miércoles, 14 de septiembre de 2011

La Reforma Universitaria en el siglo XXI Saludos al III Congreso de La Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) de Colombia




Néstor Kohan
(Integrante de la Cátedra Che Guevara de Argentina)
Septiembre de 2011

(Acompañado de DOCUMENTOS HISTÓRICOS del movimiento estudiantil latinoamericano: Deodoro Roca, Julio Antonio Mella, José Carlos Mariátegui, Ernesto Che Guevara)
* Palabras sobre los exámenes (Deodoro Roca)
* El concepto socialista de Reforma Universitaria (Mella)
* La Reforma Universitaria: Ideología y reivindicaciones (Mariátegui)
*Discurso sobre el rol de la Universidad (Che Guevara)

Como San Martín y Bolívar y como el Che, como revolucionarios latinoamericanos, los mejores hijos de nuestro pueblo sabrán hacer honor a nuestras hermosas tradiciones revolucionarias, transitando gloriosamente sin vacilaciones por el triunfal camino de la segunda y definitiva independencia de los pueblos latinoamericanos.
Mario Roberto Santucho (“Robi”, “El Negro”)


¡Salud, hermanos y hermanas de Colombia! Alegría enorme enterarnos y saber que el movimiento estudiantil está de pie y sigue luchando a pesar de tanta represión y hostigamiento contra el movimiento popular colombiano. La lucha de ustedes por una educación gratuita y al alcance de todos y todas es también nuestra, en el sur de la Patria Grande, Nuestra América.
Desde 1918 hasta hoy, casi un siglo después, la larga marcha de la Reforma Universitaria ha planteado siempre, al mismo tiempo, la doble tarea de transformar la Universidad y cambiar la sociedad.

Deodoro Roca, redactor del Manifiesto Liminar de junio de 1918 y el primer ideólogo de la Reforma Universitaria de Córdoba (que dio nacimiento a un movimiento continental que ya lleva un siglo) nos enseñó que detrás de la Universidad y sus debates pedagógicos… se encuentra un mundo entero por descubrir y transformar.  No habrá reforma universitaria sin cambios radicales en la sociedad. Ni en Colombia ni en ningún país del mundo.

No debemos parcelar nuestra lucha. Ni solo cambios educativos y pedagógicos, ni exclusivamente cambios económicos, sociales y políticos. ¡Ambos al mismo tiempo! Un nuevo proyecto pedagógico —que cuestione no sólo los contenidos sino también la estructura jerárquica, elitista y burocrática que gobierna actualmente los estudios académicos, sus “claustros” medievales, las normas de producción, consumo y circulación del saber e incluso sus formas de evaluación y consagración— implica y presupone, necesariamente, un nuevo proyecto de sociedad. Constituye una ilusión absolutamente errónea e ingenua el pretender cambiar la Universidad dejando intacto todo el andamiaje social, político e institucional del cual la Universidad es expresión en el terreno de la pedagogía y la ideología.

“El puro universitario es una cosa monstruosa”, afirmaba Deodoro Roca y tenía toda la razón. Lucha estudiantil y debate pedagógico que no se prolonguen en una lucha por cambiar cada país, el continente y el mundo constituyen un escapismo de la peor calaña. Sencillamente apesta.

Ese ha sido justamente, durante el último cuarto de siglo por lo menos, el señuelo que las ONGs subvencionadas por el imperialismo y otras agencias de financiamiento “inocente” (como el Banco Mundial…) han promovido entre el mundo académico, sus estudiantes, sus profesores/as y sus intelectuales. Bajo la bandera tramposa del “profesionalismo” y el culto mediocre del “especialista” se ha inducido el apoliticismo. Usando mal y de manera frívola y superficial las reflexiones de Pierre Bourdieu sobre las diferencias entre el “campo intelectual” y el “campo político” (haciendo caso omiso de las conclusiones del último Bourdieu que revisa y modifica su propia teoría), se nos pretendió recluir en el mundo gris y opaco de las revistas “con referato” para eludir cualquier involucramiento y cualquier compromiso con las luchas sociales de nuestros pueblos.

Tenemos que cuestionar este modelo de Universidad. No basta con reclamar mayor presupuesto para la educación. Tampoco con pedir únicamente educación gratuita, incluso si se propone nacionalizar empresas para financiar la educación (ambas banderas justas y legítimas, desde ya). El movimiento estudiantil debe ser menos tímido. Nuestros proyectos deben ser más ambiciosos. No alcanza con mantener intacta la actual Universidad simplemente dotándola de mayor cantidad de dinero. ¡Hay que cambiar de raíz esta universidad, que hoy es legitimadora del orden capitalista dependiente y de su cultura colonial!
El Che Guevara nos reclamó ““Qué la universidad se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores, que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo”. Ese y no otro es el viejo sueño de Simón Bolívar y Simón Rodríguez. Moral y luces. Una nueva pedagogía, desde una nueva ética y en el marco de un nuevo horizonte político de cambios radicales.

Históricamente, el estudiantado formó parte de lo más avanzado del movimiento popular latinoamericano. Fue parte de (disculpas si esta categoría asusta, pero sigue siendo útil) la vanguardia en la lucha  popular contra las injusticias y por un mundo mejor. De allí nace la famosa consigna de la Reforma Universitaria de 1918: «¡Obreros y estudiantes: unidos adelante!» Violeta Parra, entrañable compositora y cantante chilena, lo inmortalizó en aquella famosa canción: “¡Me gustan los estudiantes!” (también conocida como “¡Qué vivan los estudiantes!”), tantas veces repetida en fogones juveniles y reuniones estudiantiles.

Sin embargo, hoy en día la situación ha cambiado. El estudiantado es carne de una feroz disputa entre el campo revolucionario y el imperialismo. La USAID y la NED, entre otras “instituciones benéficas y desinteresadas” (como hace décadas lo fue la Fundación Ford, otra máscara de la CIA) ponen gruesas sumas de billetes para dividir, neutralizar, cooptar y comprar al movimiento estudiantil de nuestro continente.

No es casual que en Venezuela un segmento importante del estudiantado esté enrolado y se movilice bajo banderas y consignas profundamente reaccionarias, elitistas y que no le pertenecen. Algo similar sucede en algunas regiones de Bolivia, donde el movimiento universitario se ha dejado arrastrar por la derecha racista y “autonomista” contra los indígenas, contra el campesinado y contra la clase obrera. En ambos casos se deja ver la garra del imperialismo, sus departamentos de “guerra psicológica”, sus instituciones de cooptación disfrazadas de “inocente y suave sociedad civil”.

Para enfrentar esta manipulación necesitamos sembrar en amplios sectores de la juventud y el movimiento estudiantil la semilla de la conciencia rebelde, insumisa, clasista, patriótica y antiimperialista, no sólo entre los militantes ya convencidos sino también entre los descreídos, los “apolíticos”, los puramente académicos y los que sólo asisten a la universidad para obtener un título que les permita encontrar empleo y reproducir su fuerza de trabajo en el mercado.

Si esa es la tarea del momento en América Latina, en la especificidad del caso colombiano, el movimiento estudiantil se enfrenta a un intenso peligro, mucho mayor que en el resto de sus compañeros y compañeras del continente. Su militancia cotidiana en centros de estudiantes debe realizarla en medio de una represiva “seguridad democrática” disfrazada de amplia y pluralista, pero que deja el país regado de fosas comunes, «falsos positivos» (curioso eufemismo), desplazados y muertos por doquier.

Enfrentando al mismo tiempo la cooptación y la represión, el movimiento juvenil necesita recuperar la rebeldía emancipatoria y libertaria de Simón Bolívar y el igualitarismo de Simón Rodríguez, junto con el ejemplo insurgente de todos los libertadores de la Gran Colombia y de Nuestra América. Para ello resulta imprescindible la solidaridad.

A nivel continental, el estudiantado se pone de pie nuevamente. La juventud chilena nos enseña que a la modorra y a la mediocridad posmoderna por fin les ha llegado la noche. Vale la pena participar e incluso jugarse la vida por una nueva educación y una nueva sociedad. Y si las cosas no siempre salen bien, a no desanimarse, tener paciencia y prolongar la lucha a largo plazo. Es el tiempo de tomar decisiones no para un par de años sino para toda la vida.

Los desafíos no terminan cuando se acaban las carreras universitarias. ¡Al contrario! Allí comienzan realmente. Cuando uno estudia, el sistema capitalista (hasta en los países más represivos) permite cierta rebeldía e incluso hasta cierto «hippismo», pero ni bien el estudiantado se recibe se acaba la  aparente «flexibilidad». Allí los engranajes de la maquinaria de dominación se aceitan y requieren que la gente que pudo estudiar abandone de una buena vez todas al ambivalencias juveniles, se ponga directamente y sin más dilaciones al servicio del capital. Llega entonces la hora de “madurar”…, es decir, de arrodillarse y subordinarse al poder capitalista. Poder que olvida fácilmente los «pecadillos juveniles» y requiere de los entonces profesionales que se conviertan en aquello que se espera de ellos: buenos peones y oficiales del capital.

Si no existe una buena y sólida organización estudiantil, si no hay semillas bien sembradas, el estudiantado que culmina sus estudios se incorporará inmediatamente al mundo empresarial y/o al Estado represor. Pero si en cambio se abonó bien el terreno y se consolidó un poderoso movimiento estudiantil (que tenga un proyecto global de universidad y de país, no sólo tres o cuatro consignas agitadoras para una asamblea o una manifestación), la rebeldía podrá prolongarse una vez que se sobrepase la obtención del título. Quien haya logrado construir una conciencia y una sólida identidad política clasista, patriótica, antiimperialista y socialista no se dejará comprar. No alquilará su conciencia y su saber. Trabajará, quizás en el mercado, para comer y sobrevivir, pero pondrá todo lo adquirido, todo su saber, su experiencia, su voluntad y su energía, al servicio de la revolución y de las grandes tareas y fuerzas de transformación social.

Para dar esa disputa, no solo presente sino fundamentalmente futura, pensando no únicamente en el 2011 sino de aquí a varios años, incluso décadas, hace falta consolidar y fortificar el movimiento estudiantil (en Colombia y en toda América Latina), en estrecha alianza con el movimiento de graduados y profesores, rompiendo la lógica corporativa de los “claustros” en función de un mismo proyecto político de alcance nacional y continental: la Patria Grande bolivariana y el socialismo. Alianza que debe prolongarse fuera de la universidad, junto con la clase trabajadora, el campesinado, el movimiento indígena y popular y todos los movimientos de lucha.

En definitiva, las tareas son inmensas, los desafíos más anchos aún. Estamos seguros que ustedes seguirán firmes en la lucha sin equivocar el rumbo y sin dejarse tentar por los falsos cantos de sirena del poder ni los gobiernos de turno.

Y si en algún momento se aburren, no se olviden lo que advirtió Lenín: no hay nada más divertido que luchar por la revolución (incluso es mucho más divertido que escribir sobre ella).

Seguro nos encontraremos en la lucha

Abrazos fuertes desde el sur y no aflojen

Néstor Kohan
y compañeros/as de la Cátedra Che Guevara

Apéndices
[Documentos históricos del Movimiento Estudiantil latinoamericano]

Deodoro Roca
«Palabras sobre los exámenes»
[Nota introductoria de Néstor Kohan]
Deodoro Roca fue el principal ideólogo de la Reforma Universitaria de 1918. En 1920, Roca propuso suprimir el doctorado. 40 años antes que el mayo francés, Deodoro cuestionó los exámenes, construyendo una pedagogía socialista antiautoritaria a partir de la propia pedagogía latinoamericana.
El pensador argentino Deodoro Roca (1890-1942) fue el principal ideólogo de la Reforma Universitaria de 1918. Roca redactó el célebre “Manifiesto Liminar” con que los estudiantes expusieron al mundo las razones de su levantamiento, en nombre del “derecho sagrado a la insurrección”. Deodoro tenía entonces 28 años.
Este movimiento estudiantil, que comenzó el 15 de junio de 1918 en la ciudad argentina de Córdoba, se extendió como reguero de pólvora por todo el continente. En poco tiempo todas las universidades de América Latina siguieron su ejemplo. José Carlos Mariátegui (en el Perú) y Julio Antonio Mella (en Cuba) formaron parte de ese movimiento.
Si bien nació a partir de reclamos estudiantiles y pedagógicos, inmediatamente sus ideas se prolongaron en un ideal político antimperialista y en un proyecto social de unidad con la clase trabajadora. Son incontables los dirigentes políticos de izquierda latinoamericanos (desde los moderados a los radicales) que realizaron sus primeras experiencias en el movimiento de la Reforma.
El ideario de la Reforma Universitaria argentina se adelantó -¡50 años!- al clima cultural del ‘68 europeo. Ya en los años ’20 Deodoro Roca había intentado legitimar la revuelta estudiantil contra el capitalismo defendiendo el rol protagónico de la juventud. Mucho más tarde —en los ’60— lo harían Herbert Marcuse (1898-1979), Charles Wright Mills (1916-1962) y Henri Lefebvre (1901-1991). Precursoramente, Deodoro Roca se esforzó por conjugar a tres pensadores que volverían a ocupar la escena en los años ’60: Marx, Freud y Nietzsche.
En 1925 Roca fue fundador de la filial Córdoba de la Unión Latinoamericana. Desde allí condenó al imperialismo, defendió la revolución bolchevique de Lenin y Trotsky y cuestionó a Stalin. Adhirió por un breve tiempo al Partido Socialista (PSA), del cual se fue para mantenerse independiente. Desde sus revistas Flecha y Las Comunas encabezó campañas en defensa de la revolución española y contra el fascismo. Se solidarizó con Augusto César Sandino (1893-1934), con los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, y defendió jurídicamente a muchos presos políticos.
Deodoro falleció en 1942. Al poco tiempo se mudó a Córdoba un adolescente por entonces desconocido…Ernesto Guevara (1928-1967). Gracias a su amistad con Gustavo Roca, hijo de Deodoro, el joven Guevara devoró la biblioteca de Deodoro Roca durante su juventud…
En 1920, Roca había promovido la supresión del doctorado universitario. En su opinión, “el título de doctor no hace otra cosa que satisfacer la vanidad de los mediocres”.
Cuatro décadas antes de la consigna del mayo francés [Examen = servilismo, promoción social y sociedad jerarquizada] y adelantándose a las críticas que Michel Foucault (1926-1984) realizara contra el examen en Vigilar y castigar (1975), Deodoro Roca radicalizó el ideario de la Reforma Universitaria cuestionando dicha institución.
La obra precursora de Deodoro Roca sienta las bases para una pedagogía socialista centrada en la libertad y no en la disciplina autoritaria, en una relación ente maestro y alumno dinámica y no mecánica, horizontal y no vertical. Muchísimos años después, algunas de estas ideas serán trabajadas por el pedagogo brasileño Paulo Freire (1921-1997) en su Pedagogía del oprimido.
A continuación reproducimos un artículo de Roca redactado el 9 de noviembre de 1930. Salió publicado en el N°1 de Educación, revista del Instituto Pedagógico de la Escuela Normal Superior de Córdoba, en noviembre de 1942. (Para más información, véase nuestro libro Deodoro Roca, el hereje. El máximo ideólogo de la Reforma Universitaria de 1918 hoy olvidado por la cultura oficial. Buenos Aires, Editorial Biblos, 1999 con apéndice documental).
[Fin de nota introductoria]

«Palabras sobre los exámenes»
¡Exámenes a la vista! Bolilleros. más bolilleros… ¡Con sus inconfundibles dispositivos de juegol Como todos los años, vuelve a las sienes juveniles el presuroso latir de los días de examen, sobrecogidos, azarosos. Días de palideces, fiebres y vagas iniciales exprimidas por el tiempo implacable y premioso. Se ahoga en ellos la risa y la canción. Una emoción indefinible, angustiosa, serpentea en el pecho. Novia desvanecida, cine misterioso y lejano, guitarra colgada en las paredes de la pensión, charla encapotado, parque sellado… Afuera, rumores y perfumes estremecidos. El deseo se hincha y torna con el breve ritmo de un seno. Dulce vagar recogido y enrollado. Guardapolvo y texto. Tardes de noviembre. Exámenes. ¡Lotería, lotería!
El alumno acude con su número. No siempre saca premio. Hay que pasar de alumno a médico, a abogado, a ingeniero… Y se aguarda nerviosamente la aparición de un bedel (todos los que preguntan son bedeles). Es como llegar a un alero y sostenerse ahí. 0 caer y -moralmente- descalabrarse. Alguien no cae. Pero con toda valentía se mata en el mismo alero. Es lo mismo que llevar al alumno al filo de una roca y -como Satán a Cristo- decirle: “Todo esto será tuyo si me respondes a estas preguntas, si tienes suerte con estas bolillas desde donde te miro”.
El alumno mira la irreal riqueza que se le muestra, y entrega, por ese falso botón, su alma indefensa y simple. Lo humano, lo verdaderamente humano, sería irle apuntando, a lo largo de su vida de aprendizaje, qué cosas y qué ideas no “parecen” convenirle; qué cosas y qué ideas le serían de fácil adquisición… El problema del adiestramiento, la elección del trabajo fértil, el de la educación “total”, en suma es el que debiera mantener alerta la mente de los maestros. Por eso lo recuerdo en estos días pesarosos, ya que el examen debiera quedar catalogado -para siempre-, entre los “juegos prohibidos”, en defensa de la inteligencia.
La culpa -lo sabemos- no es de tal o cual profesor satánida. Es de tal o cual sistema. De un “régimen” de enseñanza que no es la superior, ni la inferior, y ni siquiera la doméstica o la oficial, sino toda la enseñanza contando con raras excepciones. Toda la enseñanza -expresada así en el vetusto examen- está fraguada apuntando al éxito. Hace depender de un éxito, de una buena jugada, a veces toda una vida. Y nada debiera depender de él mientras se ofreciera como un desafío en el que nunca el alumno suele elegir las armas y el terreno. Mientras se presente como premio a unos momentos de feliz gimnasia. Y ni siquiera de gimnasia mental, sino mecánica. 0 como “recompensa” a una prueba donde innegablemente intervienen factores tan extraños al conocimiento como lo son la audacia, la agilidad memorativa, la seducción verbal… Y lo grave es que esos factores siguen conformando más tarde la mente y la acción de sus beneficiarios. Y se hacen jugadores para toda la vida.
Las pruebas de un alumno deben durar toda su infancia, toda su adolescencia. Y unos años, no unos minutos; unos años durante los cuales deberá escoger por sí mismo su texto, después de haber averiguado -o al tiempo de averiguarlo- su preferencia, su afición. Años en los cuales por sí mismo -en vista de una tradición doméstica o un prejuicio confesional- ha de enfocar sus posibilidades por un único desfiladero. Porque llega un momento en la vida de los padres -y llégase muy pronto frente a la vida de los hijos- en que es preciso ceder terreno en el culto de la obediencia y de la disciplina, tan útiles siempre a nuestros mayores. Han de pensar en irlas sustituyendo por otras: ¡por la independencia y la acometividad tan molestas siempre a nuestros mismos mayoresl Y si estas virtudes -las verdaderas, las positivas- llegaren en su leal desarrollo a destruir la obra incipiente del padre o del maestro, poco importa.
Una vida exige rumbos nuevos. La verdadera educación -muchas veces lo leímos, pero pocas lo vimos practicado- es tanto como ensayo de desarrollar la atención, el deseo de comprender, el respeto a lo que comprendan, deseen y digan los demás. Rigor para sí, justicia para los otros. Atención para todo y para todos. La verdadera educación, la formación que ella anhela, debe ser siempre abierta. Y no debe fomentar la fe, sino la duda; no la credulidad, sino la oportuna y desnuda pregunta. La falsa educación -y entiendo por educación la formación integral-, la que tiene en su heráldica el examen, la educación juego, azar, “lance”, ominosa aventura, se nutre necesariamente de respuestas oficiales a preguntas más “oficiales” todavía. Se nutre -como dice Jarnés- de diálogos preconcebidos. Se nutre de premios y castigos, bárbaramente llamados “estímulos” (hablo de barbarie educacional). Conforme observa Bertrand Russell, ya concebida “como medio de adquirir un poder sobre el alumno y no de favorecer su futuro desarrollo”.
La falsa educación -¡toda la nuestra!- reposa en una cabal falta de respeto al discípulo. Nadie respeta al discípulo. La piedra milenaria del examen, parada estos días a la puerta de los establecimientos educacionales, así lo denuncia. Hay que respetar al hombre que llega, indefenso, al mundo. Hay que ser con él más solicito. Hay que respetarlo mucho más profundamente que al hombre de itinerario ya en marcha a acabado.
“Mientras en el mundo no se respete, principalmente, al niño”, dice ese magnífico espíritu que es Benjamín Jarnés, “a todo el niño (y lo mejor de él es su independencia en germen), mientras no se le respete mucho más que al hombre formado o al anciano, el mundo seguirá lleno de adolescentes envejecidos”.
¡Menos loterías, señores profesores! Los exámenes, las verdaderas pruebas -aunque así se llamen-, deben cifrarse no en las respuestas de los discípulos, sino en sus preguntas. De la desnuda y oportuna pregunta del discípulo debe inferirse su curiosidad, su capacidad, su aptitud, la calidad de su espíritu, su grado de saber y su posibilidad. La única relación legítima y fecunda que debe trasuntar un examen que aspire a salvarse es la de un discípulo que pregunta y la de un tribunal que responde. ¡Son ustedes los que deben “rendir”, señores profesores!
Mientras esto no ocurra, se seguirá oyendo en escuelas, liceos, colegios y universidades las dramáticas y fatídicas palabras del “croupier” docente:
–“¡No va más!”

Julio Antonio Mella
«El concepto socialista de la Reforma Universitaria»
[Nota Introductoria de Néstor Kohan]

Julio Antonio Mella (1903-1929) fue el principal dirigente de la Reforma Universitaria de Cuba. También fundó la Liga Anticlerical en 1922, la Federación de Estudiantes Universitarios-FUC en 1923, la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas y el primer Partido Comunista de Cuba en 1925. En su exilio, llegó a ser uno de los principales dirigentes del PC mexicano, desde donde colaboró con el levantamiento del nicaragüense Augusto César Sandino.
En México fue el gran amor de la fotógrafa y militante italiana Tina Modotti (1896-1942). Ella le tomó sus fotografías más famosas (incluyendo algunos desnudos).
Junto con José Carlos Mariátegui (1894-1930), Mella fue uno de los principales impulsores de la “latinoamericanización” del socialismo. Esto es: el intento de utilizar creadoramente —y no repetitivamente— las herramientas teóricas del socialismo europeo.
En el marxismo de Mella, jamás se separan las luchas nacionales y antimperialistas (fundamentalmente contra el gobierno de Estados Unidos) de la tradición socialista. El suyo es un socialismo que se define y se conforma a partir de la confrontación con el imperialismo.
En marzo de 1923, apenas cinco años después de Córdoba, la insurgencia estudiantil de La Habana declara la "Universidad Libre" y nombra a Mella rector interino. Mella,  estudiante, tiene tan sólo 20 años. Más tarde, el joven es expulsado de la Universidad. El rector le hace un juicio. Mella le responde con una carta que remata diciendo: “la Universidad es de los alumnos”. De esta manera se hacía eco de la ideología antiautoritaria y juvenilista de la Reforma Universitaria.
A raíz de su afiebrada militancia, este joven marxista se gana el odio de Machado, el dictador cubano de aquel momento. En 1929 Mella cae asesinado en una calle de México. Apenas tenía 26 años. Unos matones a sueldo de aquel dictador le pegan dos tiros por la espalda.
A continuación reproducimos un artículo suyo donde sintetiza su visión socialista con su militancia en las filas de la Reforma Universitaria. Apareció originariamente en la revista Tren Blindado, año I, N° I, septiembre de 1928.
[Fin de nota introductoria]

«El concepto socialista de la Reforma Universitaria»
Mucho se habla de "Reforma Universitaria". El malestar y la inquietud existentes entre los estudiantes hace que se oigan los balbuceos de un lenguaje revolucionario. En Tren Blindado y en pláticas públicas trataremos de desarrollar las bases sociales de este movimiento, sus antecedentes históricos, sus principios fundamentales y todo aquello que sea necesario para su mejor comprensión por la multitud estudiantil.
Lo primero que necesitamos definir es el concepto real de la reforma universitaria. Hay mucha palabrería liberal y vacía sobre reforma universitaria, debido a que los elementos que en muchas partes tomaron parte de este movimiento lo eran de la burguesía liberal. Pero si la reforma va a acometerse con seriedad y con espíritu revolucionario no puede ser acometida más que con un espíritu socialista, el único espíritu revolucionario del momento.
Las universidades, como otras tantas instituciones del régimen presente, están hechas para sostener y ayudar el dominio de la clase que está en el poder. Creer que los intelectuales, o las instituciones de enseñanza no tienen vinculación con la división sociológica en clases de toda sociedad es una ingenuidad de los miopes políticos. Nunca una clase ha sostenido una institución, ni mucho menos instituciones de educación, si no es para su beneficio. Es en las universidades, en todas las instituciones de enseñanza, donde se forja la cultura de la clase dominante, donde salen sus servidores en el amplio campo de la ciencia que ella monopoliza.
Las universidades de los países capitalistas modernos crean abogados, ingenieros, técnicos de toda naturaleza, para servir los intereses económicos de la clase dominante: la burguesía capitalista. Si se considera que los médicos pueden ser una excepción se caería en un grave error. La inmensa mayoría de los médicos que se gradúan, ¿son para servir en instituciones de beneficencia colectiva o para formar en la burguesía profesional individualista y explotadora? Que muchos médicos no triunfen, por las mismas injusticias del régimen presente, no indica que la aspiración del gremio no sea ésta.
Sentado esto, que no necesita ampliarse para cualquiera que posea una media cultura social, diremos que la reforma universitaria debe acometerse con el mismo concepto general de todas las reformas dentro de la organización económica y política actual. No hay ningún socialista honesto que suponga factible reformar toda esta vieja sociedad paulatinamente hasta sacar de ella una nueva y flamante como en las viejas utopías. La condición primera para reformar un régimen -lo ha demostrado siempre la historia- es la toma del poder por la clase portadora de esa reforma. Actualmente, la clase portadora de las reformas sociales es la clase proletaria. Todo debe ir convergente a esta finalidad. Pero el hecho de que la solución definitiva sea, en esto, como en otras mil cosas, la revolución social proletaria, no indica que se deba ser ajeno a las reformas en el sentido revolucionario de las palabras, ya que no son antagónicos estos conceptos.
Un concepto socialista de la lucha por mejorar la Universidad es similar al concepto del proletariado en su acción por mejorar las condiciones de su vida y su medio. Cada avance no es una meta, sino un escalón, para seguir ascendiendo, o un arma más que se gana al enemigo para vencerlo en la "lucha final".
Luchamos por una universidad más vinculada con las necesidades de los oprimidos, por una universidad más útil a la ciencia y no a las castas plutocráticas, por una universidad donde la moral y el carácter del estudiante no se moldee ni en el viejo principio del "magister dixit", ni en el individualista de las universidades republicanas de la América Latina o EE.UU. Queremos una Universidad nueva que haga en el campo de la cultura lo que en el de la producción harán las fábricas del mañana sin accionistas parásitos ni capitalistas explotadores. Sabemos que no lo vamos a conseguir inmediatamente. Pero en la simple lucha por la obtención de ese ideal de la universidad del porvenir vamos a obtener un doble triunfo: agitar conciencias jóvenes ganando reductos en el frente educacional contra los enemigos del pueblo trabajador, y, probar, ante todos los revolucionarios sinceros, que la emancipación definitiva de la cultura y de sus instituciones no podrá hacerse sino conjuntamente con la emancipación de los esclavos de la producción moderna que son, también, los títeres inconscientes del teatro cómico de los regímenes políticos modernos.

José Carlos Mariátegui
«La Reforma Universitaria
Ideología y reivindicaciones»
[Nota Introductoria de Néstor Kohan]

El pensador peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) representa el vértice más alto del pensamiento marxista latinoamericano durante la primera mitad del siglo XX. Michael Löwy lo homologó con Walter Benjamin; José Aricó lo emparentó con Antonio Gramsci. Ninguna de estas comparaciones es exagerada.
Si el dirigente socialista argentino Juan Bautista Justo (1865-1928) fue uno de los principales representantes latinoamericanos del socialismo reformista y moderado, Mariátegui expresa el mayor exponente local del marxismo radical. A diferencia de Justo —de fuertes simpatías positivistas— el peruano construye un marxismo abierto a las vanguardias estéticas, al psicoanálisis, al surrealismo, a la filosofía de Nietzsche y al indigenismo. Su principal aporte consiste, precisamente, en reflexionar sobre el problema indígena. Una temática ausente en el socialismo europeo.
Su revista Amauta —hoy célebre—es una de las más originales de América Latina. Mientras publica textos de las vanguardias artísticas, contribuye a fundar organizaciones sociales y políticas. Entre otras: el Partido Socialista del Perú (adherido a la Internacional Comunista) y la central obrera peruana (CGTP), además de diversos periódicos y revistas.
Mariátegui, miembro de la Internacional Comunista y admirador de Lenin, polemiza en los ’20 con el incipiente stalinismo del argentino Victorio Codovilla (1894-1970) y también con el padre ideológico del nacional-populismo latinoamericano: Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979). A ambos les cuestiona no comprender la transformación pendiente de América Latina. Ésta no es ni “democrático-burguesa”, ni “agraria-antimperalista” (como pensaba Codovilla) ni exclusivamente de “liberación nacional” (como postulaba Haya de la Torre). Mariátegui defiende el carácter socialista de la revolución latinoamericana. Una opinión que tendrá mucha influencia sobre el Che Guevara y en muchos revolucionarios posteriores.
Entre los muchos títulos con que han sido editados sus escritos merecen citarse: Ideología y política, El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, La escena contemporánea, Defensa del marxismo y el más célebre de todos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.
A continuación reproducimos de éste último libro un par de fragmentos referidos a la Reforma Universitaria.
[Fin de nota introductoria]

«La Reforma Universitaria
Ideología y reivindicaciones»

El movimiento estudiantil que se inició con la lucha de los estudiantes de Córdoba, por la reforma de la Universidad, señala el nacimiento de la nueva generación latinoamericana. La inteligente compilación de documentos de la reforma universitaria en la América Latina realizada por Gabriel del Mazo, cumpliendo un encargo de la Federación Universitaria de Buenos Aires, ofrece una serie de testimonios fehacientes de la unidad espiritual de este movimiento. El proceso de la agitación universitaria en la Argentina, el Uruguay, Chile, Perú, etc., acusa el mismo origen y el mismo impulso. La chispa de la agitación es casi siempre un incidente secundario; pero la fuerza que la propaga y la dirige viene de ese estado de ánimo, de esa corriente de ideas que se designa -no sin riesgo de equívoco- con el nombre de "nuevo espíritu". Por esto, el anhelo de la reforma se presenta, con idénticos caracteres, en todas las universidades latinoamericanas. Los estudiantes de toda la América Latina, aunque movidos a la lucha por protestas peculiares de su propia vida, parecen hablar el mismo lenguaje.
De igual modo, este movimiento se presenta íntimamente conectado con la recia marejada posbélica. Las esperanzas mesiánicas, los sentimientos revolucionarios, las pasiones místicas propias de la posguerra, repercutían particularmente en la juventud universitaria de Latinoamérica. El concepto difuso y urgente de que el mundo entraba en un ciclo nuevo, despertaba en los jóvenes la ambición de cumplir una función heroica y de realizar una obra histórica. Y, como es natural, en la constatación de todos los vicios y fallas del régimen económico social vigente, la voluntad y el anhelo de renovación encontraban poderosos estímulos. La crisis mundial invitaba a los pueblos latinoamericanos, con insólito apremio, a revisar y resolver sus problemas de organización y crecimiento. Lógicamente, la nueva generación sentía estos problemas con una intensidad y un apasionamiento que las anteriores generaciones no habían conocido. Y mientras la actitud de las pasadas generaciones, como correspondía al ritmo de su época, había sido evolucionista -a veces con un evolucionismo completamente pasivo- la actitud de la nueva generación era espontáneamente revolucionaria.

La ideología del movimiento estudiantil careció, al principio, de homogeneidad y autonomía. Acusaba demasiado la influencia de la corriente wilsoniana. Las ilusiones demoliberales y pacifistas que la predicación de Wilson puso en boga en 1918-19 circulaban entre la juventud latinoamericana como buena moneda revolucionaria. Este fenómeno se explica perfectamente. También en Europa, no sólo las izquierdas burguesas sino los viejos partidos socialistas reformistas aceptaron como nuevas las ideas demoliberales elocuente y apostólicamente remozadas por el presidente norteamericano.

Únicamente a través de la colaboración cada día más estrecha con los sindicatos obreros, de la experiencia del combate contra las fuerzas conserva-doras y de la crítica concreta de los intereses y principios en que se apoya el orden establecido, podían alcanzar las vanguardias universitarias una definida orientación ideológica.

Este es el concepto de los más autorizados portavoces de la nueva generación estudiantil, al juzgar los orígenes y las consecuencias de la lucha por la Reforma. Todos convienen en que este movimiento, que apenas ha formulado su programa, dista mucho de proponerse objetivos exclusivamente universitarios y en que, por su estrecha y creciente relación con el avance de las clases trabajadoras y con el abatimiento de viejos privilegios económicos, no puede ser entendido sino como uno de los aspectos de una profunda renovación latino-americana. Así Palcos, aceptando íntegramente las últimas consecuencias de la lucha empeñada, sostiene que "mientras subsista el actual régimen social, la Reforma no podrá tocar las raíces recónditas del problema educacional". "Habrá llenado su objeto -agrega- si depura a las universidades de los malos profe-sores, que toman el cargo como un empleo burocratico; si permite -como sucede en otros países- que tengan acceso al profesorado todos los capaces de serlo, sin excluirlos por sus convicciones sociales, políticas o filosóficas; si neutraliza en parte, por lo menos, el chauvinismo y fomenta en los educandos el hábito de las investigaciones y el sentimiento de la propia responsabilidad. En el mejor de los casos, la Reforma rectamente entendida y aplicada, puede contribuir a evitar que la Universidad sea, como es en rigor en todos los países, como lo fue en la misma Rusia -país donde se daba, sin embargo, como en ninguna otra parte, una intelectualidad avanzada que en la hora de la acción saboteó escandalosamente a la revolución- una Bastilla de la reacción, esforzándose por ganar las alturas del siglo".
No coinciden rigurosamente -y esto es lógico-, las diversas interpretaciones del significado del movimiento. Pero, con excepción de las que proceden del sector reaccionario, interesado en limitar los alcances de la Reforma, localizándola en la universidad y la enseñanza, todas las que se inspiran sinceramente en sus verdaderos ideales, la definen como la afirmación del "espíritu nuevo", entendido como espíritu revolucionario.

Desde sus puntos de vista filosóficos, Ripa Alberdi se inclinaba a considerar esta afirmación como una victoria del idealismo novecentista sobre el positivismo del siglo XIX. "El renacimiento del espíritu argentino -decía- se opera por virtud de las jóvenes generaciones, que al cruzar por los campos de la filosofía contemporánea han sentido aletear en su frente el ala de la libertad". Mas el propio Ripa Alberdi se daba cuenta de que el objeto de la reforma era capacitar a la Universidad para el cumplimiento de "esa función social que es la razón misma de su existencia".
Julio V. González, que ha reunido en dos volúmenes sus escritos de la campaña universitaria, arriba a conclusiones más precisas: "La Reforma Universitaria -escribe- acusa el aparecer de una nueva generación que llega desvinculada de la anterior, que trae sensibilidad distinta e ideales propios y una misión diversa para cumplir. No es aquella un hecho simple o aislado, si los hay; está vinculada en razón de causa a efecto con los últimos acontecimientos de que fuera teatro nuestro país, como consecuencia de los producidos en el mundo. Significaría incurrir en una apreciación errónea hasta lo absurdo, considerar a la Reforma Universitaria como un problema de aulas y, aún así, radicar toda su importancia en los efectos que pudiera surtir exclusivamente en los círculos de cultura. Error semejante llevaría sin remedio a una solución del problema que no consultaría la realidad en que él está planteado. Digámoslo claramente entonces: la Reforma Universitaria es parte de una cuestión que el desarrollo material y moral de nuestra sociedad ha impuesto a raíz de la crisis producida por la guerra". González señala en seguida la guerra europea, la revolución rusa y el advenimiento del radicalismo al poder como los factores decisivos de la Reforma en la Argentina.

José Luis Lanuza indica otro factor: la evolución de la clase media. La mayoría de los estudiantes pertenecen a esta clase en todas sus gradaciones. Y bien. Una de las consecuencias sociales y económicas de la guerra es la proletarización de la clase media. Lanuza sostiene la siguiente tesis: "Un movimiento colectivo estudiantil de tan vastas proyecciones sociales como la Reforma Universitaria no hubiera podido estallar antes de la guerra europea. Se sentía la necesidad de renovar los métodos de estudio y se ponía de manifiesto el atraso de la Universidad respecto a las corrientes contemporáneas del pensamiento universal desde la época de Alberdi, en la que empieza a desarrollarse nuestra industria embrionaria. Pero entonces la clase media universitaria se mantenía tranquila con sus títulos de privilegio. Desgraciadamente para ella, esta holgura disminuye a medida que crece la gran industria, se acelera la diferenciación de las clases y sobreviene la proletarización de los intelectuales. Los maestros, los periodistas y empleados de comercio se organizan gremialmente. Los estudiantes no podían escapar al movimiento general".
Mariano Hurtado de Mendoza coincide sustancialmente, con las observaciones de Lanuza. "La Reforma Universitaria -escribe-, es antes que nada y por sobre todo, un fenómeno social que resulta de otro más general y extenso, producido a consecuencia del grado de desarrollo económico de nuestra sociedad. Fuera entonces error estudiarla únicamente bajo la faz universitaria, como problema de renovación del gobierno de la Universidad, o bajo la faz pedagógica, como ensayo de aplicación de nuevos métodos de investigación en la adquisición de la cultura. Incurriríamos también en error si la consideráramos, como el resultado exclusivo de una corriente de ideas nuevas provocadas por la gran guerra y por la revolución rusa, o como la obra de la nueva generación que aparece y llega desvinculada de la anterior, que trae sensibilidad distinta e ideales propios y una misión diversa por cumplir". Y, precisando su concepto, agrega más adelante: "La Reforma Universitaria no es más que una consecuencia del fenómeno general de proletarización de la clase media que forzosamente ocurre cuando una sociedad capitalista llega a determinadas condiciones de su desarrollo económico. Significa esto que en nuestra sociedad se está produciendo el fenómeno de proletarización de la clase media y que la Universidad, poblada en su casi totalidad por ésta, ha sido la primera en sufrir sus efectos, porque era el tipo ideal de institución capitalista".

Es, en todo caso, un hecho uniformemente observado la formación, al calor de la Reforma, de núcleos de estudiantes que, en estrecha solidaridad con el proletariado, se han entregado a la difusión de avanzadas ideas sociales y al estudio de las teorías marxistas. El surgimiento de las universidades populares, concebidas con un criterio bien diverso del que inspiraba en otros tiempos tímidos tanteos de extensión universitaria, se ha efectuado en toda la América Latina en visible concomitancia con el movimiento estudiantil. De la Universidad han salido, en todos los países latinoamericanos, grupos de estudiosos de economía y sociología que han puesto sus conocimientos al servicio del proletariado, dotando a éste, en algunos países, de una dirección intelectual de que antes había generalmente carecido. Finalmente, los propagandistas y fautores más entusiastas de la unidad política de la América Latina son, en gran parte, los antiguos líderes de la Reforma Universitaria que conservan así su vinculación continental, otro de los signos de la realidad de la "nueva generación".

Cuando se confronta este fenómeno con el de las universidades de la China y del Japón, se comprueba su rigurosa justificación histórica. En el Japón, la Universidad ha sido la primera cátedra de socialismo. En la China, por razones obvias, ha tenido una función todavía más activa en la formación de una nueva conciencia nacional. Los estudiantes chinos componen la vanguardia del movimiento nacionalista revolucionario que, dando a la inmensa nación asiática una nueva alma y una nueva organización, le asigna una influencia considerable en los destinos del mundo. En este punto se muestran concordes los observadores occidentales de más reconocida autoridad intelectual.

Pero no me propongo aquí, el estudio de todas las consecuencias y rela-ciones de la Reforma Universitaria con los grandes problemas de la evolución política de la América Latina. Constatada la solidaridad del movimiento estudiantil con el movimiento histórico general de estos pueblos, tratemos de examinar y definir sus rasgos propios y específicos.

¿Cuáles son las proposiciones o postulados fundamentales de la Reforma?
El Congreso Internacional de Estudiantes de México de 1921 propugnó: 1º la participación de los estudiantes en el gobierno de las universidades; 2º la implantación de la docencia libre y la asistencia libre. Los estudiantes de Chile declararon su adhesión a los siguientes principios: 1º autonomía de la Universidad, entendida como institución de los alumnos, profesores y diplomados; 2º reforma del sistema docente, mediante el establecimiento de la docencia libre y, por consiguiente, de la asistencia libre de los alumnos a las cátedras, de suerte que en caso de enseñar dos maestros una misma materia la preferencia del alumnado consagre libremente la excelencia del mejor; 3º revisión de los métodos y del contenido de los estudios; y 4º extensión universitaria, actuada como medio de vinculación efectiva de la Universidad con la vida social. Los estudiantes de Cuba concretaron en 1923 sus reivindicaciones en esta fórmula: a) una verdadera democracia universitaria; b) una verdadera renovación pedagógica y científica; c) una verdadera popularización de la enseñanza. Los estudiantes de Colombia reclamaron, en su programa de 1924, la organización de la Universidad sobre bases de independencia, de participación de los estudiantes en su gobierno y de nuevos métodos de trabajo. "Que al lado de la cátedra -dice ese programa-funcione el seminario, se abran cursos especiales, se creen revistas. Que al lado del maestro titular haya profesores agregados y que la carrera del magisterio exista sobre bases que aseguren su porvenir y den acceso a cuantos sean dignos de tener una silla en la Universidad". Los estudiantes de vanguardia de la Universidad de Lima, leales a los principios proclamados en 19l9 y 1923, sostuvieron en 1926 las siguientes plataformas: defensa de la autonomía de las universidades; participación de los estudiantes en la dirección y orientación de sus respectivas universidades o escuelas especiales; derecho de voto por los estudiantes en la elección de rectores de las universidades; renovación de los métodos pedagógicos; voto de honor de los estudiantes en la provisión de las cátedras; incorporación a la universidad de los valores extrauniversitarios; socialización de la cultura: universidades populares, etc. Los principios sostenidos por los estudiantes argentinos son, probablemente, más conocidos, por su extensa influencia en el movimiento estudiantil de América desde su primera enunciación en la Universidad de Córdoba. Prácticamente, además, son a grandes rasgos los mismos que proclaman los estudiantes de las demás universidades latinoamericanas.
Resulta de esta rápida revisión que como postulados cardinales de la Reforma Universitaria puede considerarse: primero, la intervención de los alumnos en el gobierno de las universidades y segundo, el funcionamiento de cátedras libres, al lado de las oficiales, con idénticos derechos, a cargo de enseñantes de acreditada capacidad en la materia.
El sentido y el origen de estas dos reivindicaciones nos ayudan a esclarecer la significación de la Reforma.

«Política y enseñanza universitaria en América Latina»

El régimen económico y político determinado por el predominio de las aristocracias coloniales -que en algunos países hispanoamericanos subsiste todavía aunque en irreparable y progresiva disolución-, ha colocado por mucho tiempo las universidades de la América Latina bajo la tutela de estas oligarquías y de su clientela. Convertida la enseñanza universitaria en un privilegio del dinero, si no de la casta, o por lo menos de una categoría social absolutamente ligada a los intereses de uno y otra, las universidades han tenido una tendencia inevitable a la burocratización académica. Era éste un destino al cual no podían escapar ni aun bajo la influencia episódica de alguna personalidad de excepción.

El objeto de las universidades parecía ser, principalmente, el de proveer de doctores o rábulas a la clase dominante. El incipiente desarrollo, el mísero radio de la instrucción pública, cerraban los grados superiores de la enseñanza a las clases pobres (La misma enseñanza elemental no llegaba -como no llega ahora- sino a una parte del pueblo). Las universidades, acaparadas intelectual y materialmente por una casta generalmente desprovista de impulso creador, no podían aspirar siquiera a una función más alta de formación y selección de capacidades. Su burocratización las conducía, de un modo fatal, al empobrecimiento espiritual y científico.

Este no era un fenómeno exclusivo ni peculiar del Perú. Entre nosotros se ha prolongado más por la supervivencia obstinada de una estructura económica semifeudal. Pero, aun en los países que más prontamente se han industrializado y democratizado, como la República Argentina, a la universidad es adonde ha arribado más tarde esa corriente de progreso y transformación. El Dr. Florentino V. Sanguinetti resume así la historia de la Universidad de Buenos Aires antes de la Reforma: "Durante la primera parte de la vida argentina, movió modestas iniciativas de cultura y formó núcleos urbanos que dieron a la montonera el pensamiento de la unidad política y del orden institucional. Su provisión científica era muy escasa, pero bastaba para las necesidades del medio y para imponer las conquistas lentas y sordas del genio civil. Afirmada más tarde nuestra organización nacional, la Universidad aristocrática y conservadora creó un nuevo tipo social: el doctor. Los doctores constituyeron el patriciado de la segunda república, substituyendo poco a poco a las charreteras y a los caciques rurales, en el manejo de los negocios, pero salían de las aulas sin la jerarquía intelectual necesaria para actuar con criterio orgánico en la enseñanza o para dirigir el despertar improvisado de las riquezas que rendían la pampa y el trópico. A lo largo de los últimos cincuenta años, nuestra nobleza agropecuaria fue desplazada, primero, del campo económico por la competencia progresista del inmigrante, técnicamente más capaz, y luego del campo político por el advenimiento de los partidos de clase media. Necesitando entonces escenario para mantener su influencia, se apoderó de la Universidad que fue pronto un órgano de casta, cuyos directores vitalicios turnaban los cargos de mayor relieve y cuyos docentes, reclutados por leva hereditaria, impusieron una verdadera servidumbre educacional de huella estrecha y sin filtraciones renovadoras".

El movimiento de la Reforma tenía lógicamente que atacar, ante todo, esta estratificación conservadora de las Universidades. La provisión arbitraria de las cátedras, el mantenimiento de profesores ineptos, la exclusión de la enseñanza de los intelectuales independientes y renovadores, se presentaban claramente como simples consecuencias de la docencia oligárquica. Estos vicios no podían ser combatidos sino por medio de la intervención de los estudiantes en el gobierno de las universidades y el establecimiento de las cátedras y la asistencia libres, destinadas a asegurar la eliminación de los malos profesores a través de una concurrencia leal con hombres más aptos para ejercer su magisterio.

Toda la historia de la Reforma registra invariablemente estas dos reacciones de las oligarquías conservadoras: primera, su solidaridad recalcitrante con los profesores incompetentes, tachados por los alumnos, cuando ha habido de por medio un interés familiar oligárquico; y segunda, su resistencia, no menos tenaz, a la incorporación en la docencia de valores no universitarios o simplemente independientes. Las dos reivindicaciones sustantivas de la Reforma resultan así inconfutablemente dialécticas, pues no arrancan de puras concepciones doctrinales sino de las reales y concretas enseñanzas de la acción estudiantil.

Las mayorías docentes adoptaron una actitud de rígida e impermeable intransigencia contra los grandes principios de la Reforma Universitaria, el primero de los cuales había quedado proclamado teóricamente desde el Congreso Estudiantil de Montevideo, y así en la Argentina como en el Perú, lograron el reconocimiento oficial debido a favorables circunstancias políticas, cambiadas las cuales se inició, por parte de los elementos conservadores de la docencia, un movimiento de reacción, que en el Perú ha anulado ya prácticamente casi todos los triunfos de la Reforma, mientras en la Argentina encuentra la oposición vigilante del alumnado, según lo demuestran las recientes agitaciones contra las tentativas reaccionarias.

Pero no es posible la realización de los ideales de la Reforma sin la recta y leal aceptación de los dos principios aquí esclarecidos. El voto de los alumnos -aunque no esté destinado sino a servir de contralor moral de la política de los profesores- es el único impulso de vida, el solo elemento de progreso de la Universidad, en la que de otra suerte prevalecerían sin remedio fuerzas de estancamiento y regresión. Sin esta premisa, el segundo de los postulados de la Reforma -las cátedras libres- no puede absolutamente cumplirse. Más aún, la "leva hereditaria", de que nos habla con tan evidente exactitud el Dr. Sanguinetti, torna a ser el sistema de reclutamiento de nuevos catedráticos. Y el mismo progreso científico pierde su principal estímulo, ya que nada empobrece tanto el nivel de la enseñanza y de la ciencia como la burocratización oligárquica.

Ernesto Che Guevara
Sobre el rol de la Universidad

[Nota Introductoria de Néstor Kohan]

Ernesto Guevara (1928-1967) nació en Argentina en una familia solidaria con la guerra civil española. De joven, recorrió América latina en motocicleta y bicicleta. Conoció el hambre y la miseria del continente. En Perú leyó a Mariátegui. Fue testigo de primera mano del golpe de estado alentado por EEUU en Guatemala en 1954. Conoció luego a Fidel Castro en México y se volvió su compañero y amigo. De allí en adelante, como al hablar utilizaba la expresión argentina “che”, sus compañeros cubanos lo llamaron de ese modo. Entonces se convirtió en el Che Guevara.
¿Por qué fue tan famoso? Porque la década del ’60 estuvo atravesada por varias indisciplinas y rebeliones, desde la vestimenta, las costumbres sexuales y el pelo largo, hasta la música, la literatura y la política. En aquellos años Vietnam resistía las embestidas de Francia y Estados Unidos, Argelia se liberaba del colonialismo francés y Cuba encabezaba la rebelión latinoamericana, mientras en Colombia Manuel Marulanda Velez resistía junto con sus compañeros y compañeras en Marquetalia y Camilo Torres Restrepo radicalizaba el movimiento cristiano de todo el continente involucrándose en la insurgencia. La Unión Soviética perdía, día a día, el atractivo que supo tener en tiempos de Lenin. China, mientras tanto, disputaba con los soviéticos. El mundo ardía. Los jóvenes de París, Berlín, Berkeley y otras capitales del mundo pedían lo imposible...
El Che y su imagen se transformaron en símbolos mundiales de esa rebeldía, esas promesas, esos sueños y esos anhelos “realistas” e “imposibles” al mismo tiempo.
Mucho se conoce del Che guerrillero que combatió en Cuba, en el África (del lado de los negros del Congo contra los colonialistas blancos de Bélgica) y en Bolivia.
Pero poco se sabe de su gran formación teórica y sus escritos filosóficos. Guevara era un gran conocedor de El Capital de Marx. En Cuba, todos los miércoles a la noche tenía un círculo de estudio sobre El Capital que duró varios años. Además cuestionó duramente en un largo trabajo el libro oficial de economía utilizado en la URSS: el Manual de economía política. Hoy esos materiales se conocen como Apuntes críticos a la economía política.
El Che solía referenciarse en el pensamiento político de Lenin.
Varias décadas después de su asesinato, su nombre y su imagen siguen apareciendo a la cabeza de las manifestaciones mundiales contra la globalización capitalista.
            De todos sus textos teóricos, el principal sigue siendo El socialismo y el hombre en Cuba. Allí se destaca su visión humanista del socialismo y de la revolución. Lo redactó en forma de carta y se lo envió al periodista uruguayo Carlos Quijano. Éste lo publicó en la revista Marcha, en Montevideo, 12 de marzo de 1965.
Alguna vez un escritor lo entrevistó junto con muchos intelectuales. Le preguntó: “Dígame comandante, ¿qué puedo hacer en mi país?”. El Che le respondió: “Incorporese a la insurgencia”. El intelectual volvió a tomar la palabra y le dijo a Guevara: “¡Pero yo soy escritor!”. El Che remató el diálogo diciéndole: “¿Y…? Yo era médico…”.
            A continuación reproducimos el pensamiento del Che Guevara sobre la Reforma Universitaria.
«Discurso al recibir el doctorado honoris causa, Universidad Central de las Villas» (Cuba, 28 de diciembre de 1959)
Queridos compañeros, nuevos colegas del Claustro y viejos colegas de la lucha por la libertad de Cuba: tengo que puntualizar como principio de estas palabras que solamente acepto el título que hoy se me ha conferido, como un homenaje general a nuestro ejército del pueblo. No podría aceptarlo a título individual por la sencilla razón de que todo lo que no tenga un contenido que se adapte solamente a lo que quiere decir, no tiene valor en la Cuba nueva; y cómo podría aceptar yo personalmente, a título de Ernesto Guevara, el grado de Doctor Honoris Causa de la Facultad de Pedagogía,  si toda la pedagogía que he ejercido ha sido la pedagogía de los campamentos guerreros, de las malas palabras, del ejemplo feroz, y creo que eso no se puede convertir de ninguna manera en un toga; por eso sigo con mi uniforme del Ejército Rebelde aunque puedo venir a sentarme aquí, a nombre y representación de nuestro ejército, dentro del Claustro de Profesores. Pero al aceptar esta designación, que es un honor para todos nosotros, quería también venir a dar nuestro homenaje, nuestro mensaje de ejército del pueblo y de ejército victorioso.
Una vez a los alumnos de este Centro les prometí una pequeña charla en la que expusiera mis ideas sobre la función de la Universidad; el trabajo, el cúmulo de acontecimientos, nunca me permitió hacerlo, pero hoy voy a hacerlo, amparado ahora, además, en mi condición de Profesor Honoris Causa.
Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba, y si este pueblo que hoy está aquí y cuyos representantes están en todos los puestos del Gobierno, se alzó en armas y rompió el dique de la reacción, no fue porque esos diques no fueron elásticos, no tuvieron la inteligencia primordial de ser elásticos para poder frenar con esta elasticidad el impulso del pueblo, y el pueblo que ha triunfado, que está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su fuerza y se sabe arrollador, está hoy a las puertas de la Universidad, y la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca.
Ese es el mensaje primero, es el mensaje que hubiera querido decir los primeros días después de la victoria en las tres Universidades del país, pero que solamente pude hacer en la Universidad de Santiago, y si me pidieran un consejo a fuer de pueblo, de Ejército Rebelde y de profesor de Pedagogía, diría yo que para llegar al pueblo hay que sentirse pueblo, hay que saber qué es lo que quiere, qué es lo que necesita y qué es lo que siente el pueblo. Hay que hacer un poquito de análisis interior y de estadística universitaria y preguntar cuántos obreros, cuántos campesinos, cuántos hombres que tienen que sudar ocho horas diarias la camisa están aquí en esta Universidad, y después de preguntarse eso hay que preguntarse también, recurriendo al autoanálisis, si este Gobierno que hoy tiene Cuba representa o no representa la voluntad del pueblo. Y si esa respuesta fuera afirmativa, si realmente este Gobierno representa la voluntad del pueblo, habría que preguntarse también: este Gobierno que representa la voluntad del pueblo en esta Universidad, ¿dónde está y qué hace? Y entonces veríamos que desgraciadamente el Gobierno que hoy representa la mayoría casi total del pueblo de Cuba no tiene voz en las universidades cubanas para dar su grito de alerta, para dar su palabra orientadora, y para expresarlo sin intermedios, la voluntad, los deseos y la sensibilidad del pueblo.
La Universidad Central de Las Villas dio un paso al frente para mejorar estas condiciones y cuando fue a realizar su forum sobre la Industrialización, recurrió, sí, a los industriales cubanos, pero recurrió al Gobierno también, nos preguntó nuestra opinión y la opinión de todos los técnicos de los organismos estatales y paraestatales, porque nosotros estamos haciendo -lo podemos decir sin jactancia- en este primer año de la Liberación, mucho más de lo que hicieron los otros gobiernos, pero además, mucho más de lo que hizo eso que pomposamente se llama la «libre empresa», y por eso como Gobierno tenemos derecho a decir que la industrialización de Cuba, que es consecuencia directa de la Reforma Agraria, se hará por y bajo la orientación del Gobierno Revolucionario, que la empresa privada tendrá, naturalmente, una parte considerable en esta etapa de crecimiento del país, pero quien sentará las pautas será el Gobierno, y lo será por méritos propios, lo será porque levantó esa bandera respondiendo quizás al impulso más íntimo de las masas, pero no respondiendo a la presión violenta de los sectores industriales del país. La industrialización y el esfuerzo que conlleva es hijo directo del Gobierno Revolucionario, por eso lo orientará y lo planificará. De aquí han desaparecido para siempre los préstamos ruinosos del llamado Banco de Desarrollo, por ejemplo, que prestaba 16 millones a un industrial y este ponía 400 mil pesos, y estos son datos exactos, y esos 400 mil pesos no salían tampoco de su bolsillo, salían del 10 por ciento de la comisión que le daban los vendedores por la compra de las maquinarias, y ese señor que ponía 400 mil pesos cuando el Gobierno había puesto 16 millones, era el dueño absoluto de esa empresa y como deudor del Gobierno, pagaba plazos cómodos y cuando le conviniera. El Gobierno salió a la palestra y se niega a reconocer ese estado de cosas, reclama para sí esa empresa que se ha formado con el dinero del pueblo y dice bien claro que si la «libre empresa» consiste en que algunos aprovechados gocen del dinero completo de la nación cubana, este Gobierno está contra la «libre empresa», siempre que esté supeditada a una planificación estatal, y como hemos entrado ya en este escabroso terreno de la planificación, nadie más que el Gobierno Revolucionario que planifica el desarrollo industrial del país de una punta a la otra, tiene derecho a fijar las características y la cantidad de los técnicos que necesitará en un futuro para llenar las necesidades de esta nación, y por lo menos debe oírse al Gobierno Revolucionario cuando dice que necesita nada más que determinado número de abogados o de médicos, pero que necesita cinco mil ingenieros y 15 mil técnicos industriales de todo tipo, y hay que formarlos, hay que salir a buscarlos, porque es la garantía de nuestro desarrollo futuro.
Hoy estamos trabajando con todo el esfuerzo por hacer de Cuba una Cuba distinta, pero este profesor de Pedagogía que está aquí no se engaña y sabe que de profesor de Pedagogía tiene tanto como de Presidente del Banco Central, y que si tiene que realizar una u otra tarea es porque las necesidades del pueblo se lo demandan, y eso no se hace sin sufrimiento mismo para el pueblo, porque hay que aprender en cada caso, hay que trabajar aprendiendo, hay que hacer borrar al pueblo el error, porque uno está en un puesto nuevo, y no es infalible, y no nació sabiendo, y como este Profesor que está aquí fue un día médico y por imperio de las circunstancias tuvo que tomar el fusil, y se graduó después de dos años como comandante guerrillero, y se tendrá luego que graduar de Presidente de Banco o Director de Industrialización del país, o aún quizás de profesor de Pedagogía, quiere este médico, comandante, presidente y profesor de Pedagogía, que se prepare la juventud estudiosa del país, para que cada uno en el futuro inmediato, tome el puesto que le sea asignado, y lo tome sin vacilaciones y sin necesidad de aprender por el camino, pero también quiere este profesor que está aquí, hijo del pueblo, creado por el pueblo, que sea este mismo pueblo el que tenga derecho también a los beneficios de la enseñanza, que se rompan los muros de la enseñanza, que no sea la enseñanza simplemente el privilegio de los que tienen algún dinero, para poder hacer que sus hijos estudien, que la enseñanza sea el pan de todos los días del pueblo de Cuba.
Y es lógico; no se me ocurriría a mí exigir que los señores profesores o los señores alumnos actuales de la Universidad de Las Villas realizaran el milagro de hacer que las masas obreras y campesinas ingresaran en la Universidad. Se necesita un largo camino, un proceso que todos ustedes han vivido, de largos años de estudios preparatorios. Lo que sí pretendo, amparado en esta pequeña historia de revolucionario y de comandante rebelde, es que comprendan los estudiantes de hoy de la Universidad de Las Villas que el estudio no es patrimonio de nadie, y que la Casa de Estudios donde ustedes realizan sus tareas no es patrimonio de nadie, pertenece al pueblo entero de Cuba, y al pueblo se la darán o el pueblo la tomará, y quisiera, porque inicié todo este ciclo en vaivenes de mi carrera como universitario, como miembro de la clase media, como médico que tenía los mismos horizontes, las mismas aspiraciones de la juventud que tendrán ustedes, y porque he cambiado en el curso de la lucha, y porque me he convencido de la necesidad imperiosa de la Revolución y de la justicia inmensa de la causa del pueblo, por eso quisiera que ustedes, hoy dueños de la Universidad, se la dieran al pueblo. No lo digo como amenaza para que mañana no se la tomen, no; lo digo simplemente porque sería un ejemplo más de los tantos bellos ejemplos que se están dando en Cuba, que los dueños de la Universidad Central de Las Villas, los estudiantes, la dieran al pueblo a través de su Gobierno Revolucionario. Y a los señores profesores, mis colegas, tengo que decirles algo parecido: hay que pintarse de negro, de mulato, de obrero y de campesino; hay que bajar al pueblo, hay que vibrar con el pueblo, es decir, las necesidades todas de Cuba entera. Cuando esto se logre nadie habrá perdido, todos habremos ganado y Cuba podrá seguir su marcha hacia el futuro con un paso más vigoroso y no tendrá necesidad de incluir en su Claustro a este médico, comandante, presidente de Banco y hoy profesor de pedagogía que se despide de todos.

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