Manifestaciones gigantescas toman Madrid, Lisboa, Atenas y París, denuncian secuestro de la democracia y abren un otoño de luchas contra la oligarquía financiera. |
¿Hasta qué punto los gobiernos pueden, en una democracia, contrariar intereses y deseos de la gran mayoría para actuar en favor de una pequeña oligarquía – ultra-enriquecida y poderosa, por controlar los circuitos financieros? ; ¿Cómo las mayorías pueden, en este caso, actuar, si los canales que transformarían su voluntad en políticas alternativas – especialmente partidos y la mídia – están bloqueados o controlados por la oligarquía? Algunas respuestas para estas preguntas parecen que se han esbozado, en los últimos tres días (28 a 30/9). Vinieron de Europa, el continente más amenazado por la regresión de la democracia a un ritual retórico, la fachada que esconde, al revés de exponer, los espacios en que se toman las decisiones que importan.
Multitudes inmensas, de decenas de millares de personas, se reunieron en España, Portugal, Francia e Grecia. Protestaban contra el desmantelamiento del Estado en el bienestar social europeo, materializado en nuevas medidas que restringen derechos y servicios públicos. Al contrario de lo que marcaban las protestas de masas en el siglo XX, el impulso de la convocatoria no fue lanzado por los partidos políticos. La articulación autónoma, con uso intenso de internet, fue un componente decisivo en todos los países – con graduaciones interesantes, como se verá en seguida. Pero las multitudes no se limitaron a rechazarla política tradicional – y tal vez haya sido esta su principal novedad. Ellas señalarían que pretenden lanzarse a algo como un rescate de la democracia, exigiendo que las instituciones respeten la voluntad popular. Esta reivindicación – simple y factible, pero, capaz de cuestionar radicalmente el secuestro de la política por los mercados – puede abrir avenidas largas para la búsqueda de alternativas.
Madrid: cercó al Parlamento, que secuestró la democracia
Tal vez la manifestación más emblemática – por la forma novedosa que asumió y por sus probables repeticiones futuras – haya sido la de Madrid. En la tarde del sábado, decenas de millares de personas volvieron a la Plaza Neptuno, para cercar el Congreso de Diputados, nombre del Parlamento español.
Fue el tercer acto de este tipo en cinco días. Hace meses, un conjunto de colectivos autodenominado Coordinadora 25-S y constituido según la tradición de los Indignados llamó a los ciudadanos a promover el cerco. El objetivo de los grupos, que se definen como “un movimiento de carácter social, antineoliberal, anticapitalista, antipatriarcal y democrático”, era claro. “Decir, a quien piensa mandar a nosotros, que no: que desobedeceremos sus imposiciones injustas, como la de pagar su deuda, y que defenderemos los derechos colectivos: casa, educación, salud, empleo, participación democrática y renta” [lea el manifiesto].
El primer cerco al Congreso, realizado el martes 25/9 (de ahí el nombre de la coordinadora) fue reprimido con brutalidad gratuita por la policía. No tenemos miedo, respondió la multitud, que repitió el acto el miércoles y el sábado. Y, cada día, más gente – y nuevas consecuencias. Además de los jóvenes radicales, la protesta atrajo familias, profesionales, amas-de-casa, jubilados [vea textos: 1 2 3 y galería de imágenes].
La secuencia de manifestaciones fue cerrada por una asamblea, al final de la tarde del sábado. De ella salieron decisiones que parecen reflejar la ampliación de la base social del movimiento. Se mantiene la postura básica: renuncia de los políticos (“la mayoría de los partidos políticos”) que son cómplices del “secuestro de la soberanía popular”; inicio de un “proceso constituyente”.
Pero, se formulan, además de eso, dos reivindicaciones inmediatas y capaces de convertirse en conquistas concretas, a corto plazo. Se pide la dimisión del gobierno del primer ministro, Mariano Rajoy. Se convoca un nuevo cerco al Congreso en noviembre, para bloquear la votación del Presupuesto del Estado para 2013 – que “dedica mucho más dinero para pagar una deuda ilegítima que las necesidades sociales”. “Queremos estar de nuevo aquí en estos días, para decir que no, que se acabó [el tiempo de] gobernar sin preguntar”, dice el texto de las resoluciones. Leído en plena Plaza Neptuno, alrededor de las 20h del sábado, el documento fue saludado por un coro: “dimisión, dimisión” (del gobierno).
Lisboa: desafío a la troika y preparativos para huelga general
Horas antes de los acontecimientos de Madrid, el otoño europeo hervía en Portugal. Por segunda vez en dos semanas, el centro de la capital fue tomado por decenas de millares de personas (ver galería de imágenes). Ocuparon el Terreno del Palacio, la plaza inmensa junto al Río Tejo donde estuvo el palacio real hasta el gran terremoto de Lisboa, en 1775. Esta vez, el llamado fue hecho por una central sindical: la CGTP, que tiene fuerte influencia del Partido Comunista. Al hablar a la multitud, el presidente de la central, Armenio Carlos, anunció planes para convocar, en las próximas semanas, una huelga general, con objetivos semejantes a los de los colectivos españoles: bloquear la aprobación de un presupuesto que elimina derechos sociales para privilegiar el pago de impuestos a la oligarquía financiera.
Portugal vive, hace cerca de diez días, una situación política particular, que desafía la llamada troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI) y el ataque que ella promueve contra los derechos sociales y la soberanía de los Estados europeos. El 15 de septiembre, una movilización popular mucho mayor que la del último sábado tomó las calles de Lisboa y de las principales ciudades del país. Articulada por asociaciones civiles y colectivos autónomos, difundida basicamente por el Facebook, se alzaban en contra de la reducción nominal de los salarios, decretada una semana antes por el primer-ministro Passos Coelho.
Extremamente impopular y aislado en su propio partido, el premier retrocedió, tres días después, al anunciar que buscaría otras formas de atender las exigencias europeas. La manifestación de ayer, y la probable huelga general, pretende impedir que el gobierno, ahora a la defensiva, intente atacar los servicios públicos. Esta cuestión es muy incómoda para la llamada troika europea. ¿Cómo tolerar el precedente portugués, ya comentado por algunos comentaristas como primer acto de disidencia contra la tentativa de redefinir las políticas europeas? ¿No estará abierta una brecha devastadora, en un pensamiento que hasta ahora no admite concesiones?
Atenas: 90% contra el nuevo gobierno y emergen prácticas de autonomía
Una primera respuesta surgirá en Grecia, en los próximos días. El viernes (27/9), el gobierno conservador electo en junio, y alineado con las exigencias de la troika, enfrentó su primera huelga general. Cerca de 35 mil personas salieron a las calles en Atenas, y 15 mil en Tesalónica, en el Norte. En un acto de la principal central sindical en ser dirigida por uno de los partidos en el poder (el Pasok, “socialista”) fue suficiente para evitar la protesta.
Después de seis años seguidos de recesión, de recortes (22%) en el salario-mínimo, privatizaciones en serie y reducción de las jubilaciones, los dirigentes europeos están haciendo exigencias adicionales al país. Desde el domingo, un grupo de inspectores de la troika está en el país para fiscalizar la aplicación de nuevos recortes (equivalentes a 15 billones de euros) en materia de derechos sociales y servicios públicos.
En un texto para el site norte-americano Z-Net, el sociólogo griego Lefteris Kretsos describe las grandes transformaciones políticas que continúan en el país, después de las elecciones de junio. Son todas de sentido opuesto a los planes de la troika.
La popularidad del gobierno cayó cada semana. Sondeos de opinión recientes revelaron que 90% de la población considera los programas de recortes de derechos y servicios públicos como “injustos” y “enfilados contra los más pobres”. También revelan que, en un eventual nuevo proceso electoral, saldría victoriosa la Syriza (la “Coalición de Izquierda Radical”), que reúne partidos y organizaciones sociales fuertemente identificados con el post-capitalismo [lea nuestro texto y una entrevista reciente con Alexis Tsipras, líder de la coalición]. Pero, transformaciones igualmente importantes, relata Kretsos, están ocurriendo en la base de la organización social.
En el terreno de las luchas obreras, por ejemplo, se formaron nuevos sindicatos, muchos de ellos con estructura no-convencional. Reúnen asalariados precarios y temporales, rechazados por las entidades tradicionales. Superan la estructura ultra-jerárquica que marca, tantas veces, el ambiente sindical. Estimulan el surgimiento de nuevas formas de producción: hospitales auto-dirigidos, fábricas ocupadas por los trabajadores, redes de productores que experimentan con monedas y mercados alternativos. En breve, será posible verificar si este amplio movimiento tendrá fuerzas, también, para derrotar a la troika y sus planes para Grecia.
Paris: donde los nuevos movimientos y la izquierda tradicional ya se unen
La serie de manifestaciones que marcó el despertar de Europa fue cerrada el domingo (30/9), en París. Cerca de 80 mil personas participaron de una marcha de 4 kilómetros, entre la Plaza de la Nación y la Plaza de Italia, para manifestarse contra la adhesión de Francia al Tratado del Presupuesto Europeo, que será debatido en el Parlamento a partir de este miércoles. Tres características marcarán el acto Parisino y lo transformaran en una especie de complemento a los realizados en Madrid, Lisboa y Atenas.
Primero, Francia no está, al contrario de los tres primeros países, sometida a supervisión de la troika. Al contrario: es, junto con Alemania, parte del núcleo político que comanda y da estabilidad a la zona del euro. El hecho de ser escenario también de enormes protestas refleja la amplitud de la oposición a las políticas actuales.
También revela que parte importante de la opinión pública europea no estará satisfecha con cambios superficiales. La semana pasada, el presidente francés, François Hollande, propuso un presupuesto para el próximo año que hace ciertas concesiones a los críticos de la troika. Eleva los tributos, para permitir el pago de impuestos – pero concentra el aumento en la parte más rica de los asalariados, cuyas contribuciones al impuesto de renta pudieran llegar al 75% de los vencimientos. Eso no fue suficiente para disuadir la movilización. Además de rechazar los cortes de servicios públicos, los manifestantes parecen indicar que reivindican un nuevo proyecto para el continente y nuevas formas de democracia.
Finalmente, la movilización Parisina abrió la posibilidad de nuevas alianzas entre organizaciones tradicionales y la cultura política emergente. Fue convocada en conjunto por partidos (en especial, Partido de Izquierda, Partido Comunista, Nuevo Partido Anticapitalista), sindicatos y una constelación de cerca de 60 movimientos asociativos (entre ellos, ATTAC, Memoria de las Luchas, Defendamos el Feminismo, Economistas Escandalizados, Marcha Mundial de las Mujeres, Marchas Europeas contra el Desempleo). Jean-Luc Mélenchon, el candidato del Frente de Izquierda a las elecciones presidenciales de este año, fue uno de los personajes destacados en la marcha. Eso no parece estar incomodando, ni reduciendo el protagonismo de las decenas de organizaciones participantes.
Europa: falta mucho para salir del letargo. Pero, la caminata, al fin, comenzó
Y esta sintonía sugiere que pueden surgir, en el futuro, nuevas convergencias entre las dos galaxias de la lucha anticapitalista que han dialogado poco, en la mayoría de los países. De un lado, están hoy los movimientos que priorizan la crítica profunda al sistema político institucional (como los Indignados). De otro, las organizaciones que, formando parte de este sistema (los partidos de izquierda, por ejemplo), luchan, dentro de él, para revertir las orientaciones adoptadas por la troika y por los gobiernos europeos.
Hay diferencias culturales, generacionales y también de valores e ideologías, entre estas dos galaxias. Mientras tanto, ambas necesitan, para viabilizar sus proyectos, enfrentar un mismo fenómeno: el secuestro de la política por la oligarquía financiera. Además, las movilizaciones del fin de semana revelan que está surgiendo el embrión de una agenda común. Se descubrió que el presupuesto de los Estados – en especial, el desmonte de los servicios públicos, para abrir espacio al pago de los impuestos – se convirtió en un elemento-llave para la captura de la riqueza social por una ínfima minoría de las poblaciones.
¿Será posible construir, en torno de este tema, una nueva movilización social, capaz de rescatar la Europa de un letargo de años? Es temprano todavía para responder. Pero, es muy animador constatar que, después de mucho, el Viejo Continente se puso de pie, este fin de semana.
Por: Antonio Martins (Editor de Outras Palavras)
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