastante sentido.
Una nueva democracia universitaria debe
contener, por ejemplo, la construcción masiva de escenarios
organizativos amplios y de reunión permanente del estudiantado, con un
alto grado de cualificación del debate como los consejos estudiantiles.
Bajo esta concepción asumimos las críticas constructivas con un ánimo de corregir y mejorar nuestro accionar en lo que queda de este proceso y los que vienen.
Sin
embargo no es cierto, y no compartimos, pese a asumir la discusión
sobre la crítica frente a la publicidad de la campaña, que la única
estética posible para la universidad nacional, sea aquella donde los
muros están, como si de la naturaleza o el destino se tratara,
inexorablemente avocados a ser blancos y permanecer así. La comunidad
universitaria tiene el deber de hacer del campus un territorio común,
para le heterogeneidad, y no para la homogeneidad. Más aún, una
universidad que se plantee así misma como conciencia crítica de la
sociedad, debe ser una universidad para la heterotopía, y en ese
sentido, para la construcción plural del sentido de lo público.
Las
paredes de la universidad hacen también parte de la construcción de
aquella ética que hemos mencionado, aquella que se manifiesta en la
necesidad de reconstruir el sentido de lo público y lo común, es decir,
aquella que se encarga de recomponer la pluralidad necesaria para hacer
de la Universidad Nacional un verdadero grito de libertad, y un refugio
de la crítica y la inteligencia.
La estética de la universidad
debe ser consecuencia de esa ética que creemos se construye a partir de
la necesidad de Autonomía, democracia, sentido de lo público, inclusión y
pluralidad. Si la universidad es una escenario donde es posible romper
tabúes, pensar y actuar de conformidad con la plena libertad de crear y
recrear el mundo, edificar el saber a partir del desbordar de los
límites mismos de la cultura, la ciencia y la tecnología, entonces la
homogeneidad, y la estética de la homogeneidad, el señalamiento, la
lógica del enemigo interno, y el irrespeto, van en contravía del Universitas[1].
Hacemos
la invitación a que abramos un dialogo universitario sobre tres
elementos: 1. La significación y alcances de la autonomía universitaria,
en especial bajo la premisa de que en una comunidad académica se
constituye necesariamente cultura universitaria. Así mismo una discusión
sobre las herramientas imprescindibles para materializar ésta
autonomía; 2. La concepción del campus universitario como territorio
común, la construcción de una identidad de la Universidad a partir de
una ética de lo público y lo común en la universidad, y a partir de
allí, una estética de la pluralidad; y 3. Una discusión sobre si es
deseable que las paredes, los muros, y los espacios comunes de la
universidad sean espacios para la libre expresión y el potenciamiento de
la heterogeneidad.
Una universidad donde la estética de lo formal
está por encima de la ética de la participación, la pluralidad y la
cultura, es una universidad para la sumisión. La posibilidad de hacer
nuestra propia historia, aún reside en la voluntad de caminar, escribir
el pergamino, emborronar cuartillas, y juntar las rebeldías.
Jairo Andrés Rivera H
Mariana Ríos Naranjo
Candidatos a la representación estudiantil al CSU
Plancha 2
[1]
Los estudiantes de Córdoba en Argentina lo hicieron manifiesto en una
enseñanza que aún no está del todo aprendida, y tiene plena vigencia
para nuestros debates propios: “Las universidades han sido hasta
aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la
hospitalización segura de los inválidos y —lo que es peor aún— el lugar
donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la
cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así fiel
reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el
triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia
frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y
grotesca al servicio burocrático. Cuando en un rapto fugaz abre sus
puertas a los altos espíritus es para arrepentirse luego y hacerles
imposible la vida en su recinto. Por eso es que, dentro de semejante
régimen, las fuerzas naturales llevan a mediocrizar la enseñanza, y el
ensanchamiento vital de organismos universitarios no es el fruto del
desarrollo orgánico, sino el aliento de la periodicidad revolucionaria.
Nuestro
régimen universitario —aún el más reciente— es anacrónico. Está fundado
sobre una especie de derecho divino; el derecho divino del profesorado
universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere. Mantiene un
alejamiento olímpico. La federación universitaria de Córdoba se alza
para luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida.
Reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que el demos
universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio
radica principalmente en los estudiantes. El concepto de autoridad que
corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de
estudiantes universitarios no puede apoyarse en la fuerza de disciplinas
extrañas a la substancia misma de los estudios. La autoridad, en un
hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando:
enseñando.”
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ResponderEliminarQue tristeza, si tener las paredes rayadas es símbolo de academia la calle del cartucho debió haber sido el ápice de la intelectualidad moderna. Es increíble como se ufanan de ver la universidad vestida de tugurio, como si ese fuera motivo de orgullo, eso es no querer la universidad.
ResponderEliminarSería interesante que la comunidad universitaria estuviese dando una discusión sobre el ejercicio participativo al interior de la universidad, y que, obviamente, la representación podría ser un tema para abordar la reflexión acerca de la democracia, tan siquiera ello brindaria un tanto de legitimidad a la participación en esos escenarios, promoviendo participacion de la comunidad y no de unos cuantos en algunos lugares.
ResponderEliminarSin embargo la realidad es bastante contraria, hoy por hoy la universidad nacional pareciera encontrase en plena disputa electoral de los dos partidos tradicionales, tristemente hoy la universidad se encuentra vestida, parecida, de la que ha sido una infame, corrupta y clientelista historia de la política nacional.
El desarrollo de las elecciones de representante al CSU ha llevado a que nuestros muros, los de esta universidad en la que continuamos resistiendo, se llenen de publicidad de los aspirantes, rojos y azules, como otrora conservadores y liberales en el país, han inundado el campus. Y surge la pregunta ¿preferimos los muros blancos?, sinceramente no resulta acertado encaminar por allí la discusión, ya que en un día como hoy, de Paro Nacional Estatal, preferiria verse la universidad colmada de llamados, mensajes, etc, convocando a la particpación de un real acto democrático, de ejercicio de poder como lo es el paro; pero no, tan siquiera en la UN-Medellín no puede voltearse a un lado sin ver el recorrido de la mirada intervenido por algun cartel de alguno de estos dos colores, porque no es lo que proponen (¿?) lo que se ve, o lee.
Y entonces nuevamente la pregunta, ¿es el blanco la estética que debe reinar y dominar? Pues tal vez algunos podríamos decir, sin negar el blanco, que cualquier color que busque homogenizar un escenario al imponerse hegemonicamente es un significante, y normalmente busca domesticar y subordinar, esconder o neutralizar todo tipo de expresiones libres, rebeldes, de resistencia. Entonces ni blancas, ni grises, ni negras, totalmente, las paredes las queremos de colores, porque así nos significan y nos construyen en lo plural y diverso pero ante todo como una expresión libertaria que no caya.
A pintar paredes! que se llenen de colores, que las pinte el pueblo, que se pinten de pueblo, pero que no se llenen de puros carteles para una "simple" elección, o más bien, jornada electorera.
Pero bueno, allá bien como cada proyecto se piensa la construcción de un territorio y el ejercicio participativo de la comunidad del mismo.