Autor: Renan Vega Cantor
A nivel mundial se promociona un nuevo negocio educativo, que se denomina con el término de e-learnign (que podría traducirse como aprendizaje a través de la web). Este negocio se sustenta en tres aspectos: utilización masiva en los procesos educativos de los artefactos tecnológicos, más exactamente en formato electrónico; los contenidos de los cursos están formateados en consonancia con las características de las tecnologías, a las que se supedita la pedagogía; y, se venden servicios complementarios, tales como tutorías, asistencia técnica, evaluaciones y certificaciones.
Paquetes tecnológicos en la educación
Según la concepción e-learning, en el mundo de hoy la enseñanza sólo es posible a través de los medios tecnológicos que, en gran medida, vendrían a sustituir a los profesores, a los que se les asignaría una suerte de presencialidad secundaria, porque lo importante es el envoltorio tecnológico. Como lo fundamental son los artefactos, la metodología didáctica debe adecuarse a la lógica binaria del lenguaje informático y a las características visuales de la pantalla, por lo que se enfatiza en que los estudiantes deben “explorar la riqueza de los contextos electrónicos”.
Como resultado, se forma en una cultura tecnológica en donde predomina el aprendizaje instrumental que permita acceder a las cambiantes Tecnologías de la Información. Ese aprendizaje se mide mediante sistemas de gestión de corte gerencial, en los que se define con precisión conductista el tipo de tarea fijada, los logros alcanzados, el tiempo de ejecución y el rendimiento medido en términos cuantitativos.
Una característica central de la e-learning es su lógica mercantil, de donde se desprende la importancia de la gestión de la información, lo que se muestra como un elemento estratégico en la competitividad mundial, como lo exige la “sociedad del conocimiento”, que beneficiaría a las personas, a las empresas y a los países. En concordancia, el e-learning, como modalidad de formación, está pensado desde la enseñanza y no desde el aprendizaje. Se centra en la tecnología y no en los seres humanos, y, por ello, desdeña todo lo que tenga que ver con la formación integral de la gente, centrándose en el culto al individualismo y al consumo del capitalismo realmente existente. Se muestra como un tipo de formación flexible, eficaz, de bajo costo, en donde no se requiere de la infraestructura básica de cualquier colegio o universidad, sino que los aprendices deben asumir el proceso y el costo por su cuenta y riesgo.
La e-learning se ha convertido en negocio con extraordinarias ganancias, que ofrece una mercancía peculiar a la que se llama conocimiento, y se promociona de diversas formas: software educativos, tutorías, asesorías, paquetes informáticos... Para que unos cuantos empresarios del capitalismo académico obtengan fabulosas ganancias es preciso explotar a un amplio sector de trabajadores. En efecto, ha sido necesario precarizar al profesorado y a otros trabajadores relacionados con la educación, imponiendo bajos salarios, contratos temporales, sobrecarga laboral, subcontratación y mil triquiñuelas por el estilo, que se ocultan bajo el disfraz de la modernización que acompaña a las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Al mismo tiempo, se estafa a amplios sectores de la población, sobre todo de la clase media, con el embuste de brindar educación de alto nivel tecnológico e innovadora, lo que se ha convertido en una venta masiva de títulos de muy dudoso mérito.
Delirios tecnocráticos
Los delirios tecnocráticos alcanzan en el ámbito de la educación la cumbre del cinismo, como se constata con el caso de Andrew Ng, un verdadero mercachifle de la estafa educativa, que está dictando una clase, léase bien, a cien mil estudiantes, a los cuales además les vende un título. Tan “brillante” propuesta dice apoyarse en la informática. El mencionado personaje afirma que ha dado un salto espectacular en materia de difusión educativa, porque de enseñarles a 400 estudiantes en un semestre pasó en el siguiente a enseñarles a 100 mil en un curso en línea. Agrega que “para llegar a tan grande número de estudiantes antes habría tenido que enseñar mi clase normal de Stanford durante 250 años”. ¿Cómo puede producir tan espectacular “revolución” en el arte de robar a nombre de la educación?
Para comenzar, no sorprende que eso se presente en los Estados Unidos y se afirme que es una contribución para ofrecer educación superior a bajo costo. Por supuesto, se afirma que esto es posible por la proliferación de tecnología inalámbrica de alta velocidad, que ha conectado el mundo de un extremo a otro, lo cual ha hecho surgir a la primera generación de seres humanos que “se siente cada vez más cómoda aprendiendo e interactuando con profesores a través de plataformas en línea”. Es decir, las tecnologías de la telecomunicación son empleadas para crear empresas educativas en las cuales el objetivo exclusivo es obtener fabulosas ganancias.
Por eso, el personaje mencionado ha creado la empresa Coursera.org, respaldada por capital de riesgo del Silicon Valley. Esta empresa se promociona a sí misma diciendo que ofrece catedras gratuitas en línea a cualquier lugar del mundo, lo que no deja de ser un chiste flojo, porque aparte de que cobra 100 dólares por conceder un certificado (multiplíquese 100 dólares por 100 mil estudiantes, para ver cuánto se obtiene). Lo realmente delirante estriba en suponer que una persona le puede dictar clase a 100 mil personas, lo cual rompe con las más elementales normas de la convivencia entre docentes y alumnos.
En otro sentido, no se menciona ni una sola palabra sobre el impacto que este tipo de “educación” tiene sobre los profesores, porque, imaginémonos cuántos educadores quedan desempleados con la generalización de este tipo de cursos informáticos, ofrecidos en todo el mundo por prestigiosas universidades, como quien vende un celular, un champú o una salchicha. Esto evidencia que en la actividad educativa está en marcha el despojo pleno de los profesores, para dejar sin empleo a una gran parte de ellos y convertir a otros en meros apéndices de los artefactos técnicos.
“Filántropos” y antisindicalistas
Los grandes empresarios de la informática son los personajes más interesados en una “reforma educativa” que sea favorable a sus intereses corporativos. Para sustentar dicha reforma se recita al pie de la letra la cantinela que la raíz de los problemas y del atraso de una sociedad están determinados por su educación estancada y no por las desigualdades sociales. Esto es lo que dice continuamente Bill Gates, el magnate propietario de Microsoft, como lo ha promocionado en una película que se titula Waitting for Superman (Esperando a Superman) y como lo ha manifestado en forma reiterada, sin ocultar su odio de clase por los sindicatos y los profesores organizados.
En efecto, la fundación Bill y Melinda Gates, pretendidamente filantrópica –una denominación que se usa en Estados Unidos, entre otras cosas, para evadir impuestos- tiene como un objetivo declarado combatir la educación pública en los Estados Unidos, presentándola como absolutamente ineficaz, de lo cual responsabiliza a los sindicatos de los profesores. Además del carácter antisindical de los pseudofilántropos estadounidenses de la informática –entre los cuales también se ubicaba el finado Steve Jobs, fundador de Apple-, una de sus preocupaciones centrales se encuentra en la poca difusión que los aparatos electrónicos han tenido en el mundo educativo. Y a partir de allí esbozan la manera como ven la educación del futuro, una visión profundamente conductista –como la de su padre espiritual Frederic Skinner- en la que los profesores ya no serían necesarios.
En la biografía de Steve Jobs se cuenta que en una reunión con Bill Gates, el magnate de Microsoft, éste “esbozó brevemente su visión acerca de cómo iban a ser las escuelas en el futuro, en las que los alumnos verían por su cuenta las clases y las lecciones en video mientras utilizaban el tiempo lectivo para las discusiones y la resolución de problemas”. En esa misma reunión, “ambos coincidieron en que los ordenadores, hasta el momento, habían tenido un impacto sorprendentemente insignificante en los centros educativos, mucho menos que en otros campos de la sociedad como los medios de comunicación, la medicina o el derecho. Para que aquello cambiara, en opinión de Gates, los ordenadores y los dispositivos móviles iban a tener que centrarse en la forma de ofrecer lecciones más personalizadas y una mayor motivación”.
Para Jobs, el sistema educativo de los Estados Unidos era muy anticuado y “se veía entorpecido por los reglamentos laborales sindicales”, y sólo “hasta que desaparecieran los sindicatos de profesores, no había apenas esperanzas de lograr una reforma educativa”, porque “según él, los profesores deberían ser tratados como profesionales y no como trabajadores de una cadena de montaje industrial. Los directores deberían tener la capacidad de contratarlos y despedirlos basándose en su calidad”. En el mismo sentido, “las escuelas deberían permanecer abiertas hasta al menos las seis de la tarde y funcionar durante once meses al año”.
Y, lo más significativo, desde el punto de vista de un empresario de la informática: “era absurdo que las clases estadounidenses todavía consistieran en un profesor ante una pizarra y en el uso de libros de texto. Todos los libros, los materiales de aprendizaje y las evaluaciones deberían llevarse a cabo de manera digital e interactiva, adaptada a cada estudiante de forma que pudiera recibir información sobre su progreso en tiempo real”.
Este “diagnóstico” sobre la crisis educativa de los Estados Unidos comparte el mismo tufillo neoconservador y neoliberal de la derecha más extrema de ese país, lo cual pone de presente que la modernización tecnológica no es una garantía de tener posturas de avanzada en términos políticos. Pero lo más significativo estriba en que, con ofuscamiento por no haberse podido apoderar por completo de los sistemas educativos como nicho mercantil para vender sus productos informáticos, los magnates de la informática ataquen a los profesores y los califiquen como responsables de la crisis educativa.
No sorprende, entonces, que una de las banderas centrales de los filántropos sea la reforma educativa, como premisa previa para incrementar sus inversiones y ganancias, en un codiciado mercado de millones de personas en todo el mundo. Así las cosas, resulta sorprendente que uno de los temas más importantes para los fondos de inversión de Wall Street no esté relacionado con los problemas financieros sino con la reforma educativa. Y a la cabeza de ese proyecto se encuentran tres fundaciones multimillonarias, una de ellas financiada con la fortuna de Microsoft, otra con la de Wal-Mart y la tercera con la del imperio de seguros AIG.
Esas tres fundaciones (Gates, Walton y Broad) acusan como principales y únicos responsables de la crisis de la educación de los Estados Unidos a los profesores o, para ser más exactos, a los sindicatos de profesores. Añaden que los niños de los Estados Unidos están malogrando sus capacidades porque los profesores son incompetentes y, por la existencia de sindicatos, no se les puede echar a la calle cuando un rector lo considere necesario, como se hace ya en cualquier empresa flexibilizada. Para vencer este obstáculo es necesario cerrar las malas escuelas públicas, despedir a sus profesores y suprimir sus sindicatos.
La propuesta que se desprende de este diagnóstico neoconservador es clara: deben crearse y financiarse las charter schools (lo que en Colombia se llaman “colegios en concesión”), para que en ellas el capital educacional privado haga lo que se les venga en gana, sin tener obstáculos sindicales ni profesores incómodos que piensen y sean críticos, y donde se puedan vender todos los artefactos técnicos que sean necesarios para aumentar las ganancias de las grandes empresas, propiedad de los magnates filantrópicos del mundo informático. Además, como este tipo de educación es conformista y hasta patriotera, propende porque se formen individuos sin ninguna perspectiva crítica que apoyen las guerras y agresiones de Estados Unidos en el resto del mundo.
Este pobre diagnóstico sobre la educación, un verdadero proyecto de clase, elude los problemas estructurales, entre los que sobresalen la pobreza, el desempleo, la desigualdad social, la crisis familiar, para quedarse solamente con el culto a los medios tecnológicos como panacea para solucionar los problemas educativos. Tal es el trasfondo político que se encuentra tras los intereses aparentemente neutros y desinteresados de introducir computadoras en el ámbito escolar.
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