martes, 17 de enero de 2012

Las cosas como son…


Por: Cheka

En Colombia el servicio de salud sólo logra contener unas cuantas enfermedades (siempre las que resultan económicas para los mercaderes de la salud). La educación se vende al mejor postor con sello de calidad ICONTEC y 100% de alto costo. Las cifras de empleo crecen a medida que los carritos de Bon Ice y las chazas de dulces en las calles aumentan. Nuestros impuestos se esfuman en marejadas de gas que ahogan los reclamos justos y nuestros derechos civiles son aplastados por macanas y bombas de aturdimiento que cumplen la tarea que el patrón ordena. La policía y el ejército están mejor alimentados que el pueblo, son perros en entrenamiento preparados para la cacería de hambrientos y olorosos. El orden es ley y la ley se cumple.


Vivir en Colombia con el sueldo mínimo es un acto heroíco y no requiere de camuflados ni propagandas pagadas por el Estado, para convencernos de las bondades de la guerra. Aquellos que no hacen parte de esta gran capa privilegiada de esclavos modernos, son declarados marginales, delincuentes, miserables, indigentes, gamines de la sociedad ordenada y pulida que venden en los comerciales de la noche y en las vitrinas de los centros comerciales, templos del arribismo y las tarjetas de crédito.

La desigualdad social en Colombia se silencia con los cantos de sirena del gobernante de turno y el estallido de las bombas “inteligentes” que iluminan los campos. La brecha cruel que nos diferencia a unos y a otros se resume en la posibilidad que tenemos algunos (muchos) más que otros de morir de hambre aún más si se vive en un departamento inundado de regalías, de enfermedad en la puerta de un hospital después de un largo paseo mortal, de miseria por falta de empleo o pensión, si eres joven con un tiro en la frente y vestido de guerrillero o si eres pobre y vives en un rincón de Colombia en un bombardeo.

Aquí las oportunidades son escasas y el progreso por lo general es criminal, los sueños se evaporan dependiendo de que tan lejos se este de la cima de la pirámide o de que tan arriba de la loma se nació.

La tierra no es de quien de la trabaja, ni del que la quiere, ni del que la vive. La tierra es del patrón, del hacendando, del oligarca que ve en su hectáreas la base de su riqueza y poder y este último es la enfermedad mas peligrosa de Colombia. Es un hilo de injusticias y casos que solo en Macondo tiene cabida, nada es gratis ni fácil.

Pero resistimos los soñadores, los marginales, los humanistas, los rebeldes, los locos, los críticos; resistimos juntos y dispuestos construyendo en el olvido y el silencio una Colombia donde las cosas no sean como son.



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